Raymond Carver
El Poeta camuflado de prosa
Por Cristián Cruz
Cuando le hablé a un amigo sobre los poemas de Carver me miró con cara de sorpresa, asumiendo que solamente conocía su producción de cuentos. Ciertamente reconozco mi falta de lectura de prosa, sobre todo en el género del cuento, y por añadidura el desconocimiento sobre aquellos autores que se destacan en esas turbulentas aguas. Recordando un viaje a Carahue, la mítica ciudad que fue, y asociando el género, hago reseña de su escritor tutelar. Se trata del cuentista Pedro Fuentes, quien muriera fuera de Chile, pero que dejara el libro póstumo “Cuentos de Villanos” para que en la aldea le leyeran con toda propiedad. En esas visitas, el poeta Ricardo Herrera citaba a Carver y sus poemas cercanos a la realidad sucia, de igual carácter que en sus cuentos que se enmarcan en esa tendencia. Fue un hallazgo vitalizador, pues, si en Chile contábamos con un Jorge Teillier que buceaba en las aguas del Larismo, Carver hacía otro tanto hablando de carreteras y riachuelos en donde solía pescar truchas, o navegar en veleros junto a sus amigos. Si algo me llamó la atención, fue esa tremenda nostalgia por un futuro próspero, por un estado de calma después de un alcoholismo endémico. Si bien, es considerado un cuentista por esencia, Carver disponía de una multiplicidad de herramientas para acercarse a la poesía y viceversa. Del cuento se disparaban atisbos tremendamente poéticos, los cuales se acercaban y camuflaban en el lirismo que el propio Carver consideraba la mejor manera de expresar sus sentimientos. La forma en que el poeta asumía su vida, y sobre todo en los últimos pasajes de esta, era el AHORA. Dentro de su fórmula para pasar los días de terapia contra el cáncer, era el despilfarro de todo, sobre todo del ahorro, de considerar y esperar que el futuro proveyera de manera oportuna. Esa es la esencia de su realismo sucio, la de saber que de alguna manera la esperanza se alzaba por sobre las licencias extremas de una vida desordenada. El tiempo entones para Carver le suministraría lo necesario, y no se equivocó. La vida le trajo a su última compañera, Tess Gallagher, quien le rescata de un alcoholismo destructivo y le devuelve la esperanza de vivir y con esto escribir diez años más. Si leemos su poema Propina, descubriremos dicha confesión:
“No hay otra palabra posible. Pues eso es lo que fue. Una propina.
Una propina, estos diez años pasados.
Vivo, sobrio, trabajando, amando y
siendo amado por una buena mujer. Hace once
años le dijeron que tenía seis meses de vida
si seguía como hasta entonces. Y que no iría
a parte alguna sino al fondo. De modo que cambió
su modo de vivir. ¡dejó de beber! ¿Y lo demás?
Después de eso todo fue una propina, cada uno de los minutos,
Hasta ahora, incluyendo cuando le dijeron eso;
Bueno, algunas cosas se vinieron abajo y
Algo creció en su cabeza: “No lloréis por mí”
-les dijo a sus amigos-. “Soy un hombre de suerte.
He vivido diez años más de lo que yo o cualquiera
esperaba. Pura propina. No lo olvido”.
Carver era un evocador de momentos pasados, como una forma de rescatar de ellos el sustento narrativo que suponían la materia poética. Es cierto que los elementos rescatados son mayoritariamente oscuros, poco citables si se quiere, pero en eso se basaba la estrategia sentimental, aquella que se sustenta en la transformación de lo quebrado y sustituirlo con una cuota de esperanza, en algo agradable. Por lo general y sin ser explícito en sus poemas, los finales se llenan de un optimismo escondido, de una sutil alegría. La capacidad para abstraerse del dolor, del desagradable fracaso y vivir el AHORA le sana de sucesos familiares tan abruptos como las endémicas quiebras económicas, el alcoholismo de su primera esposa, de su hija y de él mismo. Carver apostó por la poesía, la cual erróneamente es considerada como menor en su producción literaria, pero él la consideraba como pieza importante para decir verdaderamente y con tintes de belleza, lo que el corazón dictaba;
Domingo por la Noche
Utiliza las cosas que te rodean.
Esta ligera lluvia
Del otro lado de la ventana, por ejemplo.
Este pitillo de entre los dedos,
Estos pies en el sofá.
El débil sonido del rock-and-roll,
El Ferrari rojo del interior de mi cabeza.
La mujer que anda a tropezones
Borracha por la cocina…
Coge todo eso,
Utilízalo.
Carver matiza sus últimos poemas con referentes del relato como Chéjov, a quien utiliza a manera de epígrafes de sus escritos. Chéjov era considerado por Carver como un autor de un realismo decadente y de otro espacio, pero que definitivamente se condecía con lo que Carver deseaba escuchar. Otro de estos estímulos son aquellos descubiertos en poetas como Tomas Transtrámer, o Czeslaw Milosz, sobrino de Oscar Milosz quien fuera traducido para Chile por nuestro trotamundos Augusto D`Halmar en el año 1953. De Milosz rescata la frase; “Ganar? ¿Perder? / ¿Para qué si el mundo de todos modos nos va a olvidar?”. De esta cita Carver instala la necesidad de todo artista que se manifiesta de manera solapada pero que carcome toda creación, y es lo que verdaderamente quedará, si es que queda, y que en el caso extremo del poeta debe afrontar su muerte inminente en menos de seis meses. Es por ello el juego entre los escritores citados y la poesía que restaura su propia vida. De manifiesto y de meta creación o de ética creativa este texto;
Uno Más
Se levantó temprano, la mañana teñida de emoción,
listo para ponerse a escribir. Tomó una tostada y huevos,
café, y fumó unos pitillos, mientras pensaba en el trabajo
que le esperaba, el difícil sendero a través del bosque.
El viento empujaba a las nubes en el cielo,
agitando las hojas que quedaban en las ramas,
al otro lado de la ventana. Unos pocos días más y habrían
desaparecido, esas hojas. Había un poema en eso, podría ser;
tenía que pensar en ello. Fue a su mesa,
dudó durante largo rato, y luego hizo
lo que demostró ser la decisión más importante
que tomaría en todo el día, algo para lo que toda
su imperfecta vida le había preparado. Puso a un lado
la carpeta de los poemas- un poema en concreto todavía
seguía en su mente después del inquieto sueño de la noche.
(Pero, en realidad, ¿qué es un poema más o menos? ¿Qué más da?).
Contaba con todo un día abriéndose ante él
lo mejor será limpiar el suelo antes. Tenía que ocuparse
de unas cuantas cosas, incluso de unos asuntos familiares que
no debería dejar para mucho más tarde. De modo que no paró.
Trabajó sin parar el día entero- dominado por un amor y odio,
un poco de compasión (muy poco), una sensación conocida,
incluso desesperación y alegría. Hubo ocasionales estallidos
de ira, que luego se calmaban, mientras escribía cartas
diciendo “si” o “no” o “depende”- explicando por qué, o
por qué no a personas que nunca había visto y nunca vería.
¿Le importaban? ¿Le importaba algo? Algunas sí.
también atendió algunas llamadas, e hizo algunas, que
a su vez provocaron la necesidad de hacer algunas más. Así es,
ahora se siente incapaz de hablar, prometió llamar al día siguiente.
Hacia la tarde, agotado y notando con claridad (pero
erróneamente, claro) que había pasado un día de trabajo
honrado, se detuvo a hacer inventario y pasar nota
del par de llamadas que tenía que hacer la mañana siguiente si
quería estar al tanto de las cosas, si no le apetecía
seguir escribiendo cartas, que no le apetecía. Ahora,
se le ocurrió, estaba harto de todos estos asuntos,
pero seguía igual, terminando la última carta que debería de
haber contestado semanas atrás. Luego levantó la vista.
Afuera era casi de noche. El viento se había calmado. Y
los árboles- todavía seguían, casi despojados de todas
sus hojas. Pero, por fin, su mesa estaba despejada
si no tuviera en cuenta esa carpeta de poemas que
le inquieta mirar. Mete la carpeta en un cajón, la
quita de su vista. Estará en buen sitio, segura y
él sabrá dónde descansar las manos cuando
sienta la necesidad de ello. ¡Mañana! Hoy ha hecho todo lo que
podía hacer. Había aún esas llamadas que tenía que hacer,
y olvidó que debía llamar él, y había unas cuantas notas
que debía de mandar debido a algunas de las llamadas, pero
ahora no lo iba a hacer, o si? Estaba fuera del bosque.
Podía llamar hoy. Había hecho lo que debía hacer. Lo que
su conciencia le dijo que hiciera. Había cumplido con
sus obligaciones y no había molestado a nadie.
Pero en ese momento, sentado allí delante de su ordenada mesa,
sintió vagos remordimientos por el recuerdo del poema que
quería escribir esta mañana, y estaba ese otro poema
que tampoco conseguía recordar.
Así eran las cosas. La verdad, es que no hay mucho más que decir.
Que se puede decir de un hombre que prefirió hablar por teléfono
el día entero, y escribir cartas estúpidas
mientras deja a sus poemas desatendidos, abandonados
- o peor aún, sin empezar-. Este hombre no merece poemas
y éstos no deberían acudir a él de ninguna forma.
sus poemas, si producía alguno más,
deberían comérselos las ratas.
Por acierto y lleno de gozo, confundido en la intranquilidad del final, Carver rescribe de manera sencilla su vida, sus vidas, a manera de sanación creativa, a manera de acción futura después de la muerte. Deseaba Carver visitar la tumba de Chéjov antes del final, y estando en el hospital comentan con Tess que de alguna manera visitarán por separado la tierra de Dostoievski y Tolstoi. Claramente Tess lo haría sola, y Carver en sus propias palabras “Estaré allí antes que tú, viajo más deprisa”.
Descartando toda retórica cursi y asumiendo que estamos en presencia de un poeta que se camufló dentro de su prosa y su afán de vivir el AHORA, situación escritural y poética, Reymond Carver se despide como si se tratara de una frase más, de un día más el 2 de agosto de 1988 en su casa de Port Angels:
Ultimo Fragmento
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?.
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
Amado en la tierra.
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