Almanaque, de Jaime Pinos
Por Cristian Cruz
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Pocos libros últimamente desarrollan el tema de la soledad y la modorra social. No es misterio que vivimos en un mundo de mierda, enfrascados en la tontera mediática y mala costumbre de consumir en exceso. Almanaque de Jaime Pinos, viene a rastrear esos espacios rancios de esta sociedad chilena actual. La poesía sirve como denuncia y Pinos entiende que “su” poesía busca el carril más difícil; la funa de la tontera, de la ordinariez para vivir. Demanda Pinos las fomedades y el sinsentido de la cotidianeidad actual. No teme a caer en espacios antipoéticos incluso, solo por el hecho de ocupar la palabra para establecer una suerte de arte de vida a contraposición de lo que se vive.
Se suma también, espacios reflexivos que se mezclan con sucesos de la dictadura pinochetista. Nos recuerda Pinos que no hace mucho, a la vuelta de la esquina, hubo una matanza y pareciera que el sistema denunciado por él, se da el lujo de olvidar, de esconder. Porque es un olvido intencionado, manipulado por aquellos que Pinos denuncia.
Esta poesía en términos de escritura es dialogante con otro, un eterno otro. Siempre se refiere a las cosas que le suceden a otro personaje dentro del texto pero que intenta camuflar al propio autor. Una especie de narración de sucesos y estados o escenarios, decadentes desde la perspectiva de la felicidad. Es más, la razón de denunciar la modorra social, indica un querer ser feliz. Por añadidura entonces, la poesía se torna si esperanza, o bien demandante de una esperanza.
La componen elementos funestos o éticamente desechables, que suelen ir desde rancias Miss Universos, a brutales historias como las de Hans Pozo. Milicos suicidas o casos estremecedores de detenidos desaparecidos. Además juega con extractos de textos que alguna vez quedaron registrados en páginas de diarios a modo de noticias. O palabras para el cierre, como las del dictador Pinochet quien deja para sus secuaces un papiro sangriento en donde reconoce su gusto por el poder y el matar.
Salto al silencio
A pesar de todo,
a pesar del dolor y la culpa
otros recuerdos prevalecerán en mí.
¿Qué prevalecerá?, No se sabe. El dolor de saberse perteneciente a un país éticamente perdido, sin rumbo. ¿Qué puede hacer la poesía?, colocar, instalar o cantar ese dolor heredado, incrustado en nosotros mismos. Pinos nos llama a entender, que no son los otros los fascistas, consumistas, los individuales, somos todos los que armamos y desarmamos cada día este campamento de estupidez. Se agradece a Pinos que asuma la voz poética de lo malo, de lo horrorosamente estúpido.