Reciente edición
del poeta sanfelipeño
La fábula
y el tedio
Por Juan Cameron
28-Enero-2005
Ganador del certamen anual que convoca la Sociedad de Escritores
de Chile, el reciente libro del poeta de San Felipe, La fábula
y el tedio, señala el desarrollo experimentado por su autor
al alejarse de sus maestros láricos. Sin embargo persiste allí
el gesto romántico del rebelde y el canto a un pasado mítico
como ejemplo de vida y de moral.
Cristian Cruz se hizo conocido hace algunos años cuando,
en 1998, fue uno de los premiados en el Concurso de Poesía
Lárica Jorge Teillier, en la Ciudad de Lautaro. Cruz comenzaba
por entonces en el oficio y aún su estilo no estaba formado.
Sin embargo, dos años después presenta su primer poemario
Pequeño país, bajo el sello Ediciones Casa de
Barro, en Santiago, en el que mantiene la misma actitud recogida del
certamen lautarino, es decir una poesía fuertemente teillieriana.
Esta vinculación con el gran lárico chileno, dijimos
antes, se hace evidente en el tono, la elección de los términos,
las coincidencias y disonancias propias en ambos acercamientos y en
la actitud del derrotado frente al entorno. Por cierto, tratándose
del tono, no es Teillier solamente quien allí emerge, sino,
a ratos, es la sombra de León Ocqueteaux o del primer Efraín
Barquero. Las palabras seleccionadas -árbol, tren, aldea, escarcha,
nubes y otras- recurrentes a través de todo el Pequeño
país son demasiado coincidentes, tanto como la cuestión
de la nostalgia y la contemplación de la naturaleza.
El año 2002 aparece, por Ediciones del Temple, Fervor del
regreso. Se repite acá esa fuerte vinculación a
través de la continua repetición de escenas bucólicas
o campesinas referidas a lo pasado. Lo lárico, entendemos,
se ha extendido en la región de San Felipe y Los Andes a causa
de la imagen romántica e inmediata del creador lautarino, como
por la identificación provincial con una poesía de atemperada
hondura existencial (según diría Johannes Pfeiffer)
que es aquella, la de los lares. Este Fervor se reedita el
año 2004.
Un tercer volumen, Papeles en el Claroscuro, aparece en la
colección del Gobierno Regional de Valparaíso, en el
último Certamen de Publicaciones ocurrido el año 2003.
Esta vez se trata de crónicas literarias que el autor publica
en el periódico de San Felipe. Tuvo suerte Cruz en aparecer
en esa colección; después de aquella hubo nuevo Intendente
Regional, se vino encima el año de Neruda y hubo -al menos
así se dijo- que financiar a la «humilde» fundación
que lleva ese nombre. Una vez más los escritores perdieron
en beneficio de la imagen pública y la cuestión política.
La Fábula y el Tedio, el más reciente libro
de Cristian Cruz, corresponde al trabajo que obtuviera, el 2003, el
Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile; fue impreso luego,
en el transcurso del año anterior. Accedió a tal lugar
luego que el jurado que representaba a la SECH, Juan Antonio Massone,
se opuso a conceder el premio al trabajo con mayor votación,
poniendo en riesgo la continuidad de un certamen de trascendencia
y trayectoria.
La presente edición consta de tres partes: La fábula
del bandolero, Cae la Tarde y El tedio, con un total de 36 poemas.
Cierto alejamiento de la corriente lárica inicial y la búsqueda
de un lenguaje propio se hacen evidente en este trabajo, aunque los
temas elegidos rescaten ese universo romántico de lo perdido
y derrotado, tan cara a esta manifestación estética.
El primer cuadernillo desarrolla la imagen del bandolero, a la que
hacía referencia en su libro de crónicas al hablarnos
de Enrique Volpe, Oscar Castro, Carlos Ruiz Zaldívar y otros
autores diestros en ese tema. Volpe era un poeta alto e italiano -a
quien nuestro autor dibuja con revólver al cinto- que solía
reunirse a mediodía en las míticas mesas de la Unión
Chica. Como bardo no causó mucha impresión en el medio
pero, por alguna romántica razón, los más jóvenes,
como Cruz, han descubierto en su obra una literatura rica en aventuras
y registros históricos.
Una serie de recursos se entrecruzan en sus catorce textos. De esta
manera teje una historia que en definitiva rescata la imagen telúrica
del suelo natal del poeta. La sangre, el viento y el disparo se retroalimentan
en la narración.
El segundo cuadernillo dibuja una docena de situaciones que parecen
ocurrir en un patio interior. Aquí, los elementos de la naturaleza
mantenidos en este cuadradito del piso mosaico, conforman un estado
intermedio entre lo interior y lo exterior. El poeta se refiere al
mundo y a su belleza tras los muros que lo silencian del tráfago
humano.
Del mismo modo, la sección que cierra el libro rescata esos
momentos de reflexión que preceden al primer verso. La búsqueda
del poema aparece acá como un oficio constante en Cruz. Se
trata, dice, de una dicha irrompible que no espera hallar en este
mundo y tampoco en el otro. Se espera más de él, pues
en ese gesto de humildad que suele Cristian Cruz expresar, hay un
algo más y es su oficio. Alguna razón que tuvo el jurado
del Premio Alerce, para destacar también -como uno de los dos
trabajos finalistas- a este poemario.