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Las raíces se perpetúan en la memoria de un cuerpo silenciado
Aproximaciones sobre El País Nocturno y Enemigo
Por Elvira Rodríguez Droguett
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César Cabello Salazar (Santiago, 1976) nos presenta su tercer libro El país Nocturno y Enemigo, publicado bajo el sello Piedra de Sol. Este poemario nos traslada a un escenario urbano construido desde la experiencia íntima, casi biográfica, del sujeto enfrentado a la ciudad: “Esta es mi casa estos son mis padres/ y yo el primogénito varón de un clan que desaparece/ entre almas perdidas y carrozas fúnebres” (pág. 21).
La lectura de El País Nocturno y Enemigo nos sugiere un desafío inicial, y es que debemos situarnos como lectores, volvernos ciudadanos o asumir ser extranjeros, y de esa forma pasearnos como espectadores de cada hoja leída. Así, se deambula por un texto donde se construye un espacio físico caracterizado por el nombre: Nocturno y Enemigo. Este país recoge un discurso de lo marginal, donde nos hace pensar que el hablante lírico trata de encontrar un espacio:
/Población y límite
¿Qué hay tras estas calles sepultadas en basura?
¿Quién gobierna al cerdo cuando traza
el imaginario de su porqueriza?
¿Desde qué lugar hablar
sin ser tratados como visitantes? (17)
Esta búsqueda también funciona como soporte estético que transforma al sujeto en una suerte de flâneur post moderno, post migratorio. Un flâneur oscuro que deambula por las calles de un país putrefacto y marginal. Asimismo, hay un uso de temporalidad distinta, en la transitoriedad de este sitio diseñado como un no lugar, aún así, el hablante está tratando de arraigarse. ¿Es este acaso un viaje a la deriva? En términos de Debord, el autor comienza la contemplación del espacio físico para encontrarse en este lugar, en tanto el mismo se configura como un objeto descriptible. Ahora bien, también podríamos reflexionar en torno a situarlo en un espacio cultural, donde el lenguaje se hace parte de la ciudad, representando una experiencia vivencial del País Nocturno
/El país Nocturno y Enemigo
Hágase el testimonio la escritura
prodúzcase la caída de las puertas del enemigo
déjese entrar al que va armado
y hace de su patria la Oscuridad (143)
Como residentes de aquel país,nos trasladamos a lo imaginario, a un país sin nombre. Es como si las calles gobernaran a partir de lo putrefacto de la ciudad, de la decadencia, de lo humano, y de su marginalidad: “Nuestras preguntas son nuestras respuestas/ el silencio del difunto que gobierna por la sangre” (142). Estas temáticas hacen del hablante un observador castigado por aquella ciudad enemiga; que lo mantiene instintivamente, percibiendo la pérdida de su identidad. De esta forma, sus manos van marcando cada paso que da, en las sombras que lo enajenan del mundo; constante que lo traslada a un recorrido por su tumba, por su muerte, llegando a una instancia fúnebre de exploración. Por tanto, se reafirma la inquietud del “caminante” que anuncia su encuentro con lo eterno, con lo hostil, con la oscuridad en las simas de su memoria, que son la mudez de su laberíntico pensamiento.
Para aludir a temáticas de El País Nocturno y Enemigo debería tratar de buscar un nuevo mundo que me permita entrelazar la ciudad con el país, donde las calles y sus sombras transformen una nación con una realidad pasajera, que en instantes podría percibirse como una tortura; o tal vez debería tomar esta obra e insistir teóricamente como un objeto poético, que enfoca su mirada a lo que es la pertenencia de la cultura de un hablante que no esconde sus manos, pero hay que detenerse, limitarse, por la carga envolvente que posee cada poema escrito.
Se comprende que la tierra y la ciudad lo mantienen arraigado en el vacío que busca “La ficción de una morada”. Así van aproximándose los desvelos, los poemas anhelantes de un encuentro con la bandera para su adoctrinamiento.
Tanto como extranjera o residente, la lectura final del encuentro con El País nos acoge en el país de la Jauja, en este nuevo mito del Dorado
Habrá permiso para la extracción
de oro y arena belleza informe
que esta tierra ofrece en el fuego
y en las sepulturas
seremos el arca vencedora
sobre la montaña el faro que guía
a otras voces en la oscuridad (35)
En la Jauja nos encontramos con un dios (sin mayúsculas) que nos ampara y reduce, y éste pareciera ser el verdadero sentido del texto: El calígrafo, aquel encargado de perpetuar la palabra escrita, transformarla en algo eterno. De ahí la importancia de un arte poética que nos acerque a este hablante lirico que cada vez se vuelve más Cesar Cabello
día 15/ Arte poética
Cada uno creció a su modo
y dio a este espacio el significado del templo
o de las pesadillas
Aquello que llamo poesía o casa enterrada
En El País Nocturno y Enemigo
no es más que el canto
de mi propio final (60)
En esta intimidad interrumpida por la idea del dios de la escritura, de la necesidad de enfrentarse a la crítica y a las vacas sagradas que abundan en la poesía actual, este calígrafo es verbo, es castigador, es visitante, pero aún así, podría ser hasta su propia enfermedad:
/Inflexión frente al dios de la escritura
Gobiernas un país de mártires y de santos castrados
los escucho salir en tu búsqueda como al encuentro de una nación
Pero sigues perdido en las habitaciones de una casa de citas
Y a veces ni siquiera existes cuando otro dios se encarga
De reemplazarte en el bautismo (65- 66)
El País viene a culminar el trabajo comenzado por el escritor en Las edades del laberinto (2011) e Industrias Chile S.A (2011) en una suerte de poética de los condenados, refiriéndose a la poca dignidad que existe en intentar perpetuarse en la escritura.