Todo es sonido, una luz que ciega, un poema al que escuchas sólo por sus alas. Tu afán de partitura es la visión del ave que atraviesa un estrepitoso jardín de borradores. Donde yo estoy no hay hombres, sino entidades, seres que reclaman para sí la ajena patria del sepulcro. Fuera de las losas públicas y de las academias, de la poesía como mera variedad antropológica o procedimiento. Donde yo estoy la imaginación se llena de espinas, de la necesidad de un farol, una luz radical.
Corifeo Oye cómo su trote hace saltar a todos los clavos de la tierra,
. . . . . . . . . . . . a todos palos, que aún soportan el timón y la quilla,
. . . . . . . . . . . . en los deshuesaderos.
Tu afán es música, es herencia y es partitura, no es la veta del sueño en otro socavón de la almohada. Es conciencia plena de oscuridad y sonido, ubicuidad de un señuelo, poesía que no necesita un cadáver en su mesa de luz.
Corifeo ¡Ladran, ladran y ladran!
. . . . . . . . . . . . . . ¡Ladran, ladran y ladran!
. . . . . . . . . . . . . . ¡Ladran, ladran y ladran!
Todo es armonía, inmanente diseño, velamen de la imaginación. Y es también un sentido, por inhumano, olvidado. Donde yo estoy la poesía se come de la mata, es como tomar agua de la Señora, de la Musa clásica, de la desdentada. Hostil partitura para el hijo del carcelero enterrado con las llaves de su padre atadas al cinto. Tu afán es de descubrimiento y no de invención. No es el paraguas plegado que imita el ala rota del murciélago.
Corifeo Te lo diremos de otro modo, te lo diremos con un adagio
. . . . . . . . . . . . . . que rezuma su alegoría: Sólo el poeta es abeja,
. . . . . . . . . . . . . . todo lo demás es zángano.