¿Qué hay en mí que no esté vacío, que no sea un yermo donde el cuervo canta a las heladas y un hombre arroja a otro por el aire para hacerlo desaparecer?
Más que un páramo es la voz sin sus andamios, túmulo que al derrumbarse expone el nido aún enterrado en su base:
Cuna y tumba fabricados con los mismos materiales del sol en los astilleros, de una viga en las nubes, una marcha blanca, cual paloma mensajera que ha perdido a su soldado.
II
No es la música, no es el sueño, es la angustia la que empuja a tu poeta
hacia la muerte. Muerte tácita como reliquias de los santos, muerte perfumada que acompaña a la voz en su descenso.
Es entrar en el mundo iluminado por una vela, es cambiar de forma y esperar que los oídos sangren y que el nombre de la cosa esté contenido en la sombra que la anima:
La animación como base de la personificación; la personificación siendo anterior a la voz; la voz que dota de humanidad otra vez a las cosas.
III
La infancia del mar buscala en las estrellas.
Serpiente de otoño
Aquí es donde muda la serpiente,
puedo ver su lágrima y su transparencia,
descifrar el río por su desembocadura.
Aquí el sol es todos los nacimientos.
La tierra con sus sonidos,
la incineración salida del huevo,
la exhumación de una cordillera,
un silencio póstumo.
Su piel es la sombra de un guante,
un guante es un látigo sin música,
la música de la serpiente
es el vuelo desterrado
de un pie.
Aquí el sol es lo boreal de la aurora,
un otoño con ojos lechosos,
un faro al final del camino, un lirio que exhala,
exhausto, su vapor,
Puedo ver su lágrima y su transparencia,
descifrar el río por su desembocadura.
Aquí es donde muda la serpiente,
su incógnita es un páramo en un mapa,
un mapa es una mano en las sombras,
las sombras son aguas desnudas
en la deshojada piel de la serpiente
que muda sobre estas hojas.
Ecología de los huesos
Las hojas que la tormenta arranca de entre tus dedos,
como el buitre, de una zarpada,
arrebata el cadáver a la muerte,
es lo que queda del ensombrecido animal,
apenas un destello en la forja salvaje
de los nombres.
Los bestiarios, ¿de cuánta sangre están cubiertos?
¿Cuántos restos tomó reunir la voz y el báculo
para adjurar de la montaña?
La muerte, la tierra que todo lo oculta,
separa, para el buitre, el lado magro del cadáver,
y, para estas hojas, el grito desmembrado
de la víctima.
Pero, debemos decidir:
¿Somos de arena o de crepúsculo,
de amor propio o de sordina,
en aguas sin bautismo?
La muerte, la tierra que todo lo oculta,
separa, para el buitre, el lado magro del cadáver,
y, para estas hojas, la carne que ya no siente
el paso del tiempo.
Manuel Carvajal Lisboa
In Memoriam.
Poeta de la tradición oscura, de orientación nihilista, decide terminar con su vida, a sus 23 años, después de escribir y publicar un único libro de poemas, 17 en total, donde cree haber alcanzado nociones profundas acerca de la angustia y del sentido de la existencia. Su libro titulado Señuelo deinmortalidad propone la voz de un hablante descentrado y en franco conflicto con el mundo de ilusión que lo rodea. Como una carnada viva o un borrego, la voz de estos poemas ofrece su humanidad a la incertidumbre y a la muerte que la acechan en sus espacios cotidianos y personales, los que representados a partir de diferentes figuras de filiación como «cuna», «padres» o «amor» ¾por ejemplo¾, se ven trastocados o debilitados producto de la propia conciencia de muerte y de la posición desmedrada que asume el hablante, imposibilitado de trascender en distintas dimensiones de lo humano. En este sentido figuras como «cenizas», «ramo de cementerio» o «sienes frías» con las que se representa esta pulsión mortuoria, a la vez que un verso como «No tengo otra corona que ofrecer» ratifica la dificultad de la voz para hacer de su existencia algo más o menos memorable:
«Bajé de la cuna
y en mis zapatos encontré
las cenizas de mis padres».
. . . . . . . . . . . . «Temprana edad» (pág. 5)
«Mi amor es un ramo de cementerio
que ha perdido su savia.
Tómalo y plántalo en el recuerdo
de tus sienes frías.
No tengo otra corona que ofrecer».
. . . . . . . . . . . .«Obsequio» (pág. 12)
Es así como en estos 17 poemas de influencia simbolista, ordenados aleatoriamente en las 21 páginas que conforman Señuelo de inmortalidad, se advierte el trazado del itinerario vital de un hablante desvalido, pero con plena conciencia de su finitud y de la posición disminuida en la que se encuentra, donde los espacios de la realidad y de la memoria transfigurados a partir de su propia conciencia de muerte, la que, además, le resta la posibilidad de establecer cualquier filiación con el mundo, adquiere en poemas como «Ángel final» (pág. 20) —quizás el más logrado del conjunto— una dirección distinta, al situar la problemática por la trascendencia ya no en los objetos «cuna», «zapatos», «ramo» o «corona», por ejemplo, sino en la conciencia del oficio sobre su propia poesía o del sentido de su escritura, si se quiere. Leemos en el último poema citado los versos que explican este punto y que podrían ser también la inscripción en su lápida:
«Quise imitar el vuelo del búho filosófico,
pero terminé abrazado a las piernas
del poeta testamentario».
Cornejo-Ferrer, M. A. (2010). Manuel Carvajal Lisboa. En Retablo de poetas póstumos (pp. 126-127).
Valparaíso, Chile: Mundo Propio.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Poemas de "Suite para una Poética de la Voz", (Inédito).
César Cabello