Los nueve títulos que componen la obra poética de César Cabello se publicaron entre 2008 y 2021. Casi entre el “por qué no te callas” de Juan Carlos de España al presidente de Venezuela, y el año en que Gabriel Boric llegó a la presidencia de Chile. Dicho de otra forma, entre el año del estallido del volcán Chaitén, y el año en que vislumbrábamos con esperanza el fin de la pandemia. Lo que quedó, efectivamente, fue solo ceniza…
Este periodo sociopolítico, con toda la amplitud de sus ramificaciones, es donde Cabello ha sostenido una carrera poética un poco por fuera del canon, que salvo por su acceso al medio editorial, se ha visto muy limitada en difusión en espacios de comunicación y crítica. Sus lecturas públicas son escasas y tampoco ha venido a instalarse en alguna oficina de la burocracia, como han practicado siempre nuestros poetas haciendo de la gestión pública un espacio más para la institucionalización de sus creaciones personales.
Hacia el final de este periodo de tiempo, creímos que Chile había despertado, sin embargo, Latinoamérica viró a la derecha y el mundo atravesó la tiniebla de la pandemia no para salir hacia una vida más auténtica o sencilla, como soñaron algunos, sino que muchos salimos de la cuarentena directo al mall y muchas de las agendas colectivas, por ejemplo, aquella para el denominado desarrollo sostenible, en la práctica han sido canceladas.
Pensando en la poesía de Cabello quisiera enumerar tres vías de interpretación de su obra, que el poeta ha desarrollado a lo largo de estos años, convulsos, como una invitación mía, personal, a conocer su obra.
En primer lugar, la publicación de Las Edades del Laberinto, (Piedra de Sol, 2008) fue saludada por mí mismo como la construcción de una filiación étnica que devenía en ejecución estética. En efecto, Cabello partía este primer libro y tentaba los hilos que le permitieran adherir a su identidad mapuche, con la consecuente identidad marginalizada. Además, esta búsqueda era la del poeta que se preguntaba sobre su propio lugar en el circuito literario nacional. La estrategia filiativa se mantendrá vigente por medio de distintas ejecuciones retóricas, a lo largo de todo este periodo, quedando finalmente cancelada en Nometulafken: al otro lado del mar, donde el poeta enfrenta o asume discursiva y finalmente su identidad mapuche a partir de la mitología de la muerte construida por ese pueblo, es decir, a través del habla mapuche sobre la muerte, aun cuando deba adoptar un acercamiento discursivo, más que devocional por las exequias a que supuestamente refieren. La poesía permite hacer visible lo invisible, y asistimos a la Tumba de Leftraru, porque la construcción del libro así lo exige y porque para eso está la poesía. Cabello la ha visto y nos la expresa. No muy distinto al procedimiento de cualquier otro poeta mapuche o castellano que viste a la muerte de jinete o de almirante. Lo relevante aquí es el gesto del poeta entrando en la conciencia de su identidad, a través de la nominación de un mito.
Luego, la belleza importa en tanto favorezca la construcción significante del libro como obra. El poema individual es material del libro. Pero el afán es de estructura, de obra sustentada en sí misma. Lo realmente importante es que el libro como objeto significante aparezca vivo, palpitante, contradictorio e inacabado, como son las personas, por ejemplo. Este valor que se da a la tecnología de la palabra “libro”, objeto en retirada o en mutación de prácticas o soportes en nuestra época, es unísono al dolor del hablante excluido del circuito literario. Esta preocupación formal fue especialmente relevante hasta El país nocturno y enemigo (Piedra de Sol, 2013), libro anunciado por el poeta tanto en Las edades del Laberinto, como en Industrias CHILE S.A. (Piedra de Sol, 2011), cuando el poeta asume, no sin amargura, su condición de excluido de los tres ámbitos que más le importan: el étnico, donde apenas llega a ser mapuche en el mapuchómetro; el socioeconómico (mapuche, urbano, y pobre) y el literario. A partir de El país nocturno y enemigo el discurso poético se acerca más a la política que a la metafísica (Industrias…p. 9), y logra poner a gran altura de vuelo a los seres marginados que creó la implantación del “modelo chileno”, que no es otro que el de una libertad impuesta a sangre y fuego en beneficio de quienes, a su vez, lograron el acceso a los bienes de los poderosos: armas, dinero y comercio para la creación de su propia cultura.
En este mismo orden de ideas, esta preocupación por la estructura de la poesía, del libro de poesía más bien, por su articulación formal en el discurso, genera un diálogo continuo de la poesía consigo misma y da un tono casi profético a sus creaciones. En Industrias se anuncia el Nometulafken y también el País nocturno…pero es más que el truco publicitario o retórico. No es un anuncio, es una constatación. El libro siempre estuvo, y por tanto también la realidad expresada, el poeta se “encamina” hacia él. No lo está escribiendo, lo va a buscar “en un rodeo por la audición y un montarse en la vista”. Cimarronismo de los medios expresivos. Por eso lamenta emparentarse más con la metafísica que con la política. Sabe que ninguna revelación sobrevivió sin la espada. Y tomar la espada ahora, en el óvalo de una cárcel, como sus personajes en Lumpen, no constituirá religiones. Quién sabe. Pero si el libro ya “estaba”, ¿porque se tarda en imprimirlo? El poeta se encuentra con el libro, como el profeta a su Corán o Vallejo, al que elude y cita continuamente, a su París con aguacero. Allí el poeta entra con paso firme en la poesía como etnografía. En el País Nocturno…quiero decir. El poeta ha sido cronista mucho antes del delirio de Las Edades. Eso pasa. Y su lengua naturalmente contó una historia hostil que finalmente ha tenido el valor de publicar. Pero ¿qué es aquello que quería contar, aquello que ha anunciado tanto y que se demora en mostrar? Cabello aspira a mostrar lo que ve y lo que vive como sombra, como alguien que no es y es, un mestizo, en resumen, aculturado entre los mapuches y los chilenos pobres, deambulando, cimarrón en ambos para eludir los golpes gratuitos y para darlos también, siempre y cuando no se le devuelvan. El mestizo Alejo, no la tuvo tan difícil. “Estás sentado como un mono que atravesó las Edades / y ahora cae en cuenta de su pobre genealogía” (“Ciudadela” 53). Perplejidad de un mono consiente. Ser que fue, pero que ha visto cuánto ha costado ser aquello que se es. Es que construir un territorio para la voz del poeta, un territorio laberíntico, no podía sino derivar en desazón. El País Nocturno, ya existía. El poeta llega en El País Nocturno a su condición, y en Idolatría del Huésped (2021), a su voz. La población del suburbio urbano, las villas del “plan de erradicación de la pobreza”, promovido por el dictador, como espacio de aculturación forzada, de asunción de la condición impura y del dolor de ser un perseguido de todos (“La Cobardía” p, 24. “Las cosas cambian de uso” 31 P. “Poema de las plantaciones” 40, todos en El País Nocturno). Metafísica del mestizaje. Además, no es menor, a partir de El País Nocturno, la factura de los poemas se ha consumado lejos de los balbuceos puramente referenciales de Las edades. A partir de este libro el poeta no volverá atrás sino para recopilar algunos de sus primeros hallazgos en las antologías Cuaderno obrero y, especialmente, en el Libro de las huidas y la hoguera.
Finalmente, derivada de la necesidad de filiación como posibilidad estética, y del refugio del hablante excluido en la ejecución significante de sus creaciones, aparece una constatación de una condición psicocultural propia del poeta, original. En Industrias Chile, por ejemplo, habiendo superado el trauma de su condición de otro cultural, subalterno y rebelde, aparece la mascarada. En Idolatría del Huésped, sin embargo, las alusiones son al ser y al ser el otro (cultural) al mismo tiempo; en Nometulafken y en El país nocturno y enemigo, se concluye que hay algo malo en nuestra habla que nos deja fuera de mapuches y de chilenos: en resumen, el poeta construye su voz a lo largo de su obra en la angustia de ser mestizo, en la contradicción de no poder ser siendo en ninguno de los espacios determinados. Entender así su poesía nos lleva a emparentar a Cabello con líneas de tradición poética que en Chile no aparecen o no se quieren nombrar como lo que son: poéticas de transculturación o de heterogeneidad nacidas, esta vez, no exclusivamente por la tensión entre nuestro modelo de desarrollo y nuestras capacidades (Rama) o por la diversidad de nuestros sistemas literarios (culto, popular o indígena, al decir de Cornejo Polar), sino por la aún más profunda tensión como silencio nacional e institucionalizado, sobre la condición mestiza de Chile. Mestiza de sangre, de cultura, y de ideología.
Esta última dimensión me parece que articula muy transversalmente cualquier camino de lectura posible de Cabello.
El encubrimiento por máscara o multiplicación de perspectivas o la anulación recíproca de las expectativas de lecturas en Industrias CHILE S.A, a mi juicio, se relaciona con la necesidad del hablante de resolver, aunque sea en la obra, la tensión vital de ser un marginal en todos los ámbitos. Esta sensación de exclusión no se tematizó de esta forma nunca. Chilenos e indígenas vivíamos separados y sin vernos. Arguedas pensaba que parte de la estabilidad chilena se debía a que el proceso de mestizaje había sido tan intenso que ya no era tema de preocupación. Pero se nos está viendo el otro. Eso sucede a lo largo de la poesía de Cabello.
La formulación poética del rencor deriva de esta dolorosa toma de conciencia y el poeta que desea ser parte en la circulación comercial de los “discursos y los objetos” (Industrias: 151) debe acatar que, En el país nocturno, “un grupo de pobladores ha entrado a la fuerza en este libro” (58). Esta entrada es la irrupción de una identidad, insisto, mucho más que una estrategia política o metafísica. El marginado lucha, (el mestizo, diría, ya sin temor) sabiendo desde el inicio que “no llegará a la montaña de su gloria”. Es el propio hablante el que entra a la fuerza en el terreno de la poesía mestiza: mapuche, pero apenas con palabras totémicas, y forzando también la lengua del colonizador.
Una síntesis de la poética de la filiación, de la exclusión social y literaria, del problema del mestizaje, y de la distancia con que se ve a la literatura puede leerse en “De por qué no merezco el Nobel” (p 73 El País Nocturno y Enemigo).
Debemos agradecer que el poeta halla finalmente dado a conocer El país nocturno y enemigo, libro bisagra, donde ya nos sorprendemos de esta metafísica del mestizaje, como quiero llamarla, para arribar finalmente a esa voz marginal, política y fría, casi científica, del poeta prestándola para mostrar todo lo que no se quería ver: la violencia de barrio, los crímenes, el amor censado, el estupro, violencia generalizada que alcanza su cenit en Lumpen. Las tomas de terreno son las tomas del discurso poético. El poeta tiene un dominio precario, en sentido jurídico, del espacio que habita en la poesía chilena. Cualquier día viene alguno y le pregunta si en verdad es mapuche, si en verdad es chileno o poblacional. La pregunta también abarca este punto: ¿cuál es mi lugar en este circuito poético, sin clase, ni etnia ni referentes culturales puros que puedan sostenernos? Y la respuesta también es exclusión. Es mestizo.
Es así como, a mi juicio, Idolatría del huésped, (es decir, de aquel que está de paso o del que recibe a alguien), libro único dentro de la producción de Cabello, de extrema rareza, se convierte en un uno de los más importante que ha dado el siglo XXI en esta lengua latinoamericana que usamos en Chile. El mestizo necesita hablar y se construye un doble poético, tan ambiguo y cimarrón como él. Todo esto venía ya en las Edades, en p. ej. “La Carta al Hermano muerto”.
Finalmente quisiera reforzar esta idea: todos los temas relevantes para Cabello estaban ya en ciernes en Las Edades del Laberinto. El año de la erupción del Chaitén, que no se olvide. La voz apareció finalmente en El País nocturno y enemigo que tiene en su tapa a un perro que es el poeta coreano Mu-San Baek (ver “Las cenizas de Mu-San Baek”, p. 75 de El país nocturno y enemigo), luchando contra un león que representa la modernidad, y donde, intuyo, Cabello es la estrella roja. La estrella entre el perro Mu San Baek y un león cornudo. Todo preparaba esa obra mayor, oscura, pesimista y pesadillesca, nacida al calor del confinamiento, espacio de la exclusión y el apartamiento decretado, donde el poeta lleva al extremo sus preguntas sobre la condición de ser impuro, mestizo y excluido.
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Bibliografía
Las Edades del Laberinto. Chile, Piedra de Sol, 2008 [prólogo de Grinor Rojo]
Las Edades del Laberinto. Chile, Piedra de Sol, 2ª Edición mayo 2011
Industrias Chile S.A. Chile, Piedra de Sol, agosto 2011
El país nocturno y enemigo. Chile, Piedra de Sol, abril 2013
Chile, Tacto editorial, diciembre 2016
Nometulafken: al otro lado del mar. Chile, LOM, diciembre 2017 [prólogo de Fernanda Moraga-García]
Cabello Salazar, C. Cuaderno obrero. Chile, s.n 2019
Idolatría del huésped = Idolatry of the Guest. New York Poetry Press, 2020. [prólogo de Niall Bins]
Libro de las huidas y de la hoguera. Editorial Aparte, 2021. [prólogo de Cristián Gómez Olivares]
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Participación en obras colectivas:
La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea. Málaga- España, Cedma, 2008
Los cantos ocultos. Antología de la poesía indígena latinoamericana. Santiago-Chile, Lom, 2009
Memoria poética. Reescrituras de La Araucana. Santiago-Chile, Cuarto Propio, 2010
Paisajes nómadas.Nuevo relato poético visual del sur de Chile. Santiago, Piedra de Sol, 2011
Escribir en la muralla. Poesía política mapuche. Buenos Aires-Argentina, DLG Ediciones, 2011
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Notas para una trayectoria de la poesía de César Cabello (1976-)
Por Rodrigo Aravena Alvarado
Publicado en ALEJANDRÍA. Libros, lecturas y personas conectadas