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Un Hotel es una historia fragmentada
Contraportada de "Du Maurier" de Carlos Cardani Parra, Editorial Cuneta, 2016
Por Carlos Cociña
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Cardani Parra, instala al escribiente como recepcionista de un pequeño hotel en el centro cívico de la ciudad. En 76 días seguidos, noches seguidas, durante doce horas junto con el registro de los pasajeros de una noche o más, desarrolla la que él señala como una historia fragmentada, entre las pocas habitaciones y la calle. Ese espacio de noche se protege con la desconfianza y una reja metálica que dan seguridad a todas las jornadas, incluso aquella que ocurre entre el día 12 y 14. Siempre pasa algo, en un momento preciso, el de la llegada, la partida o alguna petición, más los comentarios de la mucama y el cuidador. Fragmentos que encierran toda una historia de personas, viajes, ciudades o pasiones de un día, que aquí se modelan como fantasías o recreaciones, donde, pase lo que pase, todo quedará limpio y se borrará cualquier señal de ruta. Los hitos fijos, aunque no inmutables para el recepcionista, son los del barrio, de su historia y la del país, entrevistos a través de la mampara y en los pocos sonidos que emergen de las habitaciones. Algunos transeúntes, habitantes de cuneta, y sobre todo pasajeros, emergen como si no supieran donde están o no supieran dónde ir, como si la ciudad hubiese cambiado durante el tiempo en que estuvieron en el hotel, o en algún momento del pasar. Paradójicamente, quizás los que más cambien son los viejos que traen un montón de bultos, que nunca pueden acarrear por sí solos, y que terminado el viaje se van con todavía más peso de vuelta a sus casas.
El trabajo en el hotel enseña que nada garantiza ni premia la buena voluntad, pero más importante es la indiscutible soledad de los pasajeros que, aunque viajen en parejas, aunque estén por trabajo, aunque Santiago les quede a medio camino de su destino final, nadie en la ciudad les ha ofrecido sus casas para alojarlos, y por ello se aprende, desde el puesto de recepcionista, que la soledad es un negocio muy rentable.
En las noches, en los inmensos ratos de ocio, después de leer, recorrer los pasillos, o estar sin hacer nada, se percibe que el aparato del Estado trabaja sigiloso, y marca cada historia anónima para los otros, e inmensamente pasional, para cada uno en su soledad, fragmentaria, pero impregnada de todas las historias.
El escribiente, desde el relato de un puesto fijo, sigiloso y acotado, que se relaciona con trashumantes, casi anónimos, despliega un espectro muy amplio de lo que ocurre en una ciudad, en un momento, que carga con toda una historia, de una sociedad que se transforma. Cada pasajero, y el propio amanuense, cree que deja las habitaciones absolutamente limpias, casi sin registro, pero el propio hacer dice lo contrario. Este libro es un excepcional ejercicio de escritura y construcción de memoria de un presente, una señal de ruta.
Julio 2016.