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Sobre Pentagram: la Crónica de Patricio Jara
Por Carlos Cardani Parra
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Las historias de las bandas son de dos tipos: Están las que cuentan cómo un grupo de amigos que por el azar se conocen, aprenden a tocar juntos y luego terminan montándose arriba de un escenario, comenzando una carrera tan larga como sea el talento, las ganas o la suerte. Y están las historias de ese mismo grupo de amigos, que viven lo mismo que los demás, con la diferencia de ser ellos los que cambian la música para bandas que vendrán después. Eso es Pentagram para el metal chileno, y como el presente libro de Patricio Jara lo afirma, esa es la importancia que tiene Pentagram para el metal mundial.
Todo parte con una historia de colegiales que conocen algo que los demás no: El Heavy Metal. Conversaciones de recreo sobre algo nuevo, que apasiona y se vuelve un sueño. Pero es el Chile de 1985, lo que forma un contexto musical, social y político, un Gran Todo que da por respuesta: No hay.
El contexto social y político es bien sabido. Cada país de la región es una isla incomunicada del resto, donde la desinformación interna campea y el mejor ejemplo local es Sábados Gigantes. Musicalmente recién se están conociendo las grandes bandas de heavy metal; llegan unos cuantos casetes importados a la mala y copiados hasta el hartazgo. Sólo algunos afortunados se pueden comprar los discos originales, de ahí queda poco que hablar sobre las posibilidades de hacerse de un instrumento y formar una banda.
Pero ya en Chile existen los grupos Pánzer, Chronos, Tumulto; bandas heavy metal que dan los primeros riff metaleros nacionales, pero aún muy pegados al rock clásico. Entonces ahí la genialidad de Pentagram ¿Y si hacemos algo más chacal? Misma pregunta que en paralelo se estaban haciendo otras bandas en Estados Unidos y Europa. Misma pregunta tratan de resolver Necrosis y Massakre, otras dos bandas chilenas tan pioneras como Pentagram, pero pocas veces mencionados en este libro. Quizá sea la falencia que tenga el libro de Jara, que hace ver sólo a Pentagram como la gran banda de esos tiempos, que era la única. Lectura errónea ofrecida para quien desconozca. Otro punto que no se explica bien es el por qué este libro es bilingüe. Lo que remonta a otra pregunta más específica aún, y que el libro da por sentado que todo el mundo lo sabe ¿Por qué las letras de las bandas metaleras chilenas son en inglés? Pues porque tanto la edición de este libro como las bandas de ese tiempo al momento de componer son pensadas y creadas para un público que está fuera de Chile, y apuntan desde el primer minuto al mercado grande de Europa, Estados Unidos y Japón.
Lo que sí está más que explicado es cómo Pentagram con tan sólo estos dos demos y con sólo seis canciones grabadas en el Chile de los ochentas, le baste para convertirse en una banda de culto a nivel mundial, y con eso pasen a ser una leyenda.
Esta leyenda que plantea Patricio Jara como crónica también se puede leer como una novela no escrita, o como una maqueta de narración para que alguien venga, monte todo y haga de esta historia literatura. Los diálogos están puestos con entrevistas a unos veteranos que cuentan cómo aprendieron el oficio. Anton Reissenegger y Juan Pablo Uribe son los que echan a andar la memoria, los protagonistas de esta narración. El Paseo La Palmas, Sammy’s Schop, el Manuel Plaza son las primeras locaciones. Hay una serie de personajes que van y vienen, cada uno tomando un instrumento en un momento determinado, reemplazándose entre sí. Luego vienen los quiebres, la muerte de Bey Peña, el viaje a Brasil y el choque con otra leyenda llamada Sepultura, los contratos que no fueron, la disolución definitiva, y rearmarse por separado con otros proyectos como Fallout. También está el intento fallido de volver, la ida a Europa de Anton que termina con Criminal, quizá la banda chilena con mayor trayectoria en el extranjero. Pero también está la vuelta a los escenarios de nuevo como Pentagram en gira por Chile, Estados Unidos y Europa. La trama es complicada y se demora años en concretarse, demasiados a gusto cualquiera. De ser una novela, esto termina en el estudio de grabación de su primer disco “The Malefice”, veintiocho años después de haberse fundado la banda. Y como toda culminación con un nuevo proyecto, este es un final abierto.
Quizá puestos adrede, hay bastantes cabos sueltos y preguntas implícitas que deja esta crónica ¿Qué se ganó? ¿De verdad que en cada disco de Criminal hay una canción de Pentagram? Y de ser así ¿Por qué Criminal no se llamó Pentagram? Pero por sobre todo ¿Qué hubiese pasado si Pentagram no se hubiese separado? No se sabe. Lo más seguro es que cada respuesta mataría al mito, algo que ni Patricio Jara ni los miembros de Pentagram quieren que pase.
