Seductora levedad Reseña a Mi misma de Cecilia Casanova,
Edic. Rumbos, Santiago de Chile, 2001 56
pp. Por Bruno Cuneo El Mercurio (Santiago) dic. 15, 2001, p. 10 (suplemento "Revista de libros")
Seamos breves. Al lector acostumbrado al infinito juego de las sustituciones
simbólicas, la poesía de Cecilia Casanova lo priva de comentario. De ella se nos ocurre
decir, para no librarnos de un juego al que, quizá, estamos demasiado acostumbrados, lo
que Roland Barthes decía del Haikú: el lenguaje se adelgaza aquí hasta alcanzar las
consistencia mínima de un trazo ligero, recortado en el tiempo, por el que las cosas
comparecen como puro acontecimiento, ya no como sustancia: “Tras la blancura / de
las cortinas de gasa / unas ramas me llaman / Pegado a mis huesos / el silencio / como
un muerto al musgo” (“Llamado”) Pocas veces el lenguaje alcanza semejante levedad y
Cecilia Casanova posee el magisterio indiscutible de saber como lograrlo: “En lugar de
un collar / Cuélgate palabras / Cisne / Pila / Nenúfares” (“Colgante”)
Mi misma continúa la línea de El sonido de las estrellas, que la pintora y poetisa,
cuyo primer libro data de 1949, publicara hace ya un par de años. Entonces la
comparación con la poesía de Emily Dickinson nos parecía inevitable y, aún hoy, esa
relación se nos ofrece inalterable. Poesía esencialmente femenina, en el mejor sentido
de la frase de John Donne —“la mujer es secreta / apariencia pintada”— y de todo lo que
de ella pueda resultar para la constitución de una poética adecuada a esa condición:
entre el secreto y la apariencia, en el hiato que, a la vez, une a ambas y las separa, he allí
el “texto místico”, en el que la palabra deviene pura seducción y traza o vuelve audible
el juego de luz y sombra, de sonido y silencio, librado entre el fuero íntimo y la
superficie de unos acontecimientos en desbandada: “Los niños / corrían por el bosque /
que crujía como una bisagra / El / con su procesión por dentro / ella / con la facultad
de oír” (“Paseos”). Una palabra de más equivaldría aquí a cuatro barcos en una rada.
Todo se juega en le mot juste, como pedía Flaubert, capaz de dar con lo que sucede, alla
prima, ni por el lado de su sola superficie, ni por el lado de su improbable profundidad,
en su puro acontecer o aparecer seductor y sugestivo: “Comulgo bajo los árboles / el
alpiste / Desde una fuente donde mueren las hojas / risas de niños me bendicen / Esa es
mi misa / mi mística / mi misma” (“Mi misma”)
Cuando el mundo amenaza con volverse grave, como una piedra, decía Calvino, la
literatura está llamada a quitar peso. Cecilia Casanova lo ha entendido bien: su poesía
no es ingenua, también ella se resuelve entre “la levitación deseada y la privación
padecida”. Sus recuerdos de Adolfo Couve o Enrique Lihn en Mí misma, aportan una
buena prueba. También aquellos que remiten a ese acontecimiento, desarraigante e
incapaz de palabra, que se hace llamar sólo por su fecha: “el 11 de septiembre”,
bifronte, también él, como la mirada de Jano o de Medusa. La levedad y no el espejo,
como se sabe, fue la estrategia de Perseo.
Poemas de "Mi misma"
Ediciones Rumbos, Santiago de Chile, 2001, 56 pp.
DE ALGUNA MANERA EXISTES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . A Enrique Lihn
Por la noche
Te perturba tu estado
¿y sales?
Entonces cruje mi velador
y aunque mi corazón se desbande
me conmueve saber
que de alguna manera existes.
PARA ADOLFO
Las gaviotas
marcan cruces en la arena
también ellas
están de duelo
por ti.
DESPEDIDA
La fuente
se adelantó a la pena
de la despedida
Chinchosas palomas
desde el alero
alardeaban su celo
Si alguien
hubiera entrado a la habitación
habría visto sólo la cama
El amor
los volvió invisibles.
VERANO
Hagamos cuenta
que el invierno
jamás podrá alcanzarnos
Aunque te confieso
que me habría encantado
oír otra lluvia contigo.
MI MISMA
Comulgo bajo los árboles
el alpiste de los pájaros
Desde una fuente
donde mueren las hojas
risas de niños me bendicen
Esa es mi misa
mi mística
mi misma.
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Reseña a "Mi misma" de Cecilia Casanova.
Edic. Rumbos, Santiago de Chile, 2001 56 pp.
Por Bruno Cuneo.
El Mercurio (Santiago) dic. 15, 2001, p. 10 (suplemento "Revista de libros")