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Una poesía leve y fantasiosa

Reseña a Estudio Número Cinco de Cecilia Casanova, Monte Ávila Editores, Caracas, 1982, y
Poemas hipnóticos (Taller Nueve, 1983) de Rossana Byrne

Por Ignacio Valente
Publicado en El Mercurio. 14 de agosto de 1983


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Leve y fantasiosa es la poesía de dos mujeres que, por lo demás, difieren grandemente: Cecilia Casanova comenzó a publicar en 1949, va por su sexto libro, y cultiva una poesía breve, con tendencia al epigrama, figurativa, anecdótica y desenvuelta. En cambio Rosanna Byrne recién empieza su trayecto literario, con unos “minicuentos” —así los llama ella, por razones poco claras—: pequeños poemas en prosa de corte más o menos surrealista. En uno y otro libro hay bastante relleno, pero es grato rescatar en ellos ciertos poemas que se salvan, y por razones parecidas en ambos casos: por un buen sentido del humor poético en el libre juego de la imaginación creadora, por una libertad graciosa que se percibe sin dificultad como esencialmente femenina.

Estudio número cinco (Monte Ávila Editores, Caracas) se titula el libro de Cecilia Casanova. Contiene un tipo de poema corto y leve, con descripciones y anécdotas que a veces se esfuman en la insignificancia y a veces terminan dando en el clavo. Es lo propio del epigrama: jugárselo todo en el final (es también lo propio de los chistes: por brillante que sea su desarrollo, nadie los aprecia si no terminan en forma brusca y sorpresiva).

Ilustraré este punto de vista con dos poemas de hechura semejante, frustrado el uno, acertado el otro. Dice el primero: “Hoy se divierte dentro de mí un mago/ Nada por aquí nada por allá/ Finalmente, te hace aparecer/ como a un gran conejo/ Desde un tiempo/ en el pequeño escenario/ el telón se levanta al humor negro”. Sigo con interés el ingenioso planteamiento —un mago dentro de mí—, aplaudo la figura del conejo, pero cuando esperaba un final a la altura de ambas imágenes, solo encuentro ese escenario desvaído donde, en vez de aparecer el humor negro como actuado en la palabra poética, se lo presenta como simplemente mencionado —sin humor—. Obsérvese, en cambio, el caso a la vez parecido y diverso de este otro poema: “Un ángel toca dentro de mí/ a Albinioni/ Mi exaltación/ mi deleite/ rompe todos los cánones/ No sé si estoy junto a Dios/ o a los momentos de mayor pasión contigo/ Quizás es la medida/ el equilibrio/ entre la tierra y el cielo”. El punto de arranque es análogo: tanto el mago como el ángel actúan “dentro de mí”. El breve desarrollo es ingenioso en ambos casos. Pero tan banal es el escenario del humor negro en el desenlace del primer poema, como lograda es la referencia cósmica o apocalíptica en el broche final del segundo poema.

El problema de Cecilia Casanova está en saber o no saber cerrar, definir, clausurar sus textos a la altura de su desarrollo. Citaré un ejemplo de índole muy distinta: un poema cuya atmosfera, además de ingeniosa, es lacerante por su viva impresión de desamparo, desolación, fugacidad: “Sin padre/ ni madre ni perro que te ladre/ arrancas las hojas del calendario / mientras llueve de abajo para arriba / y en tu cuarto se acentúa ese aire de estación / de paradero/ con los muros tapados de postales / y de niños que crecen por fotografías/ Entristece pensar que así como se han ido estos años/ pueden irse otros todavía/ haciéndosenos tarde para todo / menos para comprobar/ lo que tú y yo hemos sufrido”.

Casi todo está bien en este poema: la brusca y sentenciosa rima consonante de los tres primeros versos, la insinuación del paso del tiempo a través del calendario y la estación y el crecimiento fotográfico de los niños, la fuerte imagen del paradero, la aguda desolación del escenario, y aun los versos semifinales, que se aprestan a sacar la conclusión; pero cuando ésta viene en los dos últimos versos, que necesitarían ser sabios o ingeniosos, o las dos cosas a la vez, nos encontramos con un desenlace de bolero, que puede ser verdad como contenido y aun como raíz del poema, pero que no es verdad como palabra poética, por convencional. En cambio, otros poemas brevísimos, donde el principio y el fin se confunden, no muestran esa caída; así este Tú, ligero poema de amor que señala la mejor altura de Cecilia Casanova: “Fuera de ti/ todo es inventado./ Si soñé con mil príncipes/ fuiste el único rey”.

Leve y fantasiosa es también Rosanna Byrne en su primer libro, Poemas hipnóticos (Taller Nueve), pero lo es en forma muy diversa. En vez del verso breve y sincopado prefiere la escritura en prosa, en forma de “microcuentos”, si bien se trata esencialmente de poesía. En cada uno de estos breves textos juega con todas las posibilidades de lo gratuito, de la asociación de imágenes remotas y distantes, de la ruptura del espacio y del tiempo, en un juego liviano y agradable —casi sin pretensiones—, cuyo nexo con la realidad viene dado por cierto clima —"microclima"— que las imágenes sugieren en su fantasiosa gratuidad. El desarrollo es casi siempre narrativo dentro de estas atmósferas de sueño, no siempre logradas. Citaré una de ellas, ingeniosa, pero, a la postre, inexpresiva: “Detenida fotográficamente en el muelle, uso por primera vez los zapatos de mi abuela. Desde lejos se distingue la gamuza de buena calidad, el botón de cristal. (Para lucirlos, me arremango el abrigo, que por el frio permanece congelado). Converso muy de cerca con un vendedor sonriente. Saliendo del agua un boticario se acerca a decirme algo”.

El juego, en textos como éste, no es más que juego. Pero hay otros muy diversos, donde la gratuidad de las imágenes está al servicio de la expresión y aún del misterio. Por ejemplo: “Entraron a la casa. Aterrizaron aviones bruscamente en el jardín. Recibían ofertas muy interesantes bajo una luz muy fuerte. Las ventanas se abrían solas de par en par, y de noche las camas navegaron por los dormitorios, a veinte centímetros de sus ocupantes dormidos. La casa termino posada sobre rocas en altamar”.

Quizás este poema es tan indescifrable como el anterior, pero los separa toda la diferencia que media entre lo simplemente ingenioso y lo realmente enigmático. Los paseos oníricos de Rosanna Byrne, bailando en la cuerda floja de la gratuidad de las imágenes, son mejores cuando a través de ellos se asoma a cierta forma de realidad. Y me alegra constatar que sus textos, leves y fantasiosos como los de Cecilia Casanova, incorporan también una virtud esencialmente poética: el humor.


 

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