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Cecilia Casanova
La mujer silenciosa que mira osos bailarines y cisnes de hielo

Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, 21 de abril de 2014

 


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La poesía de Cecilia Casanova, durante ya más de seis décadas, se ha desarrollado a muy baja frecuencia, no sólo porque siempre ha circulado de manera discreta y silenciosa, por lo menos si se la compara con la de sus contemporáneos más sonoros de la llamada “generación del cincuenta”, sino también porque su propio carácter, su tono, su imaginario y hasta su léxico remiten a un espacio diminuto de intimidad, recato y contemplación de las cosas ínfimas, cotidianas o familiares.

Eso ha cambiado en parte por estos días, ya que la Editorial UV de la Universidad de Valparaíso acaba de publicar Poesía reunida, una antología que recorre todos sus libros en verso, preparada por Diego Alfaro Palma y prologada por Adriana Valdés. Como complemento, al final del volumen se incluye un anexo con textos de Jorge Teillier, Enrique Lihn, José Miguel Varas y la propia Valdés acerca de la poesía de la autora.

Carácter femenino.
Gran admirador suyo, Lihn reparó en un rasgo esencial de Cecilia Casanova: el particular carácter femenino de su obra. En una época en que las mujeres aún enfrentaban el hostil murallón masculino de la poesía chilena, Lihn observó que ella se distanció naturalmente de las soluciones usuales “al (falso) problema de la femineidad poética”, que hasta entonces (años setenta) aparecían siempre como reacciones impostadas, ya fuera por el lado de escribir “engruesando la voz” o bien por el de caricaturizar el género en la “supermadre que rima rondas infantiles” o la “amante contrariada y frenetizada”. Ella apela más bien a la búsqueda de lo genuino, de modo que la femineidad no es un instrumento expresivo o un argumento, sino una de las bases de su experiencia poética.

Osos bailarines.
Cecilia Casanova ha planteado una poesía intimista y concentrada, que no sólo pareciera pasar por alto el debate literario entre machismo y feminismo, sino que está marcada por el retraimiento y la hipersensibilidad a los pequeños estímulos: una poesía de casa, de jardín, de abejas que entran a la cocina enredadas en un racimo de uvas o de pájaros repentinos que sin decir nada hablan de las tensiones en las relaciones humanas, del amor inconmensurable, de la pérdida, del breve consuelo que dan los hallazgos solitarios de belleza en medio del tráfago cotidiano: “Todo es blanco desde mi ventana / menos dos árboles / que bailan como osos / entre la neblina”.

Pares luminosos.
El humor al lado de la tristeza, la catástrofe detrás de lo maravilloso, la pequeñez que antecede a lo inmenso. En estos poemas suele haber ese tipo de pares, que llevan lo negro hacia lo blanco o lo trágico hacia lo misterioso. Con su brevedad, muestran sólo un flash de la escena, convirtiendo toda una situación dramática en sólo una imagen como ésta: “En la mampara / sin mirar hacia atrás / incólume a todo desastre / flota un cisne de hielo”

Sombras cada vez más largas
Sin duda la muerte de sus familiares y de sus amigos es una de las constantes en la poesía de Cecilia Casanova. La sombra de los seres perdidos, además, se vuelve un aviso acerca del fin y de la fragilidad del presente. Escribe por ahí: “Del frondoso árbol / sólo quedan varillas / y un pájaro en una punta / El invierno se pega a la cama / a mis recuerdos / a la noche que se alarga”.



 



 

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La mujer silenciosa que mira osos bailarines y cisnes de hielo
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, 21 de abril de 2014