La previsión política
Por Carla Cordua
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 14 de septiembre de 2008
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La razón por la cual la filosofía política no coincide más que por casualidad con la acción política tiene que ver con la rapidez de los tiempos o con el orden de las cosas. El espíritu corre detrás de los sucesos y los piensa una vez que se han manifestado plenamente. Cualquiera de estas razones es una buena explicación. La segunda parece más interesante, debido a que la posterioridad del pensamiento político es un rasgo permanente y persiste cuando el cambio es lento o insignificante.
Las principales ideas políticas que se disputan la opinión del siglo XXI proceden de los siglos XVIII y XIX: la democracia liberal capitalista, del XVIII; el socialismo, del XIX. En el siglo XX, que trajo los cambios más vertiginosos de la historia universal, el pensamiento político no produjo novedades duraderas que desplazaran estas proposiciones. Hay, sin embargo, una tercera manera de pensar, alternativa de los viejos contendientes que coinciden en reconocer el poder del pasado. Los "globalizadores" proponen actuar políticamente considerando sólo el futuro deseable. Entienden el pasado y
el presente como sitios de paso neutros frente al porvenir conveniente, que únicamente dependería del conocimiento ya adquirido y de la tecnología disponible ahora. Cuentan con la supuesta diferencia entre un futuro natural y uno factible a pedido. Se distinguen del socialismo y de la democracia tradicional porque no presuponen tradiciones y costumbres, un hipotético estado comunista originario, un pasado de conflictos que superar. El carácter del futuro se determinaría sólo por lo tecnológicamente previsible y sería, por ello, alcanzable simultánea y universalmente por cualquiera. Vivir ahora significaría tener la posibilidad de poner en acto la previsión de lo posible. Esta escapada hacia el futuro, particularmente convincente en las Américas livianas de historia y en el Oriente recién llegado a la tecnología europea, parece una alternativa al pensamiento político heredado, pero es la versión, enmascarada de modernismo, de una utopía que precedió a la democracia liberal y el socialismo.
Utopía no es sólo aquello que está en ninguna parte; consiste sobre todo en presumir que disponemos del futuro, un tiempo del que no se sabe nada seguro, preciso, ni siquiera si lo habrá. Se dirá que las técnicas de proyección de los procesos de desarrollo hacen posible precalcular lo que viene y que el futuro ha dejado de ser imprevisible, como lo fue antes de la ciencia y la técnica actuales. Se cree que el porvenir se tornó relativamente previsible para la planificación. Hay, sin duda, sectores sociales circunscritos en los que se obtienen resultados previstos. Pero su
importancia depende de que el marco al que pertenecen, que define su sentido y funciones, sea siempre el mismo. Si su relación con lo englobante cambia, hay que reevaluar radicalmente los resultados en una dirección desconocida y con nuevos criterios. Lo que será no puede ser precontrolado en su conjunto y es de éste de donde las partes sacan su sentido y funciones.
Los técnicos y científicos iraquíes al servicio del gobierno de Saddam Hussein operaban razonablemente dentro de una situación conocida, que los facultaba para proyectar el futuro de su productividad petrolera. ¿Se les podía exigir que supieran y tomaran en cuenta lo que les ocurrió? Ciertamente no. Operaban, como todos, en vista de un futuro imaginado que al cabo resultó ser una fantasía.