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JUAN LUIS MARTÍNEZ: ALGUNAS PREGUNTAS

Por Carla Cordua
Seminario “Juan Luis Martínez; a 30 años de la Nueva Novela” 29 de agosto de 2008



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Este homenaje al poeta se denomina "Treinta años de la Nueva Novela"; (a qué se refiere este aniversario, precisamente? El libro, que no se deja ni ubicar ni explicar fácilmente, tampoco agrupa otras fechas incuestionables a su alrededor. Se ha dicho que Juan Luis Martínez se demoró ocho años en escribir la obra, pero también, y procediendo otra vez de buena pluma, se ha sostenido que los años de composición fueron diez y no ocho. Puede que para el libro cualquiera de los dos trechos de lo mismo. Pero cuando se trata de aniversarios y recordatorios la cuestión del número de años no es indiferente. La vida del poeta fue breve y resulta aún más corta si la medimos desde sus primeras actuaciones como autor publicado y leído más allá del círculo de sus amigos cercanos. Por eso interesa la cuestión de las fechas y de los años productivos: resolverla puede ayudarnos a despejar algunas de las perplejidades que suele ocasionar la poesía de Martínez. Sabemos que La nueva novela fue presentada en 1971 para publicación en la Editorial Universitaria, esto es, cuando el poeta tenía treinta o treinta y un años. ¿Quiere decir esto que el poeta había comenzado a escribir la obra a los veinte? ¿Qué fue, precisamente, lo que proyectó y comenzó a escribir a esa edad? La pregunta se impone debido a que resulta inverosímil que un muchacho, que había dejado temprano los estudios secundarios y se había entregado a lo que antiguamente se solía llamar la vida bohemia, dispusiera desde el principio de una noción conjunta de un libro ultra moderno como el que conocemos. Esta obra depende de muchos conocimientos, de variadas lecturas, de autores e ideas que todavía hoy siguen pareciendo sofisticados y remotos a muchas personas de nuestro medio. No sabemos mucho sobre el pensamiento y los planes iniciales de Juan Luis Martínez. Parece probable que La nueva novela no fuera prevista por su autor desde el comienzo tal cual es en sus características principales. De modo que se impone la pregunta: ¿qué fue lo que el poeta comenzó a los veinte años? ¿Inició la búsqueda de materiales disímiles al azar de las conversaciones y de las lecturas, de los descubrimientos y de las ocurrencias, pero sin un plan general, o, más bien, se dispuso a componer el libro que tenemos ahora, una obra de largo aliento, a sabiendas de que solo podría completarla a paso lento? No lo sabemos aunque nos interesaría poder resolver cuál fue el caso.

¿Habrá todavía quien haya presenciado este surgimiento y lo recuerde con claridad? ¿Gentes cercanas al futuro escritor durante sus primeros pasos, personas memoriosas que pudieran sacarnos de dudas? Pues si a los veinte años Juan Luis Martínez ya había desarrollado la audacia para separarse de los modelos más obvios que circulaban en Chile durante la década de los años sesenta, y pudo pergeñar entonces un proyecto poético independiente hasta la extravagancia y tan seguro de sí como para llevarlo a cabo sin flaquear a lo largo de los años dedicados a su composición, podríamos decidir que el libro al que rendimos homenaje procede de inicios geniales. Ello equivaldría a afirmar que esta obra no surge de una conjunción feliz de diversos azares sino de la genialidad, un origen muy distinto. Claro que antes de decidirse por esta interpretación, debemos considerar la posibilidad alternativa. Que consiste, en lo principal, en admitir que buena parte del desconcierto que inspira el libro hasta ahora, se debe acaso a la poderosa presencia del azar en su composición. La vertiginosa libertad con la que el poeta habría procedido a mezclar elementos provenientes de los lugares más incongruentes, para juntarlos luego en la página a la que decidió destinarlos, correspondería a la libertad negativa característica de la falta de una inserción social formadora y capaz de guiar hacia metas comunes con otros. De ser este el caso, la obra carecerá de una brújula cultural, resultará rica en extrañas vecindades, se dedicará a reunir cosas tan distantes como diversas entre sí que el solo hecho de que se les atribuyan relaciones rayará en lo inverosímil. El tiempo de la obra tenderá a constar de simultaneidades anacrónicas y el espacio, de esquinas, no de encuentros sino de desapariciones. Estos rasgos excluyen la posibilidad de interpretaciones capaces de referirse coherentemente al conjunto, debido al cultivo de la incoherencia como valor humorístico. El autor declaró, en efecto, en una entrevista que el exceso de interpretación le restaba humor a su poesía. ¿Pero, cuánta interpretación es excesiva? ¿A qué poetas les han importado los derechos del humor tanto como los derechos del sentido de su poesía? Otras palabras del autor apuntan hacia los rasgos desconcertantes de La nueva novela. Cito: "A cierta altura de la vida, se tiene la sensación de haber vivido varias vidas distintas; se recuerdan distintas personas y distintos grupos de personas en épocas distintas (...) El pasado aparece así con un carácter fantasmal y fragmentario algunas veces, y otras con la plenitud luminosa de un éxtasis anhelado que tampoco se cumple. No hay buenos ni malos recuerdos, solo hay una memoria discontinua que parece soñarse a sí misma".

Esta descripción de la propia vida, de la memoria y el pasado personales, carcomidos por la irrealidad y asociados al éxtasis, al sueño, a la discontinuidad fantasmal y a la incertidumbre, aunque autobiográfica, se parece mucho al resultado de la escritura de Juan Luis Martínez en La nueva novela. Este parecido entre la experiencia de su vida y el estilo de la obra del poeta, parece autorizar que tengamos presentes algunos datos biográficos para entender el libro. El adolescente que le volvió la espalda a la precaria cultura de la escuela nacional no se volverá a someter más adelante ni a las disciplinas sociales establecidas ni a las instituciones encargadas de trasmitirlas a las próximas generaciones. Cultivará, más bien, el desdén irónico y el humor hacia la normalidad doméstica y social de Chile. Es obvio que para la mayoría de las personas la escuela representa la oportunidad de incorporarse a la comunidad. En parte esto se logra desarrollando habilidades que permanecerían dormidas sin las disciplinas forzadas de la enseñanza oficial. Desbravando escolares se hacen ciudadanos. Pero algunos críticos de la escolaridad usual estiman que esta solo podrá desempeñar su función social aglutinadora en la medida en que destruya la espontaneidad inicial del escolar individual. La independencia personal y la originalidad del individuo serían el precio que hay que pagar por la socializaeion. Si alguien se sustrae al proceso de socializacion normal por las razones que sea, quedara, por una parte, al margen, de los beneficios de la educacion pero, por la otra, escapará al sacrificio de su espontanea independencia.

Considerando que Juan Luis Martínez abandonó temprano la escuela secundaria, para entrar inmediatamente en relación con escritores y poetas que leían obras en las que la experimentación moderna y la voluntad de producir novedades sorprendentes se ejercían metódicamente, es posible que los desconcertantes caracteres de La nueva novela, procedan en alguna medida del encuentro fortuito de una mente casi virginal con las invenciones desafiantes de la modernidad importadas de Europa. En suma: el interés por los años iniciales de la poesía de Juan Luis Martínez y por el período al que cabe asignar estos primeros pasos, está ligado al deseo de comprender mejor al autor y a su obra. No digo que podamos resolvernos por una de las alternativas que menciono aquí y que, en consecuencia, podamos desechar la otra, pues estamos en un terreno resbaladizo que reclama mayor información biográfica e histórica. Pero creo que entre las dudas que sugiere la lectura de La nueva novela, podríamos incluir una pregunta sobre la personalidad del joven poeta.

¿Fue Juan Luis Martínez un genio, de esos cuyas dotes no tienen ni explicación, ni antecedentes, que ocurren raramente, pero que una vez que se manifiestan iluminan y configuran de tal modo la vida del colectivo que los vio nacer que en torno a ellos cristaliza una situación cultural en la que su existencia aparece como necesaria y comprensible? ¿O la obra de Martínez viene, en último término, de una feliz e inverosímil coincidencia? Sabemos que el arte moderno buscó liberarse del pasado buscando inspiración en culturas que a juicio de Europa eran primitivas. La sed de renovación buscó modelos en pueblos supuestamente nuevos, no desgastados por la historia. Juan Luis Martínez, el muchacho desorientado, educado sólo a medias y nacido en un país poco exigente, se encuentra con que la improvisación insolente, la invención humorística y la falta total de asimilación respetuosa de la tradición, tal como se la practicaba en Europa, lo autorizan a probar su propia mano en el estilo moderno, pero separándolo de sus contenidos, ejercicio que se le habría dado fácilmente gracias a la liviandad de su bagaje. La nueva novela expresaría, por una casualidad feliz, el ideal de la independencia desnuda frente a las tradiciones que se había convertido en una meta principal del arte moderno.

Puede parecer raro, sin duda, que se ofrezcan, como hago aquí, nada más que preguntas sin resolver como homenaje a un poeta. Pienso que tal vez podamos encontrar las respuestas que a mí me faltan si quienes lo conocieron nos cuentan lo que recuerdan. Pues La nueva novela es una obra tan diferente y única que no basta con reconocer en ella rasgos aislados que se relacionan con movimientos artísticos de la época: aunque por momentos surrealista, modernista, constructivista y deconstructivista, polifónica, humorística e irónica, mosaico de citas, de diseños y de juegos, y otros rasgos culturalmente significativos, no representa a ninguna de estas posiciones de una manera decidida y cabal. Está dedicada no a representar a otra cosa que a sí misma, sino, más bien, a su propia existencia solitaria y, en último término, única, tal vez inclasificable. Por eso no crea escuela, no funda movimientos, no tiene discípulos o continuadores. Tiene, en cambio, lectores, comentaristas, intérpretes y admiradores, que, por inspirarse en Juan Luis Martínez, no forman sociedades ni clubes, sino solo se reúnen, de vez en cuando, para recordar los treinta años de La nueva novela.



 

 

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