Me sumo a Diego Alfaro
A propósito del artículo "La decadencia de la poesía" de Felipe Ruiz.
Por Cristian Cruz
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Hace mucho no leía un contrapunto tan clatro y contundente sobre la realidad poética chilena actual. Sí es cierto, los novísimos tuvieron su tiempo, lo tuvieron todo, revistas, encuentros, pasajes, exportación de sus obras. Y qué, qué pasó. Lo que pasa es que la tradición y el rigor poético chileno son certeros y justos. Recuerden el cuento de los tres chanchitos, el que construye a la rápida, viene la poesía chilena y lo bota de un suspiro. Concuerdo con Alfaro, existe en la provincia, en la marginalidad santiaguina, en el cuarto silente, poetas que trabajan, y eso produce seguridad, estabilidad y hace sentirse poeta. El poeta no debe significar pompa, éxito mentiroso, autobombo. El poeta debe ser, y debe ser en comunión con otros. Leer cuidadosamente un libro y tratar imperiosamente de encontrar sus aciertos y desaciertos, leer a los viejos, comentar seriamente a los nuevos, ser humilde en el comentario, pero justo en las palabras, en definitiva ser educado poéticamente.
Creo, que lo que pasa con Ruíz, contra quien no tengo ningún problema, es que trataron en su momento de hacer un grupo, un grupo (que poco estudiaba la poesía, salvo contadas y escasas excepciones) sin un carácter de cordialidad hacia el mutuo respeto. “Se agruparon solamente para destruirse en voz baja y con un grado de cordialidad”.
Existe una red inmensa en este Chile que sigue escribiendo, leyendo y trabajando poéticamente. Haciendo comentarios de libros, entrevistas y todo lo que se requiere para que siga la cosa. La poesía no es para los peluqueros o las señoritas en palabras de Pablo de Rokha, pero si puede ser vista desde lo escrito, que es lo quedará realmente, y no desde un carácter psicológico figurativo nacional, porque realmente lo que la novísima escribió no da para más.