LOS POEMAS OLVIDADOS UNA TARDE
Poesía de Williams Vilches Flores.
Editorial Forja, 1era edición diciembre de 2011, 52 págs.
Prólogo de Cristian Cruz
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Entrar en un libro de poesía significa caminar junto a las visiones del autor, a los ritmos del autor y a los soliloquios del autor. Se exige atención extrema y mirada aguda para detectar los momentos de plena magia en la poesía desplegada por aquél. Así pues, me toca adentrarme en este mundo poético de Williams Vilches Flores, poeta con la convicción plena de un lenguaje que sostiene su mundo y su mirada sobre el resto de las cosas.
Los aspectos más relevantes que cruzan la escritura de Vilches se acercan a la contemplación. Es ese espacio de la observación y la dicha los que toman un vuelo superior en el libro, así encontramos estos versos: “Afuera / la lluvia y el viento/ lavan los tejados./ Adentro/ la casa duerme / profundamente / y en silencio” .
Si hacemos filiaciones con nuestros poetas tutelares encontraríamos canales comunicativos con espacios de la poesía china, nacida de la dinastía Tang. Puesto que la contemplación supera el análisis en la figura y en la temática, Vilches apuesta en la tercera parte del libro por un regreso a la simpleza. El sustento para esos poemas se acrecienta, al tomar el autor una serie de elementos relacionados con el romanticismo de un Rubén Darío de finales del siglo XIX. Afloran jardines añosos, parques otoñales y elementos como cielos, nubes y riachuelos primaverales. El soporte de estos poemas entonces son la valorización por espacios escasamente encontrables. El paisaje toma mayor valor puesto que representa las imágenes internas del poeta, imágenes que resaltan un paraíso perdido en palabras de Rilke, pero que se puede rescatar desde la memoria y la infancia.
En ciertos pasajes de estos “Poemas olvidados una tarde” Vilches se acerca sutilmente a la conjunción de miradas con nuestro poeta tutelar Jorge Teillier, quien encarna en nuestro mundo poético chileno, la nostalgia y la dicha del regreso. Es así que encontramos los siguientes versos: “Mientras haya una luz que se filtre /en medio de este cielo atiborrado de nubes /seguiré creyendo en el silencio de la noche/ y en la esperanza que navega sobre el río/ aunque nadie me vea y todos se hayan ido”.
Una mirada global del texto nos entrega la siempre atención del poeta por poetizarse y ser él en primera persona quien va entregando sus impresiones y latencias. En ese tránsito se develan el amor y los amores familiares. Ese sentido de la ternura cruza como telón de fondo las páginas del poemario. El poeta se entrega respuestas a sus interrogantes, aunque no entrega verdades pues “La poesía no representa la verdad absoluta, si no una forma de sobrellevar la realidad”. Así logramos dar con estos versos que asumen un estado frente a la realidad, que se abalanzan contra lo que nos aqueja y que aqueja el entorno del poeta: “Sólo miro el mundo a través de la ventana/ A veces entra el aire fresco desde el mar” o “Las flores crecen a su antojo y se marchitan/ durante las estaciones que pasan translúcidas/ mientras busco las palabras que describan/ el estado permanente de las cosas”.
El diálogo permanente con el mundo que nos rodea significa también un diálogo con el profundo mundo que nos desborda. En esa red invisible la nostalgia es una forma de comunicarse, que sea pues esa red una forma de charlar entre el poeta y estas palabras, junto al saludo fraterno a estos “Poemas olvidados una tarde” y a su autor Williams Vilches Flores.