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Volver a habitar el país de nunca jamás
Poemas de Cristian Cruz

Publicado en 49 Escalones
13 de noviembre 2023



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En la constelación un tanto enrarecida de la poesía chilena contemporánea, la escritura de Cristian Cruz (1973) ocupa un lugar singularísimo. Por un lado, buena parte de lo escrito por él puede verse y leerse a contrapelo de la así denominada “Generación de los 90”, es decir, ese puñado de autores que articularon una serie de proyectos poéticos disímiles a fines del siglo pasado y que aún pueden considerarse como presencias toleradas en el campo literario actual, en tanto se adecuen a la hegemonía discursiva imperante y que permea buena parte de lo que se pretende entender o hacer pasar por poesía con tal de no ser dejados a la deriva. Por otro lado, en más de una oportunidad, lo escrito por Cruz ha sido leído por un gesto de mera comodidad como una especie de revival neolárico de nostalgiosas necesidades compensatorias de esa manera de entender la poesía a la que le urge a toda costa un arraigo a lo que sea. Fuera de aquel modo o simplemente de otra manera, el caso es que la poesía de Cristian Cruz, con el correr de los años, obedece a otras directrices por lo que ha ido encontrando su propio horizonte de expectativas. Entre ellas una concientización de la precariedad que implica el distanciamiento de toda ilusión. En los mejores poemas últimos de Cruz, como los que vienen en esta breve muestra, asistimos a la exposición desnuda de una subjetividad carente ya de adornos ilusorios a la que se entregaba la ficción lárica en tanto relación mágica con su entorno. Tenemos más bien una presencia activa de una cotidianidad abismante, herida por su propia carencia de señas salvíficas o gestos redentores. Acá todo se ha vuelto inmanencia. Todo se ha vuelto contemplación desgarrada que desiste de la epifanía que aún, hasta hace unos pocos lustros, la imaginación lárica prometía como compensación frente al desastre vital y cultural de nuestro entorno. Lo que Cruz escribe no es tampoco mero dato realista (y bien alejada se encuentra su propuesta de la así llamada “poesía documental”), sino una exploración doliente del intersticio que se abre a la percepción y la memoria de aquellos parámetros, en apariencia graníticos, de la mentada realidad. En los poemas de Cruz se reivindica una respiración que descansa más bien en el desencanto que en la constatación verosímil de datos o discursos superpuestos con afán antropológico. En Cruz hay otra cosa: una poesía que aún se atreve a proponerse como lírica, en tanto sigamos pensando que la lírica es expresión de una voz doliente por la carencia y que invita a revisitar la infancia, los lugares y ser alimentada por la memoria, pero sin el anhelo de perpetuar o traer a presencia aquello que ya ha sido y que ha escapado entre nosotros.

 

 

Una bella noche para bailar Rock 

Esta es una bella noche para bailar rock. 
A mi padre lo trajimos muerto desde Santiago, 
La familia quería verse reunida por fin: 
nuestra madre sólo recibía órdenes de la familia, 
«Tú eres el encargado para irte con tu padre en la carroza». 
Bien, asentí, y fui a comprar cigarrillos. 
A la salida de la ciudad le pedí al chofer que prendiera la radio,
                      / nos pusimos a fumar. 
«Mi padre fumaba también», dije. 
Ya en la carretera buscaba una emisora; 
las radios aquí se escuchan mal producto de las montañas. 
«Escuchemos un cassette», dijo el chofer. 
Colocamos la cinta, una selección de rock argentino, 
y luego preguntó si fumaba cannabis. 
Fumamos mientras avanzábamos
                / por las montañas y la carretera. 
Al llegar bajamos el féretro de papá, 
le di las gracias al chofer por el viaje. 
Hoy como hace dieciocho años 
pienso a quién debo traer de la gran ciudad, 
para que la familia esté unida 
para que la familia sea feliz.

 

 

La trama

El poema es la trama que está sobre nosotros sin darnos cuenta,
es la avioneta que deja entrar su ruido por la ventana
y pensamos en el piloto que mira nuestra casa.Entonces la avioneta es el poema que está sobre nosotros
y el piloto es el que escribe en su libreta;
         / que ha visto una casa, un auto varado en el patio,
una hilera de árboles azotándose contra el viento
y dos o tres pozas de agua, que son dos o tres
                                                 / espejos si están quietas.
Continúa diciendo el poema que sobre el techo de la casa
la sombra de la avioneta o bien la sombra del poema
                           / era una mujer con los brazos abiertos.
Nosotros que a esa hora dormíamos en casa
interpretamos el sonido del poema
que entraba por la ventana;  
más bien era el sonido del cielo,
porque las avionetas son el sonido del cielo.
Pero era el poema que ululaba tras los visillos
                                              / para que yo lo escribiera.

 

 

De cómo miro por la ventana

Me acerqué a la ventana a mirar el paisaje,
pero no era el paisaje, era yo que estaba allá afuera como un corpus,
y cuando te digo corpus es que los árboles flotando podrían ser mis brazos
/o mis piernas, no es seguro, tómalo como ejemplo;
o esa pareja a orillas del río,
no puedo asegurar qué querían hacer.
Pero si fijo la mirada vuelvo a las nubes y trozos celestes,
eso podría ser mi cara, a ratos cubierta o despejada:
qué mejor que tu cara sea el cielo.
Me falta el río, no lo he olvidado,
pero saca a la pareja mejor:
el poema no requiere de calentura o derrota,
el río, el río es importante, y el corpus también;
no olvides el corpus que traspasa el cristal convertido en ti.
Ahora enciendes un cigarro porque te entusiasmaste,
porque no quieres dejar la ventana, que es el núcleo.
Tu tronco es el río por el cual trafican los fluidos, tu voz,
y aunque no se ve el final de ese río
piensa que tus pies son el delta,
que los dedos son un brazo o un hilo de agua,
que las aves y la flora de ese delta son tu cabellera.
Como es de tarde, la luz que abrazaba el paisaje abandona
y tú comienzas a desaparecer,
y lo que había allá afuera, toma el reflejo de la lámpara que estaba tras de ti,
la forma de la cama, la colcha de la cama, el humo del cigarro.
Porque ahora la ventana refleja el cuarto:
fíjate, tú eres el cuarto, la puerta, la cama y la colcha.
Lo distinto es que no hay que traspasar el cristal.
Lo de adentro y lo de afuera se hacen uno para que el poema sea.

[De Dónde iremos esta Noche]

 

 

En concreto

El poeta Donald Davie nació en Inglaterra en 1922,
de él sé pequeños datos de una antología.
Mi padre; que terminó de colero en las ferias de Pudahuel,
murió dos días antes que Davie
             / en septiembre del 95.
Por ese entonces yo había robado un par de autos
          / para quemarlos cerca del aeropuerto.
Está claro: no existe nada que ligue todo lo anterior.
Tres vidas movidas al unísono;
Davie, mi padre, y una conexión de cables
                    / bajo un volante.
Yo afeité a mi papá antes que se pusiese frío.
El hisopo maquillaba su cara verduzca con espuma,
luego la Gillette haciendo su trabajo.
A Davie lo prepararon en una funeraria londinense
                  / para que recibiera los ritos anglicanos.
En concreto; existe una desaparición hace 25 años,
aunque se puede oler la colonia inglesa
       /después de la afeitada,
leer los poemas de Davie de vez en cuando.
Todos podemos desaparecer de verdad,
                        / regresar y afeitarnos de nuevo.
O conducir un auto de un lado a otro sin
                                 / mayores obligaciones.
Yo fijé en un punto la mirada,
los dos muertos del poema la fijaron sobre mí.
No existe problema alguno; hemos sobrevivido
                    / al tiempo,
                 / al espacio y las apariencias.

[De No era yo esa persona]

 

 

Circunstancias de un hombre muerto

Un hombre que arrienda piezas a otros tipos
               / tan o más alcohólicos que él.
Uno de los arrendatarios lo encontró torcido y
          / en calzoncillos entre el velador y la cama.
Se llamó a la policía, brígido,
entre el velador y la cama de este hombre que
       / había tenido una mujer e hijos;
una familia que rodó varios kilómetros por una
                              / pendiente hace muchos años.
Doblado en el sillón todas las noches,
arrendando piezas al fondo de la casa.
Hace años dormía sin mujer y comía sin hijos en la mesa.
Una mañana entre el velador y la cama, cuático el asunto.
Los agentes examinaron su cuerpo
la policía hacía preguntas.
Se empadronó al barrio:
que estuvieron metiendo bulla hasta tarde,
que pasaban tomando,
que había sodomía, cosas así.
El tipo que arrendaba la pieza al fondo de la casa;
dijo que podría ser la peste;
entonces lo dejaron solo con este hombre
                    / que arrendaba piezas;
Un día, dos días…
Y terminó entrando y saliendo de esa habitación en
           / donde había un cuerpo entre el velador y la cama.
Fue al refrigerador, sacó el paquete de cervezas del muerto
      / que tuvo una familia que rodó por una pendiente,
y se las bebió sentado en el sillón
y fue por más; encontró unas botellas de pisco bajo el lavaplatos,
y fue por más; encontró dentro del velador más botellas,
el velador al lado del cuerpo que rodó hace
                             / años y por varios kilómetros.
Y volvió al sillón hasta quedar doblado
mientras afuera se seguían algunas diligencias;
sobre un cuerpo, sobre una pendiente,
kilómetros y kilómetros más abajo.

 

 


Mi hija patina una tarde de invierno

Se acerca a la reja de la cancha y me dice: ¿Qué figura
         / quieres que haga; el ángel, el cisne (aunque ese me cuesta
mucho) o la paloma hacia atrás?
Me gusta el ángel, pero realiza lo que quieras mostrarme.
Entonces abarcó toda la cancha,
de una esquina a otra; pensando quizás cómo sorprenderme.
Al rato se acercó a la reja y me pidió la botella con agua.
El día había estado nublado y frío,
de pronto una luz naranja rompió en las cordilleras nevadas
                        / que están sobre el valle.
No sabemos lo qué haremos más tarde
     / o cuál será el desenlace,
la brisa comienza a amoldar nuestras mejillas,
y quizás es hora de volver a casa.
Espera, espera, déjame realizar otro intento.
Claro, inténtalo toda tu vida; ser un ángel o un cisne,
como esa luz que se apodera de la cima y la abandona
                              / todas las tardes, una y otra vez.

[Inéditos]


 

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Poemas de Cristian Cruz
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13 de noviembre 2023