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Una mujer sola en cualquier parte del mundo
"Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo", De Natalia Figueroa
Editorial Das Kapital 2014

Por Cristian Cruz

 


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Existen dos temas fundamentales en la poesía femenina, temas que cruzan el velo con que miramos el asunto del género y  el asunto del amor. Radicalmente la poesía ha cruzado de una vereda a otra, sin que detectáramos en que se funda ese cambio. Cambio instalado en función del espíritu del poema.  La poesía femenina, heredera  de los pocos afluentes que se desarrollaron en nuestro país a lo largo del siglo XX (digamos Mistral, Estela Díaz, o una Carmen Berenguer con las distancias propias de compararse con la Mistral, y otras) ha sido una lucha constante contra la marea de la poesía escrita por hombres. Chile mismo es inaugurado por la poesía escrita por hombres; La Araucana, Arauco Domado, o  un motivante Cautiverio Feliz, dictaminan la senda varonil que adopta la forma y genio con que las generaciones se han amoldado al canto lírico. No es menor entonces que,  habiendo igualdad de número entre mujeres y hombres chilenos, cueste encontrar esa paridad en la producción literaria, por lo menos en nuestro territorio.

Puede ser una de las razones contextuales de título “Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo”. Más que por su extensión, es por el contexto en que se coloca, abiertamente y soterradamente. Si lo interpretamos de manera coloquial diríamos que, y personalmente, esta es una mina que entiende que todos (los machos latinos de la cuadra)  la miran al jugo. Esa percepción del título contiene un grado de violencia hacia el género, de una degradación hacia algo no correcto. La pregunta es  ¿por qué no puede llegar a un pueblo una mujer sola? ¿qué hace que el entorno, tanto mujeres y hombres, contemplen de manera extraña ese hecho?. Lo contrapuesto y correcto es que esta mujer llegue al pueblo con una pareja (pareja hombre), dos o tres cabos chicos, y por añadidura sea profesora.  Natalia Figueroa hace lo contrario, llega sola al pueblo, genera atracción en el pueblo y escribe poesía en el pueblo.

Regresando al primer intento de este ensayo, retomo la idea de que nos es mucho  de dónde asirse para que una mujer escriba poesía en nuestro país. Una poesía que surja de manera espontánea y con voz profunda.

Ajustándose a los tiempos, a las nuevas formas del decir, Figueroa ocupa una plataforma, o roza una corriente poética que germina de forma creciente en Norteamérica; es la corriente del Realismo Sucio. Dicha corriente sugiere al relatar y contar, escenas, cosas, detalles de lo cotidiano, en detalles correspondientes con un sistema sentimentalmente poético. Toda escena tiene valor, toda circunstancia tiene sentido, un sentido en función de la construcción del mensaje poético. En Natalia Figueroa, existen muchos espacios volcados a eso, a detallar situaciones de vida (por lo demás personal, se nota lo personal) que diferencian las escrituras, abstractas, crípticas, barrocas y de un cuanto hay, que tensiona y propone el relato como argumento también poético. Me sumo a ello, puesto que denota, desarrolla y entroniza esa nueva forma de poetizar. Es sin lugar a dudas una apuesta inteligente, que en muchas partes del libro,  acierta con la cosmogonía intima del ambiente, lugar o situación. Eso es lo valedero de este libro, el acierto, el punch que aparece y desaparece, no más de lo suficiente, de lo que un poeta necesita, un par de versos buenos, de poemas redondos y listo (según yo).

Citaré poemas que generan ese trance de lo situacional y que terminan (acertadamente terminan con un buen final) y que provocan el acento personal, el tinte íntimo que aflora en medio del relato.

En el veterinario

Alguien entró con una tortuga.
Cayó del segundo piso
y se partió el caparazón.
Nada se puede hacer
tendrá
una lenta muerte.
Pensé en su dolor
en las gruesas placas óseas
soldadas a sus vértebras, costillas
en su médula espinal convulsa
al efecto del quiebre en cada nervio.
Tuve temor
de dejar mi escondite.

De esta relación con los episodios, de este sacar del anonimato a seres simples, espacios baldíos del cotidiano, Figueroa arma y rearma la mirada del lector. En definitiva nos brinda una mirada nueva, y aporta creo yo, un matiz nuevo a la tradición literaria (femenina) chilena.  

Dial

Escucho la misma radio que tú
desde la época en que te llevaba al trabajo
Noticias de los latinoamericanos
por conexión con Radio América
Y al pasar después del almuerzo
cabeceabas en el sofá
al ritmo de una canción conocida
en versión de quenas y zampoñas.
Música suave que viene del pasar del viento
por las cañas de los montes bajos.

¿Te imaginas?
Ir caminando por ahí

Si determinamos cuánto fijamos la mirada en todo elemento, cosa o acción vivida, créanme que tendríamos mucho a qué echar mano para escribir, un escribir desde y para lo verdadero, lo que nos pasa. Natalia Figueroa sabe y ha descubierto, al alero de una poesía contemplativa de un sí mismo, que uno determina poesía, camina poesía, y engendra poesía más allá de un canon, generación o moda.

Micky

Bajo la ventana de una casa ajena
oye la sinfonía baja, distorsionada
sintiendo una energía nueva.
Al día siguiente no la recuerda, pero de pronto
aparecen notas y es exquisito

Como sus propias canciones
antes de tomar el trabajo
de vendedora.
Llega tarde, le duelen los pies

Canciones sencillas
notas que la acurruquen
en las horas muertas
Intenta componer inútilmente
ahora es difícil
No entiende bien qué pasa:
se aleja su mundo interior.

No es necesario alucinar, clamar o prostituirse a los dioses, musas o monarcas literarios de turno, para ser escuchado desde la poesía, del discurso poético. Figueroa y su “Una mujer sola siempre  llama la atención en un pueblo”, plantea de manera sencilla una nueva apuesta, una relatada historia de paso, por los pueblos, las ciudades, el mundo reducido al poema.



 

 


 

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