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No era yo esa persona:
bajo la cotidianidad hay un monstruo y una escritura que aguardan
No era yo esa persona. Cristian Cruz. Ediciones Inubicalistas: Valparaíso, 2021. 49 páginas.

Por Guillermo Mondaca
Plataforma Crítica, 20 de septiembre de 2021




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El enunciado «No era yo esa persona» lleva implícito un sentido de equívoco y confusión, de referencia errada, pero también implica la afirmación de un otro, habitante metamorfoseado del espacio de la representación del poema, que permite la aparición de su circunstancia y, más específicamente, la circunstancia de su escritura:

Ha esperado una llamada toda la semana,
hace mucho que no sentía comezón sobre eso, de esperar una llamada.
Decidió leer un cuento entonces,
algo que apaciguara las ganas de recibir esa llamada.
Sus poemas últimamente parecían más un cuento, había cambiado su mano”

De esta manera, No era yo esa persona reflexiona en torno a la escritura y sus procesos para, principalmente desde la segunda parte, titulada «Asunto de fe», desplegar una serie de textos que funcionan también como apuntes de poética. En el último poema de esta sección y del libro, «Como un loco que se lanza en benji», se compara o se hace una metáfora entre la escritura y el movimiento del elástico de quien se tira en benji. Sin embargo, como toda metáfora o analogía, no es cien por ciento precisa ni busca definir (poner fin) al tema del que trata. El elástico es un movimiento ambiguo, medio confuso a momentos, en el sentido de que «va y viene», es y no es al mismo tiempo, está y no está, impulsado por el arrojo del «loco que se tira en benji para matar el miedo»:
 

“Un elástico
transformado en la extensión del poema que va y viene
y deja ver por un segundo el rostro en la poza al fondo del río.
(…)
El río es la boca de lobo a la cual nos acercamos por instantes
intervalos que van desde la extensión del poema hasta su mínima longitud.
(…)
(el loco que se tira en benji para matar el miedo)
ha luchado,
y el poema ha estirado todas sus posibilidades
ha llegado a su fin
más bien, el elástico estrecha todas las distancias entre el aire y el cuerpo.”
(CRUZ, 49)

Poética de la lucha o la agonía, termina también estableciendo un ritmo versal extenso y una línea melódica tan elástica, en términos sonoros, como la imagen del sujeto que se tira de cara al vacío, unidos a la medida que el elástico del poema dé y únicamente resguardados por un asunto de fe.

Esto también conforma una escritura donde «el estilo es la resistencia; estética de las olas dando en los roqueríos» (39); escritura que funciona como resistencia ante el cúmulo de problemas y desasosiegos, un mecanismo para soportar el paso del tiempo, los años, las relaciones que van y vienen, los afectos que se destruyen, los amigos y los familiares que van muriendo, etc. Son muchas las razones y distintos los motivos, pero en cada texto el espacio de lo cotidiano se torna, como dice Sergio Mansilla en el prólogo, monstruoso. Y esa monstruosidad contiene en sí una escritura y una forma, un ritmo soportado e impulsado por el elástico, que va y viene, es y no es al mismo tiempo.  

A su vez, en cada monstruo lo que aterroriza es la presencia. En los poemas, la evocación de la cotidianidad está dada por la presencia mental del sujeto que habita dicha realidad. Este sujeto está escindido en la tercera persona, muchas veces en pos de la distancia de la representación, y a propósito de dicho procedimiento se desatan distintas voces que fluyen por los poemas como caudales de conversaciones, apuntes, formas transitorias que adopta la escritura al aferrarse a la vida. En ocasiones esto resulta en textos más irónicos, pasajes cargados de rabia o simplemente un ritmo acoplado al abatimiento de la vida, casi como exhalación de cansancio:


“Estoy junto a mi madre abatida por el Alzheimer almorzando.
A cada cucharada acercaba su cabeza y luego preguntaba ¿Quién es usted?
Tanto ella como yo estábamos arruinados”
(CRUZ, 19)

El libro recorre el espacio de la cotidianidad, no tanto en su textura territorial como en las posibilidades de sus relaciones humanas. Allí se queda e indaga como en una herida ácida la grieta, la disonancia. También reflexiona sobre cómo ese espacio cotidiano es el lugar para el desarrollo de una escritura como forma de resistencia y sobre la presencia de la imaginación al abrirse paso en la realidad con la discreción de una lista de almacén o un ejercicio, pero con una extensión que abarca, a su vez, toda la vida. 

 

 

Fotografía superior de José Luis Rissetti


 



 

 

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bajo la cotidianidad hay un monstruo y una escritura que aguardan
No era yo esa persona. Cruz, Cristian. Ediciones Inubicalistas: Valparaíso, 2021. 49 páginas.
Por Guillermo Mondaca
Plataforma Crítica, 20 de septiembre de 2021