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COMENTARIO SOBRE “NO ERA YO ESA PERSONA” DE CRISTIAN CRUZ

Por Américo Reyes Vera




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Puede sonar extravagante, pero pareciera existir una poesía que en su forma es percibida por uno u otro oído como la traducción de emociones vertidas en un lenguaje extemporáneo; anterior incluso a la manifestación de los signos si no fuera porque se delata pormenorizando pasajes de alguna época, o dando pistas que la ubican en determinadas zonas geográficas  y estacionales precisas. En una suerte de traición a sí misma, dicha poesía se da maña para contextualizar su relato. Algo así ocurre con la lectura de “No era yo esa persona” (Ediciones Inubicalistas, Valparaíso 2021) del chileno Cristian Cruz, libro en el se repiten y reescriben las obsesiones del autor en una secuencia marcada por la fatalidad y la magia.

En “No era yo esa persona” cada poema es un acto de fe o quizás sería mejor decir un manifiesto a modo de sentencia (Sin optimismos ni fracasos...1) Poesía que se autodefine en la transparencia sin caer en el juego de la metapoesía —a diferencia de los ajetreos de Enrique Lihn— vincula lo interno con lo externo (Mis manos huelen a Poet y el poema nace…2) y lo dulce que subyace en una derrota, y la intimidad universal de los amantes, cuando no la ira con el desencanto.

Es curioso y a la vez alentador constatar que un poemario escrito en Chile en este apocalíptico  2021 insista en registrar los tópicos permanentes de la verdadera poesía y que se atreva contra los mandatos circunstanciales que enarbola la contingencia política y no caiga en las garras del esnobismo y la adulación proselitista y exhiba su apuesta sin complejos sobre la turbulencia de las relaciones humanas (familiares, de pareja, etc.) con toda su carga de esplendor y miseria.

A fin de cuentas, como ocurre en las páginas de este libro, cualquiera podría ser “esa persona” que afeitó a su padre “antes que se pusiese frío3” en horas específicas de una comuna sombría, de mucha incertidumbre al borde de lo sobrenatural, como asimismo cualquiera podría ser “ese alguien” que huye con la imagen de “la espalda de quien se ama”4 en su cabeza.

Sólo a un poeta muy consciente de su oficio se le ocurriría darle un “portonazo al creacionismo”5 en su afán de recuperar para la poesía esa esencia de ultra realidad que le falta —en particular a la poesía chilena— que se desvive guiñando la literalidad engañosa y estéril.

En esta loca carrera hacia ninguna parte, “No era yo esa persona” termina siendo una trampa –pero una bella trampa– y más aún necesaria porque la última palabra no ha sido escrita (Existe gente que ha escrito buenos poemas, y no sabes cómo lo hicieron…6) y hay también un tedio muy latinoamericano —por decirlo de algún modo— que campea entre lo citadino y lo agreste, otorgándole rigor y veracidad no sólo al entramado lingüístico de este buen libro, sino también a la emoción que lo inspira.

 

 

 

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1: p.37 – Asunto de fe
2: p.24 – Limpieza
3: p.16 – En concreto
4: p.22 – Decisión
5: p.47 – Dificultades que se presentan al escribir
6: p.41 – Poemas rata, poemas luz

 

 

 

 



 

 

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