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Pensar. Escribir con imágenes
Presentación de "Asunto de ojos", de Carlos Decap. Ediciones Altazor 2014

Por Jaime Pinos



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Asunto de ojos (Ediciones Altazor, 2014) reúne textos escritos a lo largo de casi treinta años de trabajo.  Desde La ciudad y sus fantasmas de 1980 a Calle Ciega, inédito a la fecha, datado entre los años 2002 y 2008. Lo primero es celebrar esta edición de Altazor como la oportunidad de leer textos ya difíciles o improbables de encontrar. Textos cuyas circunstancias de edición, tal como relata Carlos Decap en el posfacio, fueron siempre precarias y azarosas. Tan azarosas y precarias como han sido siempre para la mejor poesía chilena. Esa que ha sido escrita como una afirmación profunda y vital contra su propia imposibilidad. Como un gesto de valentía y resistencia contra esa imposibilidad.

Sería inútil intentar abarcar el libro en el espacio acotado de este texto. Lo que sigue, en consecuencia, son algunos breves apuntes de lectura. Algunos golpes de vista, como diría Decap.

Asunto de ojo:/Todo consiste en mirar/Y en ser mirado. Esas son las palabras con que se abre este libro. Palabras que definen la poética de la mirada que despliegan estos poemas escritos con los ojos y para los ojos. Todo consiste en mirar y en ser mirado. Cine Ojo llamaba a lo suyo Dziga Vertov. Palabra Ojo podríamos decir respecto a esta escritura que juega a mostrar lo visto y lo vivido. Veo mi trabajo como el llegar a la interrelación entre imagen y palabra, decía Gonzalo Millán. Un poeta tan cercano biográfica y literariamente al autor. Creo que esta poesía sigue el mismo derrotero: explorar esas relaciones recíprocas. Escribir como una forma de hacer ver. Ver como una forma de escribir.

Limpieza. Precisión. Esta poesía trabaja con el silencio, con el blanco. Apuesta a la máxima concentración del sentido. No hay retórica en estos poemas. Lo que hay es nitidez. La atención de los desatentos del ojo y el oído la forzarás con lo nítido y lo preciso, escribió alguna vez el cineasta Robert Bresson. Ese es el estilo y la estrategia de estos textos. Su forma, creo muy eficaz, de captar la atención del lector. De lograr que sus ojos se fijen en estas palabras, en estas escenas.

Un plural muy bien instituido, escribe en el prólogo Tomás Harris, llamando la atención respecto al título en singular, Asunto de ojo, del libro publicado el año 91, que ahora se pluraliza para titular este libro recopilatorio de una larga trayectoria de escritura. Desde esa perspectiva, este libro puede ser leído como la historia personal de una mirada, como una biografía. Sus asuntos, su campo visual. El relato de lo que se ha visto a lo largo de una vida. Lo que hay en los ojos, en la imaginación y la memoria de quien ha escrito estos versos.

Lo visto aquí, por ejemplo, es la ciudad. Estoy rodeado de ciudad, escribe Decap definiendo el espacio donde se mueve su mirada. Concepción, la ciudad lila. Las ciudades de sus residencias y sus viajes. Las ciudades imaginadas, sus fantasmas. Polis is eyes, Polis es ojos, dice un verso del poeta norteamericano Charles Olson. Para lograr esta identidad entre la ciudad, la polis, y la mirada es necesario adiestrar los ojos para captar el movimiento constante y polifónico que define lo urbano.  Enfrentar ese ámbito desde la perspectiva en que el mismo Olson define el paisaje: una porción de tierra que el ojo no puede abarcar de una sola mirada. Eso es lo que hace Decap en sus poemas. Su mirada va siempre más allá del paisaje, como dice en un verso. Multiplicar el ojo, construir vistas parciales que se van constelando. Escenas cuyo montaje responde al pulso de ese movimiento inabarcable que es la vida en la ciudad.

Respecto a esto mismo, la poesía de Carlos Decap es también el relato de la historia de la ciudad como metáfora y como situación cotidiana. Un relato que se inicia en las calles de la ciudad ocupada por la dictadura: Nadie está tranquilo/Nadie puede dormir con sus dos ojos/La ciudad se ha quedado a oscuras/Mirando por los vidrios empañados. El relato de una ciudad que, ya pasados los años de plomo, sigue siendo una especie de eriazo, un lugar donde se vive la melancolía y la soledad. El dasasosiego del habitante que camina por las calles de una ciudad desierta: Llueve sobre los vidrios del bar/Y sobre el desolado paseo peatonal/Después saldré a estas calles de nadie/A caminar la ciudad de mis poemas.

Lo que se ha visto aquí, por ejemplo, es la memoria. Mejor dicho, lo que está planteado aquí es la equivalencia entre las prácticas del ver y del recordar, su comprensión como una sola cosa. La poesía es arterosclerótica/El olvido es hermano del recuerdo/El recuerdo es hijo de la memoria/La memoria la madre de todas las batallas. Estos versos, parte de un poema bello y conmovedortitulado Poema del olvido, hablan justamente de eso. De una poesía, de una forma de ver y de escribir, que sabe que el olvido es hermano del recuerdo. Que sabe de su propia amnesia inevitable y, sin embargo, sale a pelear la madre de todas las batallas. Si el olvido es la verdadera soledad, esta poesía está escrita en su contra: Escribo para no estar solo/Mientras afuera la ciudad ensordece/Como un río lleno de piedras.

Esta es una poesía que ha querido ver la realidad: Escribe pequeños fragmentos de realidad/Como ventanas/Para que se sepa que no todo se ve/A flor de piel en estas calles/Que algo oscuro late en sus rincones. Cada poema como una ventana. Una ventana: esa oquedad radiante o sombría, donde la vida sueña, sufre, vive, como escribió Baudelaire en el Spleen de París. Abrir las ventanas para ver la realidad afuera/dentro del poema/Ahí donde las palabras bailan solas/A espaldas de quien las escribe como dice Decap en este libro. Escribir para revelar lo que late en los rincones, lo que no se ve tras las imágenes trucadas y los simulacros que saturan nuestra vida cotidiana, el curso de los días. Escribir para dejar al descubierto el reverso de la realidad proclamada, su cara oculta: La realidad tiene siempre otra cara –dicen/La cara de todos los días/La que nunca vemos/La otra cara del tiempo/La que se esconde en el fondo mohoso de los basureros.

Esto último me parece un rasgo definitorio del trabajo de Carlos Decap. Un trabajo, refrendado en estos textos, por hacer de la poesía una posibilidad de ver aquello que se nos oculta. Esa otra cara que es lo real, invisible en el fondo de los basureros, sordo a los oídos tras el estruendo de ese río lleno de piedras que es la sociedad espectacular. La sociedad en que vivimos donde las relaciones entre las personas están mediadas por imágenes falsas, como escribió Debord.

Termino estas líneas y me entero de que acaba de morir el cineasta Harum Farocki.  Desconfiar de las imágenes se titula uno de sus libros más conocidos. De algún modo, estos poemas están escritos desde esa desconfianza. A la vez, son una tentativa por trasponer, a través de las palabras, esa veladura que nos impone el poder o nuestra propia miopía. Escribir para aguzar la vista. Para hacer de la poesía una experiencia de pensamiento, de comprensión de lo real. Escribir para pensar. Pensar es un asunto de ojos. Porque para pensar, como dijo Albert Camus, hay que escribir con imágenes.


Valparaíso. Agosto de 2014



 



 

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