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Carlos Droguett: Sincero y Polémico

[Entrevista]

Por Miguel Fernández-Braso
Publicado en diario Pueblo, España. 10 de febrero de 1971



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Me cuenta Carlos Droguett, en el modesto hotel madrileño donde reside, que su novela ganadora del premio Alfaguara 1971 no es en realidad una obra de plena imaginación. «El tema no lo inventé yo: lo inventó la vida.» Se trata de episodios dramáticos de una historia policial que ocurrió en Chile, en el puerto de Valparaíso, a principios de siglo. La novela es en realidad la historia de un asesino, la vida íntima de un asesino. «El quería ser un espléndido criminal, quería ser uno de los mejores criminales del mundo. En este sentido, por esta seriedad con que planeaba sus crímenes, para mi era un creador. Ya digo que no he inventado yo esta historia, pero he seguido —creo que fielmente— la trayectoria de su vida.»

Droguett me indica que «Todas esas muertes» no es una novela política sino una historia de asesinatos. Este asesino, al final de su vida, al final de su historia, asiste en Valparaíso a una huelga de obreros portuarios y ferroviarios, huelga que, por supuesto, fué sangrientamente reprimida por la Policia chilena. «Entonces el, viendo esa injusticia cometida por los Poderes públicos, piensa que su historia de asesino ha sido mal llevada. Piensa que ha fracasado como asesino, porque estaba haciendo de esta industria de matar y de robar a la gente una actuación muy egoista. Piensa que, de poder empezar de nuevo, sería un asesino con vistas a la justicia; sería un asesino vengador. Esta es la única implicación política o social que tiene la novela. Otra, no.»

Piensa Carlos Droguett que «Todas esas muertes» no es muy distinta a su obra anterior. «Creo que esencialmente no hay un cambio de estructuras de temática o de estilo en esta obra comparándola con las otras. Creo que sigo la misma línea, la misma idea de búsqueda de un estilo, de tratar de no hacer una literatura de superficie, sino de profundizar un poco no sólo en la presentación de los personajes, sino en la vida de los personajes». En realidad toda su obra tiene una línea de continuidad. El considera que ha escrito una sola novela en la que cambian los episodios. Un episodio puede ser con fondo histórico: otro, con un fondo pasional, etcétera.

El escritor chileno ha publicado hasta ahora siete novelas. Tiene otros libros ajenos a la narración. Su preocupación por el teatro y por el periodismo literarioes grande y poco conocido. En esta mañana de sol blando me habla Droguett de sus novelas anteriores. La primera narra una matanza colectiva de estudiantes universitarios chilenos que ocurrió en Santiago de Chile en 1938, durante la presidencia de Arturo Alessandri. «Esa fué una sonada, una pequeña revolución organizada por una serie de grupos de estudiantes. Creyeron que podían derribar al Gobierno. Fueron acorralados en un edificio céntrico, y cuando estaban desarmados —habían entregado sus armas y se habían rendido con bandera blanca— fueron muertos absolutamente todos, los sesenta y tres. Después de muertos fueron despojados, fueron robadas sus ropas, les dejaron desnudos, les sacaron su dinero, sus billetes, sus monedas, sus joyas, sus relojes, sus anillos. Ese episodio me impresionó mucho. Yo entonces empezaba mi vida de estudiante universitario y varios de esos muertos eran, si no amigos míos, si muy conocidos. Esta primera novela se publicó en Chile en 1953. Fué la iniciación de mi estilo, de mi estilo que aparece también en «Eloy». Mi primera novela, a pesar de ser publicada hace tanto tiempo, yo la considero un libro inédito. No tuvo ningún éxito de público ni de crítica. Pasó prácticamente desapercibida. Creo que el año próximo publica Sudamericana la segunda edición.»

En España se conoció a Droguett —los pocos que le llegaron a conocer— por «Eloy», finalista del Biblioteca Breve y editada por Seix Barral. «Me ganó García Hortelano, y prácticamente no sentí ningún rubor —y no lo siento ahora— de haber sido ganado por García Hortelano. «Eloy» es una obra que muchos consideran más poema que historia. No es mi preferida, pero es la más afortunada. Tiene varias ediciones, varias traducciones. La checoslovaca tuvo un tiraje de cien mil ejemplares. Además fué llevada al cine en una versión detestable, pero que sirvió propagandísticamente para que el libro fuera difundido».

Después escribió Droguett una novela, en dos tomos, acerca de la conquista de Chile por el capitán extremeño Pedro de Valdivia. El tomo primero se titula «Cien gotas de sangre y doscientas de sudor», que es una conocida frase de Pedro de Valdivia que consta en una carta que escribió a Carlos V en aquella época. El tomo segundo se llama «Sus valles cristianos». Nunca en sus temas se había encontrado con la obligación de ceñirse a un tema estricto. Esta necesidad fué para él una especie de desafío, una dificil contención.

En Méjico publicó luego «El compadre», historia de un borracho, de un hombre que tiene problemas con su mujer y se acerca a la Iglesia por el lado de sus problemas, pero más que acercarse a la Iglesia se acerca a Cristo. Entonces él, en conversaciones que tiene con su madre —con su mamá, como él dice—, empieza a hacer un paralelo entre la historia de Cristo y su propia historia. «Creo que "El compadre" es el libro que técnicamente más satisfacciones me ha proporcionado desde el punto de vista estilístico».

«Patas de perro» —la historia de un niño deforme, un tanto monstruoso— es la narración que más se ha acercado a su vida, a su vida como hombre y como ciudadano, como padre de familia y como pequeño empleado de Santiago de Chile. «Si, es la novela que contiene más datos de mi biografía. Es la que he escrito con más pasión. Estuve haciendo una especie de recuperación: me sentía prácticamente enfermo y estaba dejando de serlo mientras escribía.»

Después publicó en la editorial Sudamericana «El hombre que había olvidado», un relato policial. Este año publicará, además del premio Alfaguara, unas narraciones teatralizadas que ahora se imprimen en Buenos Aires: «Tres fidedignas versiones».

Alguna crítica especializada, alguna crítica cientifica americana, ha dicho que Carlos Droguett es un precursor de los estilos que ahora entran en la deseada zona de la nueva novela hispanoamericana. «Creo que en ese sentido yo también estoy un poco integrado, pero no aparezco en el "boom", este "boom" que han inventado las editoriales, un "boom" más publicitario que artístico. Pienso, sin embargo, que tengo así más libertad para hacer como escritor lo que yo quiero hacer, es decir, poner la verdad, poner la pasión, poner amor en lo que se escribe. Si algo no me interesa apasionadamente, soy nulo, no puedo escribir. Fuera del "boom" soy feliz, tengo menos compromisos, estoy menos hipotecado».

Cree Droguett que desde la irrupción en la novela española de Camilo José Cela, Carmen Laforet y Sánchez Ferlosio no hay novedad en la novela, especialmente en la técnica de la novela española. Piensa, por ejemplo, que la novela sobre la guerra civil española está por escribirse. «Los novelistas que hasta ahora han tratado de hacer la novela y la biografía de la guerra española lo han hecho con un criterio más folletinista que de verdadera creación. Claro que García Márquez también sabe lo que es el folletín, tiene bastante de folletinista. Para mi, García Márquez es el Alejandro Dumas de esta época, pero con genio, con real genio. No lo estoy criticando, lo estoy elogiando. Yo creo que una novela como la hispanoamericana, que llega hasta el fondo de los problemas del pueblo, hasta el fondo del sufrimiento humano, hasta el fondo de las rebeldías, tiene que tener en España una buena acogida. Recuerdo más bien con sonrisa un ensayo —llamémoslo así, porque de alguna manera hay que llamarlo— de Antonio Iglesias Laguna en «La Estafeta Literaria». En él ponía en cuarentena a la nueva novela hispanoamericana. Quería significar que no había ninguna grandiosidad, ninguna novedad, en la nueva novelística hispanoamericana. Tengo la impresión, desde luego —supongo que Iglesias es un hombre honrado—, de que no ha leído muchos novelistas hispanoamericanos. Yo quisiera preguntarle, por ejemplo, qué libro mio ha leido. Y creo que se le voy a preguntar algún día personalmente. Me imagino que nos vamos a encontrar y desearía conversar con él. No conoce, creo, apenas nada de lo que hemos escrito allá. »

Carlos Fuentes es para Carlos Droguett más exhibicionista que creador. «De vez en cuando se convierte en escritor, pero muy de cuando en cuando.» A Cortázar lo encuentra brillante, «pero desgraciadamente a menudo usa su talento para hacer el juego. Eso está mal, pero hay cuentos suyos, como "El vengador" que me gustaría haber escrito.» Vargas Llosa también le parece un brillante y sugestivo narrador. «En "La ciudad y los perros" hay dos novelas: una escrita magistralmente, y otra de Corin Tellado. De Tellado el ha hecho un tejido, y creo que eso le ha quitado fuerza a su tema.»

Me habla con entusiasmo de Agustín Yáñez de sus novela «Al filo del agua». Cree que esta novela, «Pedro Páramo» y «Cien años de soledad» son la trilogía magistral de la novela hispanoamericana, «un ejemplo para América y un ejemplo para España. Creo que es una llamada de atención para la nueva novelística española, creo que está marcando el paso. Para mí es impresionante que las grandes novelas españolas desde la posguerra hacia acá sean todas novelas sobre la vida de la posguerra. La novela de la guerra civil, insisto, está por escribir. Creo que esto es obligatorio decirlo, y yo precisamente, porque amo a España, creo que tengo la obligación de decirlo. Por eso la juventud —el joven poeta, el joven ensayista, el joven novelista— tiene que deslumbrarse ante la novela hispanoamericana, novela que ha abierto una puerta clausurada y ha roto el estilo. Ese es el problema...»

Carlos Droguett es un enamorado de la revolución cubana. Me anima a ír a Cuba. Le digo que no desaprovecharé la primera oportunidad. Me cuenta que su viaje a Cuba ha sido la gran experiencia última de su vida. Me insiste en la importancia de la revolución cubana frente al artista. «El gran acierto que han tenido los gobernantes, que ha tenido Fidel Castro, ha sido dejar absoluta libertad al creador. Un día me contaba Leonardo Fabio, el hombre que primero quiso llevar al cine "Eloy", que encontraba demasiada libertad en el cine cubano.

Pero ellos tienen un gran poeta, Alberto Padilla, al que yo le he leido versos contra los revolucionarios. Y se los han publicado allá, se han publicado en un libro que yo tengo. Pero creo que, de repente, va a venir en Cuba una verdadera revolución cultural. No como la china, sino auténticamente creadora. Cuba es admirable. Si usted me pregunta qué país me gustaría para vivir, para trabajar, yo le diría que me iría con gusto a La Habana. Creo que allí estaría en absoluta libertad. Nunca me habían dado un trato digno como escritor hasta que llegué a Cuba. En Chile no nos toman en cuenta, no nos dan mayor importancia. En Cuba hay gran dignidad, gran respeto por el creador.»

Droguett ha conseguido este año, con Allende en el Poder, el premio nacional de Literatura de Chile. Allí se concede este premio por la obra total. Pero la verdad es que hace bastantes años que lo merecía. «Es un premio pequeño, que tiene repercusión histórica más bien. Además, han premiado anteríormente a gente que no vale un peso, que no vale nada. Y yo tengo poca simpatía allá, porque digo la verdad, porque no oculto lo que pienso. Entre mis colegas, por ejemplo, no soy bien mirado, bien recibido. Si usted me pregunta qué pienso de la novela española, tengo que decir la verdad, sería miserable mentir, sobre todo si uno ama a España.»

Me dice Carlos Droguett que Salvador Allende, hasta ahora, se está portando bien con los intelectuales chilenos. «Además, fíjese que la gente dice que los comunistas están con él y los católicos también. Yo tengo dos hijos que estudian en la Universidad Católica de Santiago, y trabajaron por Allende. ¿Si me he planteado exiliarme para escribir desde fuera sobre mi país? No, no lo he pensado. No tengo necesidad. Escribo en cualquier parte, igual en la sala de baños o en un avión. Yo creo que voy a hacer un viaje a Cuba, porque tengo mucho interés en escribir una biografía novelada de Martí. Es dificil, porque para mí es un santo, un santo cubano, mas o menos intocable. Así que hay que hacer algo bueno.»

Dejo a Carlos Droguett en el sol tibio del hotel. El novelista corrige las pruebas de «Todas esas muertes». Y sale por las calles de Madrid, come fuera, habla con la gente, va al teatro... Nadie le conoce. Puede pasar bien por un hombre cualquiera de la clase media. Pero es un gran escritor, un ameno y polémico conversador. Su sinceridad es clara, como su talento. Hay zonas en nuestra conversación discutibles, como siempre ocurre. He procurado recogerla fielmente, renunciando a mis personales impresiones ante su persona y su obra, para dar primacía a sus palabras, a sus juicios apuntados sin timidez. Quedamos para otro día, otro día cualquiera. Los periodistas todavía no tienen noticia de su paradero en Madrid. Desde hoy su sosiego de hotel puede verse asaltado.


 

 

 



 

 

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