Carlos Droguett
"La escritura con dolor o la maldición de la litertortura"
Por Claudio Rodríguez M.
Publicado en revista Derrame (Santiago) N° 2, ene. mar. de 1999
¿Cuándo se produjo el apresamiento del joven Carlos Droguett por parte de su implacable carcelero?. ¿En qué momento engrilló su espíritu para hacerlo transitar hacia la celda de la litertortura?. Según sus propias palabras, ocurrió cuando recopilaba información para su tesis de licenciado en derecho en las húmedas aulas de la Biblioteca Nacional, allá por la década del treinta. De esta manera, nacía el escritor que mejor ha novelado nuestra historia no oficial, la de sangre y pólvora.
Ni las lágrimas de su novia le hicieron recapacitar. La decisión estaba tomada, de ahí en adelante la creación de cada libro sería tan dolorosa como parir un hijo al natural en algún campo perdido de Chile. La frivolidad y su litertortura si se juntan, se cortan como la leche y el limón.
Vida austera, dedicación casi sacerdotal a la litertortura y a un periodismo ácido, duro, de aquel que hacía humear las underwood al más puro estilo de otro grande, Luis Mesa Bell. La violencia de su pluma quedó estampada en los diarios "El imparcial", "La hoz" y en la revista "Ercilla". En "Las últimas noticias" le mostraron la puerta de salida cuando lanzó sus dardos en contra de Gabriela Mistral. Fue necesario que fundara el periódico "Extra" junto a su amigo Juan de Luigi para poder ejercer la crítica literaria con plena libertad.
Sin embargo, donde no contaba con nada de libertad era en su litertortura. Debía robarle horas al sueño, al microbús, a la oficina para poder llenar sus cuadernos con esas historias de seres torturados y sufrientes, de jóvenes estudiantes que pretendían arrebatarle el poder al gobernador y que terminaron acribillados en las escaleras de un frío edificio público; un bandolero solo contra el mundo atrincherado en su cabaña; las fechorías cometidas por los conquistadores de esta tierra; un niño con patas de perro transformado en crisol de nuestra propia inhumanidad y un asesino que pretende convertirse en artista en el puerto de Valparaíso.
Durante su exilio se rumoreó su muerte, se cuestionó su existencia como ser humano real, pero él se mantuvo impertérrito en su refugio de los Alpes Suizos. Consecuente, arriesgó lo más preciado que un creador posee —los lectores— a cambio de mantener firme una dedicatoria a su Compañero Presidente.
Pero la justicia, aunque tarde, llega y su nombre comenzó a ser considerado en universidades europeas “como el novelista chileno más importante del siglo veinte”. Mientras tanto, nuestro país recién comienza a descubrirlo en gastadas ediciones durante tanto tiempo perdidas en Franklin o San Diego, y a reconocer en esa litertortura, como en un espejo, su propia muerte.
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"La escritura con dolor o la maldición de la litertortura"
Publicado en revista "Derrame" (Santiago) N° 2, ene. mar. de 1999