Proyecto Patrimonio - 2022 | index |
Carlos Droguett | Autores |












Carlos Droguett: cronista del dolor y la rabia
Mi ignorancia tiene disculpas. Edición de Claudia Darrigrandi, La Pollera, 2021,181 páginas


Por Juan Rodríguez M.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 20 de febrero de 2022




.. .. .. .. ..

Que era un cronista de la realidad, decía, pero también de la irrealidad; esas dos formas de lo concreto. Quizás de lo humano que también es monstruoso. Así se definió Carlos Droguett (1912-1996). Él iba a ser abogado, pero la matanza del Seguro Obrero, en 1938, le enseñó la rabia. Eso también lo dijo. Y en 1939 publicó Los asesinados del Seguro Obrero, una crónica del crimen: "Mis años, mi generación, digo mi tiempo, han hecho hábiles mis dedos... Esto, quiero repetirlo otra vez, no lo he escrito yo, lo escribieron los muertos, cada asesinado".

Se convirtió en escritor, publicó cuentos en la prensa, y en 1953, reformulado, aquel libro se transformó en su primera novela, 60 muertos en la escalera; siete años después, en 1960, publicó la segunda, Eloy, que, dicen, es su ficción más importante, la historia de un bandolero, de un marginal.

Casi ese mismo periodo abarcan los artículos reunidos en Mi ignorancia tiene disculpas (La Pollera), un libro editado y prologado por Claudia Darrigrandi Navarro (1975), doctora en Cultura y Literatura Latinoamericanas, estudiosa de la crónica y el periodismo narrativo, y profesora de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez.

El título se suma al rescate de la obra de Droguett, premio nacional de Literatura en 1970: editoriales chilenas como Tajamar, Nascimento y la misma La Pollera han reeditado sus novelas. El año pasado se sumó Ediciones UDP con Patas de perro, que incluye un epilogo de Diamela Eltit; y Garlopa Ediciones, que ya había adelantado parte de sus textos periodísticos en Artículos y columnas, un volumen a cargo de Eduardo Montalbán.

El nuevo libro recoge 39 textos, de 1939 a 1961, que Droguett publicó en los diarios La Hora, Extra y La Nación. Están divididos en cuatro temas: Chile, visto, por ejemplo, a través de la Navidad y Pedro Aguirre Cerda, de nuestra identidad sísmica, de los conventillos —origen de la patria y la cultura—, o en el nacimiento de una niña anencefálica.

Luego vienen perfiles, entre otros, de autores como Joyce, Bergson, Wilde y Pérez Rosales, también uno de Hitler, en el que Droguett ruega que sea derrotado por Inglaterra.

Los otros dos tópicos son América (México, Perú, Argentina) y las guerras en Europa. Ese monstruo, así lo llama: "¿Se enfriará con frío último la guerra?".


Identidad y pobreza

"Había comenzado un cambio político importante", recuerda Darrigrandi en el prólogo. Los años treinta en Chile fueron un tiempo de inestabilidad, con la dictadura de Carlos Ibáñez, la brevísima República Socialista —"entre otros ensayos políticos que fracasaron"—, el regreso de Arturo Alessandri, la matanza del Seguro Obrero. La sensación era de "crisis, violencia y frustración".

La presidencia de Pedro Aguirre Cerda y los mandatos radicales matizaron ese sentimiento, escribe Darrigrandi: "Los años cuarenta se iniciaron marcados por la esperanza que supuso para muchos sectores medios de izquierda la llegada del Frente Popular al gobierno".

En una crónica del 24 de diciembre de 1939, Droguett hasta hace un paralelo entre Aguirre Cerda y Cristo, no para santificar al Presidente, sino para registrar el anhelo y las dudas de un nuevo comienzo, de un nacimiento. Ve a Chile en el color de piel del mandatario, también reconoce al país en la pobreza del pesebre, y escribe: "Don Pedro Aguirre ha de ser hoy noche un Niño Jesús nacional recién tenido por la hembra pueblerina y criolla, virgen de toda hartura, mártir también y también dolorosa".

"La figura de Cristo es súper importante para Droguett. Más que como algo religioso, como una mirada a lo sacrificial, lo colectivo. El tema del sacrificio es importante en su obra", explica Darrigrandi, a través de Zoom. "Es el Cristo histórico, esta figura histórica que se la jugó por un ideal". "Y también tiene que ver con la necesidad de preservar o crear mitos históricos, con la figura del héroe. Entonces a O'Higgins lo vincula a la pobreza, a Prat lo ve desde los ojos de los niños. Droguett vincula estos héroes con la marginalidad, es una mirada oblicua, muy masculina, pero que enlaza la historia oficial con este mundo no oficial o este mundo más marginal", agrega la editora.


¿Cómo dialogan las crónicas de "Mi ignorancia tiene disculpas" con la ficción de Droguett?
—Droguett siempre está orientado hacia los temas de la marginalidad, de la cultura popular. Y como señalo en el prólogo, y es algo que no es nuevo, está la presencia del dolor y el sufrimiento en su obra. También está el imaginario moderno, sobre la identidad nacional, sobre la patria; y esto, arraigado en la cultura popular, en el pueblo, en lo marginal. Todo eso está muy presente en las crónicas. Es una visión de mundo muy masculina, lo tengo que decir, muy propia de mediados del siglo XX. Además hay una mirada muy poética, trágica a la vez, de esa marginalidad; se ve el heroísmo que hay en estos hombres, también están obviamente las mujeres, pero destaca los personajes masculinos. Son personajes heroicos dentro del drama y la tragedia.

¿Hay una romantización de la pobreza? A veces aparece como virtud.
—Sí, yo creo que hay una romantización de la pobreza, sin duda. Es un rasgo de otros escritores de la época, como Sepúlveda Leyton y Nicomedes Guzmán. Pero esta romantización también tiene que ver con darle a la pobreza un lugar que no tenía. Es diferente la pobreza que escriben Droguett, Sepúlveda Leyton, Nicomedes Guzmán, que la que escribe Edwards Bello, por mucho que Droguett respeta bastante a Edwards Bello y su novela El roto. Droguett dice "si desapareciera el conventillo, no existiría Edwards Bello". Entonces, bueno, hay esta romantización, esta pureza de lo propio de la identidad chilena, que es un tema muy importante en las décadas del treinta, cuarenta, cincuenta. Es la reflexión que después va a masificar Octavio Paz, en El laberinto de la soledad (1950), con la pregunta sobre la identidad mexicana. En el caso de estos escritores, es la pregunta sobre la identidad nacional en Chile.


Búsqueda de la verdad

"El espíritu combativo, la interpelación, la escritura visceral y el desgarre, que sucede a las diatribas literarias y políticas, hermana la escritura droguettiana con la de Pablo de Rokha, de quien fuera amigo", leemos en el prólogo de Mi ignorancia tiene disculpas.

Droguett registra o representa el dolor y el sufrimiento de la condición humana, de la condición social, existencial, moderna. También hay una búsqueda de la verdad, dice Darrigrandi. Y quizás ambas motivaciones, el dolor y la verdad, se unen en "el tono de interrogación que tiene Droguett en sus crónicas", piensa ahora la académica. "Hay un reconocimiento de la pequeñez humana, y una pregunta sobre cómo podemos acceder a una verdad. No sé bien qué verdad, eso no lo puedo decir, pero tiene un poco que ver con los orígenes, ¿no?".

Darrigrandi refiere, por ejemplo, "las novelas historicas que Droguett escribe sobre la fundación de Santiago, sobre la conquista, que también es el origen de un dolor, del derramamiento de sangre.

"Es algo que él menciona en muchas entrevistas, que él viene a recoger esta sangre derramada y un poco a buscarle una explicación que no le puede encontrar. Entonces el dolor es atávico, el sufrimiento es atávico a la existencia humana. Esa verdad es oh un poco la verdad del ser humano".


En varias crónicas se pregunta por los límites de lo humano.
—Por eso la crónica sobre el censo me parece súper interesante, y no puedo dejar de vincularla con Los asesinados del Seguro Obrero, cuando él relata estos cuerpos despedazados. En la crónica sobre el censo él se pregunta qué es el hombre, ¿el hombre es el riñón o es su cabeza? ¿Cuándo dejamos de ser seres humanos? Y lo mismo pasa con esta crónica de la niña que nace sin cerebro, anencefálica ¿Es humana o no es humana? ¿Cuál es el límite de la monstruosidad? Eduardo Montalbán señala que esa crónica podría estar en los orígenes de Patas de perro, esta idea monstruosa de la humanidad. Está la inquietud por definir qué es el ser humano, finalmente, algo que obviamente Droguett no va a responder.

Pero no son preguntas retóricas.
—Hay momentos en que las preguntas son más de tono retórico, y hay otras preguntas que, me parece, invitan a la reflexión, al espíritu crítico, desde este espíritu curioso insaciable que me parece tiene Droguett. En distintas entrevistas él se reconoce como un cronista de la realidad, pero también de la irrealidad. Y dice que ambas son formas de lo concreto. Entonces, ahí pienso también en la influencia que tuvo Bergson sobre Droguett, los vitalistas, que son conscientes de la vida que tiene la materia no humana. Me parece que Droguett es un escritor muy consciente de lo humano y lo no humano... Sus grandes preguntas son sobre lo humano, pero cuando dice que la irrealidad también es una forma de lo concreto, ahí está muy despierto a que hay algo que escapa de nuestras manos, pero que podemos estar conscientes de que existe.

Quizás eso se ve cuando escribe sobre Arturo Prat y habla de su alma, más allá del cuerpo, pero no una que se va a otro mundo, sino un alma concreta. Dice que Prat nace con su muerte.
—Eso tiene Droguett, que no es solamente cabeza, por decirlo en forma coloquial, no es homo sapiens no más. El intelectual se construyó como una figura ligada a lo racional, a la idea. Hoy, siglo XXI, ya estamos cuestionando eso, las emociones han cobrado otro lugar en nuestras reflexiones. Pero él, a mediados del siglo XX, ya es muy consciente de que no somos solamente seres racionales. O sea, es pura emoción Droguett: es pasión, rabia, tristeza, frustración. En una entrevista dice que con lo de los asesinados del Seguro Obrero, con esa matanza, él descubre la capacidad de odiar.

¿El resentimiento, o tal vez habría que decir la rabia, es un motor de la creatividad en el caso de Droguett? ¿Qué le parece?
—Estoy totalmente de acuerdo, o sea, son las emociones las que llevan a Droguett a escribir. Es la rabia, el resentimiento, el dolor, el sufrimiento; no está la alegría, no es la felicidad lo que está motivando la pluma de Droguett. La rabia es un motor muy potente. Hay una mezcla de emociones, no es solamente rabia, no es solamente resentimiento, es también una frustración ante la injusticia. Él dice, citando a otra persona que no identifica, que la pasión de la destrucción es una pasión creadora. Ahora, también es muy pacifista, escribe mucho sobre la guerra, y en el fondo cruza los dedos, entre comillas, para que la Guerra Mundial se acabe, para que todos estos conflictos armados se acaben.

Lo motivan los malestares más que los bienestares, por decirlo así.
—Exacto, es el malestar, es un inconformismo, un malestar permanente. Pero también es un reconocimiento de eso, de ese aspecto. Dice en varias oportunidades que la literatura chilena es pusilánime, falta de vida. "Discutamos", dice. Él tiene una ética y un punto de vista muy claro, y lo hace ver, no se queda callado. Y en eso me parece que también hay mucha vida.

 

 



 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2022
A Página Principal
| A Archivo Carlos Droguett | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Carlos Droguett: cronista del dolor y la rabia
Mi ignorancia tiene disculpas. Edición de Claudia Darrigrandi, La Pollera, 2021,181 páginas
Por Juan Rodríguez M.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 20 de febrero de 2022