Carlos Droguett: Eloy Barcelona, Editorial Seix Barral, 1960. 190 págs.
Por Ángel Rama
Publicado en Marcha, N°1005, 22 de abril de 1960
En: La querella de realidad y realismo.
Ensayos sobre literatura chilena
Editor Hugo Herrera Pardo. (Mímesis, 2018)
Si hubiéramos integrado el Jurado del Premio Biblioteca Breve de editorial Seix Barral, no hubiéramos tenido vacilación para elegir entre la novela de Juan García Hortelano, Nuevas amistades, que obtuvo el primer premio y ésta del chileno Droguett que salió finalista con dos de los cinco votos, y hubiéramos votado por Droguett.
Porque si bien la obra de Hortelano tiene una organización más amplia, una comunicación más fácil con el lector y una hábil estructuración narrativa, al mismo tiempo no supera un tipo de personajes ya caracterizados, esos jóvenes de la alta burguesía, que parecen fantasmas o suicidas potenciales, y su planteamiento argumental es débil e ingenuo. En cambio con esta breve novela de Droguett estamos en presencia de una auténtica elaboración artística, original, poderosa, estamos frente a un hombre que es un escritor con la sensibilidad diestra del oficio y la eficacia del decir narrativo.
Droguett tiene ahora 45 años, y es autor de una novela anterior, Sesenta muertos en la escalera[1], que no conocemos, y que publicó hace siete años. En ésta parte de un hecho real: la captura de un salteador de caminos, el ñato Eloy, autor de 20 asesinatos, por parte de un destacamento de carabineros. Toda la obra es un monólogo interior, el de este Eloy cercado por la policía y que ya ve próxima su muerte aunque de ella descrea, mientras en su memoria se superponen, entrecruzan y desfibran fragmentos de su pasado que van recomponiendo confusamente un destino humano.
Aunque esté muy bien hecho, no es esto original, e incluso el sistema del “racconto” en estas circunstancias ha sido explotado y agotado por el cinematógrafo. Tampoco es demasiado nueva la forma protoplasmática de la evocación y su injerto dentro de la realidad en que el personaje padece miedo y coraje; aquí Droguett se aprovecha de las migajas del gran banquete monologuista de Joyce, acondicionando sus aportaciones a una preocupación expresiva racional y lógica. El monólogo que parte ardiente y confusamente al principio, rehusando el punto y aparte y condescendiendo a veces con la coma, muy pronto se organiza en frases normales, de periodos explicativos, y juega realidad y evocación al narrar alternando, pensado más que sentido y recreado desde la entraña del personaje.
Curiosamente no aparece ante nosotros un ser humano distinto, extraño y singular. A pesar de la perspectiva interior monologuista, no hay aquí una revelación de la intimidad original, como en aquel deslumbrante fragmento de El sonido y la furia de Faulkner, en que se superponía a una confusa visión de lo real la naturaleza única del idiota que contaba. No apreciamos aquí a un ser que desde fuera nos sorprende —un criminal reiterado, un ejercitante de la crueldad, un antisocial— y nos provoca intensa curiosidad por saber cómo está hecho por dentro. El Eloy que nos ofrece Droguett, y quizás sea ésta aunque no nos conforme la comunicación que nos dirige, es simplemente un hombre que vive en lo concreto, dominado por la sensualidad, ansioso de un retazo de alegría, un buen padre de familia, con miedos y alardes de valor, pero también con timideces, sensibilidades delicadas y violencias, un hombre en fin.
Pero para esto parece tampoco Droguett ha movido una admirable escritura literaria, una precisión rítmica de creador que tiene el idioma entre las manos y los plasma a la expresión más cabal: una siempre sorprendente capacidad para aprehender el paisaje, la realidad más trillada, y estructurarla en una forma que es ardorosa y exacta, imagen del arte. Parece pasar por estas páginas el recuerdo de una prosa rusa que nuestro público ha intuido a través de las páginas de Pasternak, aunque pertenezca a toda una modalidad creadora nacional, en lo que tiene de potenciación y de intensidad dicente, en lo que tiene de capacidad para reestructurar la realidad combinándola con enorme libertad artística.
Es esta prosa de alta calidad, y tan poco habitual en tierras americanas, es esta precisión narrativa, tensa y sabrosa a la vez, es este moderno sentido rítmico del arte novelístico, los que hacen la excelencia parcial de la obra de Carlos Droguett, y los que le hubieran debido acarrear el premio Seix Barral, si éste, como indican sus bases, se discierne a las expresiones formales más recientes y creadoras del género.
* * *
[1] Novela publicada en 1953 por editorial Nascimento, tras adjudicarse el Premio del concurso patrocinado por la misma casa editorial. Al año siguiente de su publicación, la novela también obtendría el Premio Municipal de Santiago.
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Carlos Droguett: Eloy
Barcelona, Editorial Seix Barral, 1960. 190 págs.
Por Ángel Rama
Publicado en Marcha, N°1005, 22 de abril de 1960
En: La querella de realidad y realismo. Ensayos sobre literatura chilena
Editor Hugo Herrera Pardo. (Mímesis, 2018)