CARLOS CERDA Narrador de la memoria y el
deseo
Entre las amenas entrevistas a escritores en las tertulias
Tobacco & Friends, que
la periodista María Teresa Cárdenas
publica en "A tintero vuelto" (Alfaguara),
figura la
conversación con el malogrado escritor Carlos
Cerda.
Publicamos, a manera de homenaje, un fragmento de dicha
entrevista.
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Por María Teresa Cárdenas
El Mercurio, 23 de diciembre de 2001
..... No
era la primera vez que entrevistaba a Carlos Cerda; ni siquera la
primera vez que conversábamos en público. Pero he quedado para siempre
con la idea de que fue ésa una ocasión especial. La exacta cadencia de
las frases, los énfasis, los silencios revelaban su larga trayectoria en
el teatro y la docencia, aprendizajes paralelos de todas las técnicas
para mantener la atención de espectadores y discípulos. Más allá de esos
recursos, sin embargo, asomaba en toda su integridad el hombre, con sus
difíciles circunstancias, pero sobre todo comprometido, lúcido y
consecuente.
..... Considerado uno de los
más interesantes escritores de los noventa, Carlos Cerda hizo su estreno
definitivo en la narrativa con la novela "Morir en
Berlín".
.... -Con "Morir en
Berlín" reconocimos al narrador, ¿qué pasó con la dramaturgia en ese
momento, terminó esa etapa, se cerró un capítulo?
"Me parece que
dedicar algunos años al teatro o a la novela es una cuestión que depende
más de facturas que uno mismo no controla o que ignora. Pero lo que si
puedo decir es que tanto para escribir un drama como un relato o una
novela, lo principal es que haya una buena historia. A decir verdad, lo
que ocurre es que esa buena historia se cuenta de manera muy diferente
en el teatro que en la novela".
.....
-¿Cómo se cuenta, por ejemplo en el teatro?
"Sobre el lenguaje
teatral, el escritor suizo Max Frisch ha dicho algo muy interesante: que
es el único lenguaje de las artes en el cual la conciencia del
espectador está simultáneamente sometida al estímulo de dos series
asociativas de naturaleza diferente, una se origina en la percepción, es
decir, aquello que veo, y él llama a eso `la materialidad de la escena':
el escenario, el espacio, la gestualidad del actor, el actor mismo, la
iluminación, el vestuario, todo aquello que puedo percibir, y por otra
parte la serie asociativa, que se deriva de la capacidad evocadora del
lenguaje, de modo que allí donde se incorpora la palabra al espectáculo,
se incorpora también la imaginación en la mente del espectador. La
conjunción, más aún, la tensión de estas dos serie asociativas de
naturaleza diferente es lo que define para Frisch la esencia del
lenguaje teatral. El dice: `el dramaturgo debe escribir con dos manos,
con una mano nos va contando todo lo que se ve, en tanto que con la otra
nos va contando todo lo que se oye´. Me parece que es una definición muy
exacta del lenguaje teatral, y para contar una buena historia en teatro
hay que conocer ese lenguaje".
.....
-¿Cuándo surgió en ti esa necesidad de escribir con las dos
manos?
"MI experiencia en el teatro es muy especial, porque tiene
que ver con mi infancia. Yo estudiaba en la Ciudad del Niño, que es una
escuela para niños en situación irregular, en compañía de chicos que
habían sido recogidos de la calle para evitar que se incorporaran a la
delicuencia o para rescatarlos de la miseria, porque vivían en la Vega
Central. Yo no provenía del Mapocho ni de la Vega, afortunadamente, pero
como un tío mío era el director, le pareció que iba a ser una buena
experiencia para mí estudiar en ese establecimiento. Y yo me alegro
mucho de esa decisión tan sabia, porque creo que buena parte de las
convicciones que no me abandonan se deben a esa experiencia que tuve
desde muy niño. Ahí había clases hasta las doce del día y a partir de
ese momento algunos alumnos se dedicban al fútbol, a otros deportes, a
la jardinería, a la música, al baile, a la filatelia, a los talleres
literarios, y yo escogí el teatro. Y por alguna razón fui designado para
escribir las obras que representábamos, que eran historias infantiles
llenas de imaginación, de mucho vuelo fantasioso... Ahí empecé a darme
cuenta de que había un tipo de escritura distinta de la que copiaba del
pizarrón en mi cuaderno; descubría que con aquellas cosas que yo ponía
en el mismo cuaderno, cuando era el libreto que usaban mis compañeros y
eso se decía fuerte en un escenario y la gente escuchaba, pasaba algo.
Es decir, descubrí, a lo mejor en el teatro y no en la literatura, que
el lenguaje no es neutro, que las palabras están cargadas no sólo de
sentido sino de fuerte connotaciones afectivas, y que quizás el instante
más privilegiado y desde el cual puede empezar a crecer la idea de que
uno puede ser escritor es justamente cuando se produce esa experiencia
radical, esa experiencia límite a la que dan origen las
palabras".
..... -¿Cómo fue esa experiencia para
el narrador o novelista?
"Lo esencial del lenguaje en la
novela es todo lo contrario. Así como Frisch dice que el dramaturgo debe
escribir con dos manos, el novelista escribe definitivamente con una.
Escribe desde la imaginación. Ahora no hay materialidad de la escena, no
hay percepción, no hay cuerpo que yo pueda captar con el sentido de la
vida; ahí no hay ni siquiera sonidos que yo pueda escuchar, como los
escucho en el teatro, en la ópera o en el cine; ahí hay un arte que se
realiza en la más profunda intimidad. La escritura es un momento de
soledad, un momento, para mí al menos, de silencio; me cuesta mucho leer
y mucho más escribir escuchando música, y es un momento en que cada
palabra puede despertar una emoción, un recuerdo, una asociación libre.
Es decir, es el instante en que se juntan la imaginación y la intimidad
que es recuerdo, que es memoria, que es deseo".
..... -No está la materialidad de la que tú hablas
en el teatro, pero quizás la imaginación del lector completando la
imaginación del escritor es lo que produce en definitiva esa
materialidad.
"Tienes toda la razón, o sea si hay algo
comparable a la materialidad, es la imaginación que uno es capaz de
despertar en el lector. Es decir, esa imaginación es concreta; pero es
concreta porque es personal. Si yo digo que Pedro contempla desde la
ventana una tarde lluviosa, esa frase, si la leen cien personas, habrá
cien Pedro, cien tardes, cien lluvias y cien imaginaciones diferentes.
En ese sentido, hay algo tan consistente como lo material, pero es,
porque se está apelando a algo que existe con anterioridad a esa frase,
a esa existencia de lo subjetivo antes del texto y que carga al texto de
esa subjetividad y de un determinado sentido que no puede ser sino
individual y personal".
PERDIDA
Y CREACIÓN
..... -¿Tú hablas de la pérdida a
propósito de "Morir en Berlín", pero creo que es una constante en todas
tus obras. En "Sombras que caminan" hay una pérdida del sentido del
pasado; en los relatos de "Primer tiempo" está la pérdida de la
infancia, de la inocencia; en Berlín vives la pérdida de los ideales, de
la utopía. ¿Crees que en tu caso, o generalizando, es necesaria esa
pérdida para que surja la escritura?
"Sí, creo que una
pérdida de alguna forma es necesaria para que la tierra tiemble, para
que el piso se mueva, y para que sea entonces la escritura un acto
necesario y no una futilidad, una cabriola que se hace a la salida del
circo. Pero quisiera contar la historia de la palabra pérdida y su
relación con lo que he escrito. El año 92 José Donoso estaba en
Washington, y apenas terminé `Morir en Berlín´ le mandé un anillado, con
una carta breve en la que le decía: `Por fin terminé esta novela sobre
el exilio, aquí va un ejemplar, ojalá te guste´, y un par de frases más
de ese tipo. Muy pocos días después, llego una noche a mi casa y me
encuentro con un sobre de esos que uno aprende a querer en el exilio,
bordeado del tricolor que anuncia que viene de muy lejos. Esta vez venía
de muy lejos, pero con un sentido absolutamente distinto. Me abalanzo
sobre ella; era de Pepe. Y lo que imaginé de inmediato es que nos
habíamos cruzado correspondencia. Pero abro la carta, y dice: `Anoche
terminé tu novela, la leí en tres días sin parar´ y de ahí viene la
famosa frase con letras grandes y hartos exclamativos `¡¡¡No es una
novela del exilio!!!, ¡¡¡es una novela de la pérdida!!!´ y luego
desarrolla esa idea, hablando de cada personaje, poniendo el dedo en la
llaga y señalando cuál era a su juicio la pérdida de cada uno. Y era muy
lindo el juego de pérdidas que él hacía".
..... -Contradiciendo a José Donoso,
esta también es una novela del exilio. ¿Qué podrías decir a estas
alturas de esa experiencia, que sin duda se refleja en tu
libro?
"Yo diría que en el exilio hay varias vidas, por lo
menos tres. Uno vive a la manera ya ni siquiera de la memoria, sino
francamente de la laceración que puede significar el recuerdo
transformado en manía nostálgica y enfermiza y apabullante, todo aquello
que está perdido, todo aquello que está lejos, todo aquello que ya no
es. En segundo lugar, vive una permanente falta de focalización, como en
la fotografía, un presente que no se comprende, una realidad que no se
conoce, un idioma que apenas se entiende, o si se entiende nunca es como
la lengua propia..., es decir, hay que hacer un permanente trabajo de
focalización para el día a día, para estar parado en lo cotidiano, que
siempre se vive con un grado de irrealidad. Y lo tercero es la
correspondencia. Ese es el único espacio en el cual el exiliado inventa
su vida, elige lo que quiere ser, vive lo que quiere vivir, oculta lo
que quiere ocultar, hace desaparecer lo que tiene que desaparecer, barre
debajo de la alfombra todo lo que puede causar algún dolor o alguna
molestia siquiera. Yo leí mucha correspondencia y me gustaba asomarme de
manera un poco perversa a las cartas de mis amigas y de mis amigos,
donde además siempre se esconde una petición y uno sabe que esa persona
que está allá lejos se va a sacar a su vez el pan de la boca para que
uno no pase hambre. Esta correspondencia en el exilio es un tema
literario muy hermoso, donde hay mentiras o verdades a medias y a lo
mejor la más grande de todas las verdades, un solo subtexto que siempre
dice: "te quiero, te quiero, te quiero, qué lástima que no estemos
juntos".
..... -Me gustaría volver sobre el
tema de la pérdida en tu obra. Y concretamente en "Sombras que caminan",
donde el protagonista dice: "se han llevado el sentido de mis mayores
sufrimientos y mi creencia en que de alguna forma todos seguíamos siendo
leales a nuestro propio dolor".
"Si hay algo de lo que estoy
absolutamente convencido es de que hay una pérdida que es la peor de
todas, la pérdida del sentido, porque es el comienzo del no ser, en
definitiva, es la pérdida de todo. En `Sombras que caminan´ el
protagonista es un actor que ha estado en un campo de concentración,
donde fue tratado muy cruelmente, lo que incluso le provocó algo que en
la novela no queda claro si es impotencia o esterilidad. Este hombre
vive en el miedo, en la miseria, en la marginalidad, en la cesantía y en
el alcoholismo. Pero ocurre que en cierta ocasión va en busca de un
prestamista a esas oficinas en el centro de Santiago donde
intencionalmente se han apagado las luces de los pasillos y en las
puertas hay nombres como Inversiones Futuro o cosas de ese tipo, y se
encuentra con un viejo compañero del campo de concentración. Gran
abrazo, pero se va notando en el diálogo que hay un abismo enorme,
porque mientras uno está pobre como las ratas el otro se ha hecho
bastante rico... En un momento dado el prestamista le dice que no le
puede prestar nada si no tiene cheques, pero que sí se acuerda del flaco
Galessi. El capitán Gómez Galessi era el que estaba a cargo del campo de
concentración y lo había torturado, y ahora tiene su oficina tres o
cuatro puertas más allá. Entonces se informa de que con el paso de los
años se han hecho muy amigos, se han hecho socios en el mundo de la
usura y además se juntan a almorzar todos los viernes. Esa fue una
experiencia que tuve muy cercana y siempre me hizo pensar. Por eso lo
puse en la novela y por eso me importaba tanto el personaje cuando hace
esta reflexión: cualquier cosa que me hagan es menos grave que robarle
el sentido a mi pasado, yo perdí mi capacidad de tener hijos, perdí a mi
mujer, perdí la confianza en mí mismo, perdí mi trabajo para siempre,
pero todo eso hasta ahora para mí tenía un sentido, esté o no esté
equivocado. Y dice también que al que ha estado en un campo de
concentración, ese dolor, esa humillación, esa vergüenza y ese
desencanto del género humano lo acompañan para siempre. Esta idea me
parecía importantísima, que la pérdida del sentido de todo aquello, por
doloroso que fuera, era peor incluso que ese dolor. En esa especie de
`reconciliación´, que yo retrato un poco irónica en estas parrilladas de
los viernes, se abrazan y se besan graciosamente de chunchules los que
en un momento se consideraron adversarios con sentido y que ahora son
compadres sin destino. Yo no quisiera que la reconciliación en este
país, que es tan necesaria y tan urgente, se hiciera a ese precio. No
nos pueden quitar el sentido de nuestro pasado; no nos pueden quitar el
sentido de nuestra historia porque por algo la vivimos".
En suplemento
Artes y Letras de El Mercurio.
Domingo 23 de diciembre de
2001