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Columna de Opinión
“El Arte y la Cultura en el Estallido Social”
Por Carlos Ernesto Sánchez
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En el marco de las legitimas movilizaciones sociales, un blanco de los vándalos han sido ciertos centros culturales, como el Café Literario, una Sede Universitaria, el Museo de nuestra gran Violeta Parra, el Cine Arte Alameda y otras instancias donde se trabaja el tema de la cultura.
Sin duda en estos atentados la derecha ha mostrado “la hilacha” han dejado su firma de odio. Este sector político sabe que su flaqueza es el arte y la cultura. Los trabajadores de esta actividad, desde siempre han caminado junto al pueblo y se han enrolado en las causas de las grandes mayorías explotadas.
Es una contradicción ser artista —en cualquiera de sus manifestaciones— y no ser hombre o mujer de izquierda.
La historia popular chilena se escribe marchando grandes intelectuales en las causas de los trabajadores, y no solo fue Neruda o Víctor Jara, sino narradores como Francisco Coloane, Manuel Rojas, y tantos otros, en plástica, teatro, cine, música. En este último festival de la canción fue claro el compromiso de los participantes en la causa que Chile levanta en pos de justicia.
Los pocos hacedores de canciones de derecha, han guardado silencio, sabiendo que no reciben el aplauso del público, sino la pifia, por no ser solidarios, ni desarrollar una conciencia que los lleve a militar junto a las grandes mayorías, que necesitan que su voz se exprese en el arte.
No me cabe duda, que detrás de la mano violenta y censuradora, se encuentran los grupúsculos de derecha, para los cuales incendiar, vandalizar es una expresión más del fin justifica los medios.
Hace unas décadas el grupo ultra derechista Patria y Libertad, organizo decenas de atentados, guiados por el abogado extremista Pablo Rodríguez Grez, y su argumento culpar a organizaciones del pueblo.
El pueblo jamás atenta en contra de la cultura. Es él quien en difíciles condiciones se organiza en centros culturales, deja plasmada en murallas su arte popular que dan cuenta de sus luchas, es el pueblo quien arriesgando la vida, en plena dictadura, imprimió en caseros mimeógrafos el poema de Neruda “Dijiste Libertad antes que nadie, cuando el susurro iba de piedra en piedra en los Patios humillados” y lo repartimos en las calles temerosas.
No olvidemos que un reducto valiente en plena dictadura fue la Sociedad de Escritores de Chile, donde las puertas se abrieron de par en par, para socorrer a los perseguidos.
Por lo anterior no me cabe duda que los atentados últimos a centros de la cultura y la memoria son obra de la derecha desesperada, que ve como el pueblo se levanta a pesar de toda la represión desatada.
Fue emocionante ver y escuchar a tanto artista en el Festival, diciéndoles en su cara y al país, que no quieren seguir gobernados por Piñera y compañía. Perder el miedo a carabineros y poner en escenario el mal papel que han representado ante la sociedad; Un grupo vandálico que ha dejado una secuela de muerte, dolor, tortura, ceguera, robos y una larga lista que avergüenza.
La derecha como no tiene convicciones ni causas profundas que defender, sino comercio y lucro, mentiras y dominaciones, pretende ganar instalando un escenario donde el miedo haga su performance.
Por ello ante el terror que les causa que el apruebo será grito de rebeldía que recorrerá la patria, nada mejor estiman que violentar, amenazar, censurar. Es decir aplicar la vieja sentencia “mentir, mentir, que algo queda...”
Hace unos años circulaba un libro de rimbombante titulo “La Inteligencia Militar” cuyo texto eran solamente hojas en blanco; No había nada.
Hoy la derecha no tiene nada que ofrecer ni que mostrar, solo una secuela de sangre y represión. No solo la represión de estos días, sino la otra, la que defendieron y justificaron en la dictadura cívica militar.
No es palabra vacía el decir que los que hoy levantan su voz desde la derecha añeja tiene efectivamente sus manos manchadas con sangre. Ellos avalaron la dictadura y siguen defendiendo los añosos postulados de esta.
Se acerca un tiempo privilegiado, para que por vía democrática repudiemos a quienes tienen un curriculum de violaciones a los derechos humanos y de explotación a los hombres y mujeres de la herida patria.
Los que aplaudían las quemas de libros, las exoneraciones de intelectuales, el asesinato de artistas, la censura brutal, la persecución hoy nuevamente sacan sus garras dejando su huella vandálica en centros de arte y cultura.
La gran función del arte y el trabajo del artista, es que nada se olvide. Que la obra trascienda la historia, marcando a fuego la mano criminal de los poderosos que para conservar sus privilegios no dudan en asumir las armas más asquerosas de la represión.