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Columna de Opinión
Gladys Marín; Testimonio para estos tiempos.

Por Carlos Ernesto Sánchez



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Las noticias dan cuenta que la tumba de Gladys Marín, fue vandalizada por desconocidos que todos sabemos quiénes son.  Los mismos que en total impunidad asesinan en las calles de nuestro doliente país.

Lo que no entienden estos delincuentes avalados por una derecha que justifica todo hasta lo más repudiable, es que Gladys no es, ni está en ese pedazo de tierra de cementerio. Ella vive más fuerte que nunca en la lucha que se da día a día en las calles desafiando a los poderosos. Ella ha sido la única que en las puertas del  Palacio de Gobierno les dijo que eran unos concha de su madre. Y entró mojada y agredida a exigir explicaciones a Guillermo Pickering, sub secretario del Interior. Jamás tuvo miedo o dejó que su amado pueblo marchara y ella quedara atrás protegida. Siempre en cada calle que recorrimos ella avanzaba primero aunque la represión fuera feroz.

Yo estuve con ella cuando una mujer quiso atacarla con una gillete y cortar su cara. Eran dos militantes de la Fundación Pinochet. En ese momento no estaba preocupada por ella sino por su gente, por sus compañeros.

Tuve el honor de recorrer muchos caminos con ella, en la campaña a la Presidencia de la Republica, donde los más pobres con fervor expresaban su cariño. Fue una campaña pobre, llena de mística, alegría y sueños posibles de un Chile mejor.

Fue mi amada amiga. La conocí entrevistándola en Radio Tierra, antes de terminar el programa dije al aire “Yo voto y llamo a votar por Gladys” y desde ese instante caminamos juntos, fuimos amigos, visité muchas veces su casa, bailé con ella el más recordado bolero. La amé desde lo más profundo de mi corazón pobre y marginal.

Su enfermedad y muerte me sumió en el más profundo de los dolores, dejándome en una absoluta huerfanía.

Vi desde la calle la interminable fila de acompañantes en su funeral; No pude caminar, solo llorar. La conocí bien. En ella el discurso era vida, cada minuto era acto de honestidad.

Con ella sufrí dolores como la muerte de Sola Sierra, en la posta los dos solos ante los restos mortales de la insigne dirigente. Entré con ella en sus recuerdos y sus cartas y poemas. Anduvimos en decenas de actos donde ella confiando en mi palabra hacia que hablara.

Fuimos un grupo con Carmen Soria, Pedro Lemebel, Manuel Hernández, Eliana Aranibar quienes estábamos cerca de ella respondiendo sus preguntas, visitando compañeros ancianos y pobres.

Gladys era mujer generosa, libre, feliz, confiando en los trabajadores y con  vivo recuerdo de Salvador Allende.

Hoy que hago estos recuerdos mis ojos se nublan  de lágrimas. La extraño. Ella estaría en primera fila en la calle. Su voz no temblaría para exigir justicia.

Sin duda entre las muchas mujeres grandes como la Mistral, Elena Caffarena, Sola Sierra, y tantas trabajadoras, jefas de  familias, dirigentes sindicales, líderes de opinión, el nombre y la figura de Gladys Marín sobresale.

Malditos sean los que vandalizaron su tumba. No se puede esperar que este gobierno inicie una investigación, sino han sido capaces de hacerse parte en contra de quienes han torturado y asesinado a tanto joven.

El castigo mayor para estos delincuentes; La historia los juzgara y morirán en el anonimato y desprecio por sus actos, mientras la figura de Gladys cada dia se agiganta.

Amada Gladys, trabajaremos incansablemente por abrir las anchas Alamedas y que las nuevas generaciones sepan de tu compromiso con los pobres, mujeres, trabajadores, pueblos originarios, diversidad sexual, en fin los compañeros. Palabra que me enseñaste y que es sagrada.



 

 

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Gladys Marín; Testimonio para estos tiempos.
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