Proyecto Patrimonio - 2020 | index | Carlos Ernesto Sánchez |
Autores |







 



«Me arrepiento de mi noche» de Carlos Ernesto Sánchez
Mago Editores, 2017, 148 págs.

Prólogo

José Salomon Gebhard
—Crítico literario y académico—


.. .. .. .. ..

Este segundo libro de Carlos Ernesto Sánchez, Me arrepiento de mi noche, viene a consolidar algunos de los temas y líneas escriturales que ya había planteado en su primer texto, Tengo una pena contigo. Pienso en macho, publicado en 2004. Su segundo libro no sólo reitera el conflicto sin solución de los afectos y emociones con que vibraba el corazón nocturno del poeta callejero sino que, en verdad, en esta nueva entrega poética Sánchez desarrolla el desengaño amoroso hasta transformarlo en el destino ineludible de toda relación amorosa: la despedida. Y es que Me arrepiento de mi noche asume la voz del adiós y el gesto de retirada como digna conclusión de un pasado que, en su esencia, siempre ha sido mejor que el presente. La noche se convierte en el filtro con que se interpreta el pasado, hay una nostalgia noctámbula que reclama los recuerdos y recrea a la memoria como alimento para la soledad del presente. ¿Estamos ante una renovación de la estética romántica? En ningún caso, pues la noche que atraviesa a este libro quiere significar el abandono en que fue dejada la escritura durante los largos años de gestación de estos textos, años que aún carecen de nombre, pero que tienen el oscuro espesor de este ya demasiado extenso tiempo que llamamos postdictadura. Nunca el consenso fue más opresor que entonces, nunca la política de los acuerdos ha sido tan excluyente como ahora y, qué duda cabe, la literatura ha sido en gran parte cómplice de la maquinaria cultural de esta época. En particular, fue cierta narrativa la que negoció los capitales simbólicos de este período, transando estéticas por consumismo, placer por complacencia y conocimiento por ignorancia, e impuso a los lectores la retórica postdictatorial del consenso, anulando toda posibilidad de diferencia crítica tras la ilusión del acuerdo, que ha hecho de la literatura un ejercicio creativo en la medida de lo posible. En este páramo desolador, al menos la poesía ha insistido en su voluntad de aislamiento, en el ejercicio de autoafirmación de su propio lugar marginal. Cuando decimos que ya no hay lectores de poesía, en realidad expresamos la condición excéntrica de un lector que carece de representación en la actual institucionalidad cultural. Muchos leemos poesía pero lo ocultamos porque, en nuestra inconciencia, ignoramos qué hacer con ella, cómo criticarla y cómo disfrutarla. Los poetas siguen quedando relegados, como hace cien años y más, al lugar improductivo de la bohemia y del alcohol nocturno.

Esta es la noche de la que se arrepiente Carlos Ernesto Sánchez, no por haber sido privado de mejores laureles para su firma poética o consagraciones y premios oficiales, sino por haberse entregado al proyecto social del que creímos alguna vez formar parte. Por eso su arrepentimiento es, más bien, la despedida lúcida de un tiempo pasado que, cuando alguna vez fue futuro, ya había nacido muerto y no lo alcanzamos a percibir. Su arrepentimiento es también el proceso subjetivo de cierre de una época, ya no es la poesía de denuncia de antaño, sino la retórica de la despedida que viene a concluir los falsos signos del consenso democrático y del acuerdo excluyente de la postdictadura. En tales términos, se podría aplicar a Me arrepiento de mi noche lo que Enrique Lihn sostuvo de la poesía de Rodrigo Lira, es el balance de una quiebra, la bancarrota de la poesía, la sentencia que dicta la condena sufrida por la escritura. No podría leerse de otro modo el verso que Sánchez repite a lo largo de su libro, «cúmplase la escritura», donde no sólo se concentra la sentencia de su despedida, sino también se arraiga su mayor gesto poético: la expresión de la autonomía alcanzada mediante el ejercicio libre de su escritura. Es así que la voz arrepentida de Sánchez tiene más relación con el pesar que con el remordimiento, con la confesión más que con la culpa y con el deseo más que con la penitencia. En el arrepentimiento de Sánchez se alza una voz que por fin ha alcanzado el sitio exacto de su expresión, en este gesto de contrición que examina su propia biografía no sólo como ejercicio individual de conciencia, sino como actor involucrado en este gesto de contrición que examina su propia biografía no sólo como ejercicio individual de conciencia, sino como actor involucrado en los acontecimientos de su tiempo. Por eso, el arrepentimiento de Sánchez constituye la afirmación de su voz poética.

Las últimas décadas en Chile han asistido a una emergencia de sujetos y actores sociales diversos, han entrado en la escena cultural crónicas particulares que renuevan el género testimonial y otorgan un lugar relevante a los actos cotidianos del ciudadano común, en definitiva, se han ampliado las reivindicaciones locales y minoritarias, incorporándose a la agenda pública la representación legítima de voces y sujetos que tradicionalmente la política chilena excluyó de sus relatos. En esta perspectiva, el libro de Sánchez funda un imaginario local que se enfrenta tenazmente con las políticas de ordenamiento y cooptación de la sociedad chilena. Si muchos de sus poemas describen el deseo erótico homosexual, lo hacen desde la incorrección política y la provocación contra las normas que pretenden reglamentar las relaciones afectivas dentro del formato del buen gusto. Si a veces adopta un tono religioso en su voz, es para contradecir la unión mística y romper con la obediencia católica. Si escribe poesía es, justamente, para desajustar el canon poético de la literatura nacional. El imaginario poético de Sánchez se articula efectivamente entre dos gestos escriturales de enorme importancia semiótica: por un lado, el arrepentimiento como una mueca, un signo peyorativo, que abre el debate sobre el valor -y desvaloración- de la poesía actual y, por otro lado, la recreación de la noche en sus textos instala un imaginario que a todas luces debe parecernos evidente: aun de día, los chilenos vivimos como si estuviéramos ocultos, clandestinos en nuestros deseos, noctámbulos en nuestros trabajos, furtivos en los encuentros, encubiertos en nuestras secretas aspiraciones. La voz de Carlos Ernesto Sánchez ilumina nuestra realidad, para confesar la verdad que vivimos y deseamos sin culpas.

Por eso, el conjunto de poemas de Me arrepiento de mi noche tiene un notorio carácter apelativo, bajo un formato cercano al epistolar. Allí donde se pronuncia un nombre o se constata una situación, aparentemente reales, opera el rasgo esencial del género epistolar, que pretende recrear, en la ficción de la letra, simulacros de sinceridad e imitaciones del yo. El afán de verosimilitud recorre la escritura de este libro, cada poema se vuelve un recado urgente, una declaración imperiosa, un manifiesto privado que vincula a un autor con su lector, como construcciones convencionales de remitente y destinatario. Muy poco nos ha de servir a los lectores interrogarnos por la veracidad biográfica de estos textos, antes que por el sentido cómplice que su autor establece con nuestra lectura. Cuando una carta se arroja a la circulación infinita de mano en mano, de lectura en lectura, ya habrá perdido todo gesto confidente, toda condición de secreto personal. El lector concluirá, entonces, que una confesión hecha pública y gritada a viva voz sólo puede ser leída y entendida como la adopción de una convención de escritura que sitúa, a este texto y a todos los suscritos bajo el rótulo epistolar, dentro de una muy extendida tradición literaria que Carlos Sánchez renueva dentro de la figura del arrepentimiento.

La alegoría del nombre propio supone que la relación amorosa que entabla el autor, la misma que se narra en estas páginas, se establece más con el personal oficio de escritor que con una figura real de nombre y apellido. En ese sentido he afirmado que de poco nos sirve a los lectores la verdad biográfica del autor. Iván, Rodrigo, Daniel, no son sólo una excusa para escribir, sino que representan los modos en que el autor concibe su relación con la escritura. En este texto no ha faltado ninguno de los incidentes habituales que conforman las anécdotas en este tipo de peripecias eróticas: el deslumbramiento del primer encuentro, la promesa de felicidad eterna, la inconstancia del amado, la sospecha de infidelidad, el desengaño y, por último, la ruptura y la pérdida. Es así que al correr de la lectura se va perfilando la figura del amado, mediante una conflictiva relación que el autor establece con la letra, crisol que constituye y recrea no sólo la identificación del lector de estas páginas, con nombre y apellido, sino también a la misma figura del autor que, por cierto, asume asimismo un nombre y un apellido.

El rasgo peculiar de este conjunto de poemas se concentra en un hecho ya señalado: el discurso, como expresión de acontecimientos, asume la retórica de la despedida. Los poemas transfiguran el sentimiento amoroso en un siempre doloroso adiós, parte esencial de la unión amorosa. No existe amor que no esté singularizado por su propia clausura. El amor del autor, en este sentido, se vuelca sobre el formato de un extenso adiós, y durante toda la extensión de este gesto verbal se comienza a perfilar la verdadera identidad del amado, más allá de su nombre: el amado se vuelve ausente para posibilitar su despedida, así como el autor manifiesta su arrepentimiento para expresar su partida. El verdadero amor es el que está idealizado y, por tanto, ausente. La figura de la ausencia, entonces, es el receptáculo que moldea el discurso de Carlos Ernesto Sánchez, donde todas las palabras se trastocan en susurros, gemidos, preguntas sin respuestas, gritos y llanto. Y ya que la relación con el amado representa, como decíamos, la relación con la escritura, la ruptura con aquél es, en definitiva, el encuentro con su más íntima expresión. Las figuras de la ausencia presentes en este texto, en la retórica de la despedida, auguran la puesta en marcha de la escritura y la circulación del libro. En tanto el autor desea que «tu nombre se borre en mis poemas», que sea un «indiferente nombre», tendrá la capacidad de emitir el verso último frente a la pérdida de la relación amorosa, graficada en una suerte de sentencia judicial que citábamos al comenzar este texto, «cúmplase la escritura», como condena del encuentro amoroso y como destino inexorable al que el autor se ve fatalmente sometido. También los motivos religiosos y políticos atraviesan intermitentemente una página tras otra, escenificados mediante la retórica de la despedida. La proclama política se vuelve contraproclama cuando el autor «quiere huir de Chile», parodiando la nostalgia nerudiana del regreso a la patria, pero esta vez el paisaje elegíaco del Cuando de Chile ha sido reemplazado por el panorama urbano, nocturno, citadino, prostibular, agobiado por las nuevas circunstancias impuestas por el neoliberalismo en curso. Del mismo modo, la apelación al Cristo crucificado deja a un lado la búsqueda de unión perfecta a la cual propendía la poesía mística y, en cambio, la oración se recrea como contraoración que busca desligar al hombre de la divinidad. Contraproclama y contraoración también son expedientes de la retórica de la despedida, pues en ellas el detalle lingüístico se concentra en la figura de la ausencia, resaltando el lugar vacío que ha quedado con la muerte de Dios y con el adiós a la política.

Lo único que permanece constante es una escritura, una voz en el desierto que anuncia la ruina de los tiempos pasados y de los actuales. Lo único que existe es, paradójicamente, un futuro en el que es imposible creer. En ese vacío, en esa soledad del presente, se constituye la escritura de Carlos Ernesto Sánchez, cuyo origen se formula a partir de su gesto de arrepentimiento, Por eso, la retórica de la despedida no puede sino apelar con urgencia a las figuras de la ausencia, del amado ausente, del tiempo ido, bajo la forma de una nostalgia dolorosa que, al decir de San Juan de la Cruz, «no se cura sino con la presencia y la figura».

Julio de 2017



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2020
A Página Principal
| A Archivo Carlos Ernesto Sánchez | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
«Me arrepiento de mi noche» de Carlos Ernesto Sánchez.
Mago Editores, 2017, 148 págs.
Prólogo.
Por José Salomon Gebhard