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"ANÁBASIS
MAQUETA", DE CARLA FAESLER
Por Josué
Ramírez
LetrasLibres,
mayo 2005
Carla Faesler publicó,
a finales de 2003, Anábasis maqueta. Es un libro construido con
el rigor de los periodos acentuales fijos, con una clara idea de unidad del conjunto
de los poemas, ordenados en cinco secciones, con un sentido muy bien definido
de hacer de cada poema una narración cuyo centro es la imagen. A más
de un lector Anábasis maqueta lo desconcierta, porque la poeta se
coloca en la frontera entre verso y prosa; tanto evoca y sugiere como cuenta de
forma directa. Y Faesler lo hace
sin entrar en conflicto, porque no se propone emancipar el verso de su condicionante
abstracta y su sensualidad melódica, ni busca sutilizar la prosa. Además
de que lo que en algunos poemas cuenta no se puede tomar de forma literal, pues
no refiere a experiencias sino a un imaginario de acciones verosímiles:
lo que sugiere no remite a valores esenciales, como lo puede ser el concepto de
la verdad de un hecho contemplado en la intensidad de un instante.
Su
facilidad para contar y concebir el poema como acción le viene de observar,
supongo, en las artes plásticas o visuales contemporáneas, las cualidades
del performance. Es decir: no una representación sino el acto de presentar
actos, momentos que se quedan grabados en la mente como imágenes. Faesler
sabe muy bien ausentarse de su persona para darle paso a los personajes en situaciones
propias de nuestro tiempo y, sin miedo al feísmo, ha logrado poemas de
humor macabro, ironía sangrienta o crítica a la industria de la
feminidad frívola. Es una poeta que rompe con la estética prevaleciente,
la de hacer del cuerpo de la mujer un argumento, o de forma sutil ironiza las
miradas sobre la infancia vista como un espacio donde la fábula se concibe
semejante a un almacén de símbolos, que por el simple hecho de ser
nombrados garantizan un ser inmaculado. En su poema "La casa del investigador",
describe cómo las partes de cuerpos descuartizados conforman la decoración
de un departamento que, lejos de invitar a la intimidad o estremecer a su visitante,
lo horroriza.
Había
en el florero un ramillete
de brazos.
[...]
Varias nalgas servían
de cojines en los amplios sillones de la sala.
[...]
Como adorno en el
baño,
ojos de mil colores bajo el agua,
un bibelot de cristal cortado.
Faesler
describe, enumera y sitúa los contenidos de su poema sin juicio de valor
alguno, sin moralina ni sentencia, porque el poema para Faesler no es una representación
del mundo sino una realidad paralela, donde el conocimiento del mundo es conocimiento
del poema y no al revés. Faesler va hacia sí misma, sin buscar imagen
y semejanza en sus fantasías porque, alejado o desprendido del mundo exterior,
el poema es un trance pasajero incapaz de discurrir sobre lo real, y su única
función, si acaso, es aparecer como un contraste.
Que un poema
sea contraste, antes que reflejo, me parece un riesgo inteligente, no cerebral.
Quiero decir: un poema cerebral es frío, deja de lado el sentido (lo que
sucede) para que el concepto se presente de forma estática; en cambio un
poema inteligente, que no deja de recurrir a su naturaleza lírica, pero
que no busca expresar las nupcias entre el corazón y el pensamiento, nos
propone una perspectiva sobre alguna idea desde un tono despersonalizado, digamos,
objetivo, sin que esto demerite la subjetividad de la expresión poética.
En "La casa del investigador", la poeta recurre a la estética
del thriller, pero lo hace con humor, con una actitud lúdica que recuerda
cómo la poesía, al igual que las otras expresiones estéticas,
se enfrenta a la radicalización de su presencia en el mundo actual, que
nace con la modernidad, donde todo es especialización. Su radicalismo está
en presentarse a sí misma, a través de los poemas de su autoría,
como una persona o personaje descreído de arquetipos intimistas. Es esta
razón por lo que, en una primera lectura, sus poemas pueden confundir al
lector, que está acostumbrado a la marea de la abstracción y el
personalismo de la poesía mayoritaria escrita desde finales del siglo XIX.
Es una apuesta original, es decir, que se ve, se siente y se piensa como algo
que se ha originado en Carla Faesler; que no ha sido una imposición, sino
que pone de manifiesto una inquietud expresiva, una necesidad de hacer que lo
expresado responda a una exigencia de rigor; de ahí sus cuidados métricos,
su melodía seca y directa.
Con humor e ironía, sin que por
ello escriba antipoemas, Faesler toma distancia del poema y lo detalla. No es
nueva su actitud, pues saber reír en poesía, gustar de abordar temas
con sarcasmo y humor corrosivo, nos es familiar. Lo nuevo está en los asuntos
que trata, las perspectivas que traza su forma de mirar, ya sea algo que ocurre
(como ocurrencia) o algo que se piensa o imagina. Con todo, pienso que, a pesar
del rigor con que trabaja sus poemas y el proceso que plantea en su conjunto,
Anábasis maqueta es desigual. Hay poemas, como el ya citado, o "Ser
original" y "Güera Miss Clairol", entre otros, que logran
quedarse en la mente del lector; no así algunos en los que se diluye lo
que más le interesa a Faesler expresar: "la gran verdad / del trance
natural que nos rodea." Este trance está lejos de plantearse como
lo inefable: más bien describe con realismo el inconsciente, en tanto que
la imaginación mantiene una relación viva con el mundo que la alimenta
y provoca. -