El principal
concurso literario de Argentina
Carlos Franz
ganó el premio LA NACION-Sudamericana
El autor es chileno,
vive en España y presentó la novela “El desierto”
Por Susana Reinoso
De la Redacción
de LA NACION, Martes 15 de marzo de 2005
El escritor chileno Carlos Franz, de 46 años, residente
en España, obtuvo el Premio de Novela LA NACION-Sudamericana
2004-2005, dotado con 60.000 pesos, por su obra “El desierto”, que
firmó con el seudónimo de “Orlando”. El galardón
consiste, además, en la edición del libro en la Argentina y en España, lo que
lo convierte en el principal premio literario del país.
La novela, elegida entre 292 originales, se impuso por
unanimidad a otras tres finalistas. Será presentada el 7 de
mayo en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que comenzará
el 21 de abril.
El jurado estuvo integrado por Carlos Fuentes, Tomás
Eloy Martínez, Griselda Gambaro, Luis Chitarroni y el editor
del suplemento Cultura de LA NACION, Hugo Beccacece.
En su dictamen, el jurado destacó que “El desierto” es una
novela “de una gran riqueza narrativa, con pasajes de intensa dramaticidad
en la acción y el lenguaje. Cuenta la historia de fascinación
y sometimiento mutuos de una víctima y su victimario durante
la dictadura chilena”.
El autor es colaborador del diario El País, de Madrid, y de
la revista Letras Libres, también de ese país, así
como columnista permanente del diario La Tercera, de Chile. Colabora
también con la revista Brecha, de Uruguay; Quehacer, de Perú,
e Internazionale, de Italia.
Dos de los temas que prevalecieron entre los originales presentados
son la última dictadura argentina y la inmigración.
Un 90 por ciento de los trabajos provino de la Argentina y el resto,
de México, Uruguay, Chile, Guatemala, Perú, Venezuela,
Brasil y España.
“El desierto” narra la historia de una jueza, Laura, que 20 años
después del régimen de Augusto Pinochet regresa a su
pueblo, en Chile, donde la comunidad ha negado sistemáticamente
los hechos del pasado. En un viaje interior, ella descubre sus propias
culpas. Así lo contó, vía telefónica,
el propio Carlos Franz, desde su casa en Madrid, donde vive desde
hace ocho meses. Su voz sonó serena y recibió con sobriedad
y emoción la noticia del premio, transmitida por Hugo Beccacece.
Minutos antes se dieron cita en la sala de reuniones del directorio
de LA NACION los miembros del jurado, con excepción de Fuentes
y Martínez, junto con Gloria Rodrigué y Javier López
Llovet, de Grupo Sudamericana-Mondadori; el secretario de Redacción
del diario Jorge Fernández Díaz, y el presidente del
directorio de LA NACION, Julio Saguier.
En presencia del escribano Enrique Maschwitz (h.) se produjo la apertura
del sobre ganador, que develó el misterio.
Las otras novelas finalistas fueron "Viajes por el amor muerto",
presentada con el seudónimo de Caupolican; "El gran oriental",
firmada por Javert, y "La ronda", con el seudónimo
de Raúl Preiss.
El fallo agregó que en la obra "paralelamente se entrecruzan
otros relatos que muestran la contaminación de los mitos y
tradiciones indígenas con la religión y el cruel pragmatismo
de la cultura europea".
Carlos Franz, señaló el jurado, "con un lenguaje
barroco, le da a su narración un trasfondo ético y metafísico
sin hacer una fácil distribución de culpas y castigos.
En esta crucial combinación de elementos radican el principal
mérito y la originalidad de la novela".
Rumbo a Europa
Hace cinco años, Franz dejó Chile rumbo a Europa. Su
primer destino fue Berlín, donde vivió como artista
en residencia durante 2000. Más tarde se radicó una
temporada en Londres, donde fue visiting fellow en la Universidad
de Cambridge y, hasta hace dos años, profesor en el King´s
College de la Universidad de Londres.
Cuando dejó Santiago, ciudad a la que le dedicó el
ensayo "La muralla enterrada" (Planeta, 2001) -en el que
analiza la identidad chilena a lo largo de la producción literaria
de un siglo-, Franz también abandonó una vida jalonada
por logros profesionales.
Luego de estudiar con José Donoso, dirigió talleres
literarios en la Biblioteca Nacional de Chile para escritores jóvenes
y dirigió, durante siete años, la Feria Internacional
del Libro de Santiago.
Desde mediados de los años noventa hasta que emigró
a Alemania, el narrador enseñó literatura en la Universidad
Diego Portales, de Santiago de Chile.
Franz ha publicado las novelas "Santiago cero" (Seix Barral),
con la que obtuvo el primer premio en el 4° Concurso Latinoamericano
de Novela Cicla (Consejo de Integración Cultural Latinoamericana,
1988), la que lleva tres ediciones, y "El lugar donde estuvo
el Paraíso" (Planeta, 1998), que resultó finalista
en la 10» edición del Premio Planeta de la Argentina,
oportunidad en la que ganó la fallecida escritora argentina
María Esther de Miguel.
Parte de su producción literaria ha sido recogida en antologías
de cuentos. Entre ellas una edición norteamericana de Plume
de 2002 titulada "A whistler in the night world" .
Desde Madrid, donde vive concentrado en su labor periodística
y su oficio de escritor, el autor chileno recordó con decepción
el concurso del Premio Planeta de 1996. Al comentar las razones que
lo llevaron a presentarse en el concurso literario de LA NACION-Sudamericana,
Franz dijo que "fue, en algún sentido, para ver si esta
vez obtenía la revancha y podía ganar. También
tengo que decir que he tenido suerte cada vez que participé
en un concurso".
El libro ha sido descatalogado por el Grupo Planeta, de modo que
su localización admite una única vía abierta:
las librerías de viejo. Sin embargo, hace apenas tres meses,
en diciembre, "El lugar donde estuvo el Paraíso",
la película del cineasta español Gerardo Herrero adaptada
de la novela de Franz, se estrenó en Buenos Aires. La productora
argentina fue El Puente, de Oscar Rovito.
Coproducido entre España, la Argentina, Brasil y Perú
y estrenado en España en 2001, el film fue protagonizado por
el argentino Federico Luppi. La historia, ambientada en Iquitos, Perú,
a principios de los años ochenta, se localiza en un escenario
de dictaduras militares en casi toda América latina. Luppi
interpreta al cónsul de un país sudamericano que afronta
la persecución de las autoridades locales en busca de un refugiado
político. De la coproducción también fueron parte
otros dos argentinos: Gastón Pauls y Villanueva Cosse.
La dictadura también ha alimentado artículos de honda
reflexión del escritor trasandino. Como el que el diario El
País publicó en noviembre último, con el título
"La memoria de la tortura", en el que aborda el modo en
que el gobierno chileno está enfrentando su pasado por medio
de la memoria.
A Franz le gustó el guión adaptado del argentino Jorge
Goldenberg, residente en España, pero no la realización
de Herrero: "Goldenberg es un tipo encantador y un gran profesional.
Me envió tres versiones del guión, que fueron fieles
al libro y me dejaron muy conforme. Pero de la película prefiero
no hablar, porque no me gustó".
En todos los premios literarios para los que ha concursado, Franz
utiliza por cábala el mismo seudónimo: Orlando, tomado
del personaje de Virginia Woolf, que vive cuatro siglos en cuyo devenir
cambia de sexo varias veces.
Esa fue la razón por la que el jurado no supo, hasta abrir
el sobre con los datos reales, si se trataba de un hombre o de una
mujer.
"Aquí no hay ni vestigio de realismo mágico"
La historia, de amor y tragedia, transcurre
en el Chile de Pinochet
Eran las tres de la tarde en Madrid cuando el escritor
Carlos Franz supo que "El desierto" había ganado
el Premio de Novela LA NACION-Sudamericana. Estaba en su casa del
barrio madrileño de Chamberi, junto con su esposa también
chilena, Jeannette, y su hijita Serena, de cinco años. Lo vivió
como un regalo de cumpleaños, pues el 3 del actual Franz estrenó
los 46.
"Fueron muchos años de trabajo -dijo al hablar de la
obra ganadora-. Yo me demoro mucho en escribir cada novela, un promedio
de seis años. Para este libro estuve dos años tomando
notas y otros cuatro para escribirlo", dijo luego, cuando la
cronista lo consultó sobre el proceso de creación. La
cantarina tonada chilena de la voz de Franz se oyó nítida
del otro lado del Atlántico.
Durante cuatro años escribió y reescribió y
desechó versiones, a tal punto que la primera de todas nada
tiene que ver con la que envió al concurso literario, según
contó el escritor. En España acaba de concluir la escritura
de una novela corta y un libro de cuentos. Dedica diez horas diarias
a su oficio de escritor. Y el resto del tiempo, cuenta con indisimulada
ternura, lo comparte con Serena.
A fines de febrero último, en su página de opinión,
el diario madrileño El País publicó un artículo
conmovedor de Franz titulado "Los nietos oscuros", donde
el narrador cuenta la unión de soledades que se da entre los
miles de ancianos sin amor familiar que viven en Madrid y los sudamericanos
ilegales que los cuidan y escuchan a cambio de un hogar y comida que
les ayuden a paliar el desarraigo.
En 2003, Franz rechazó el Premio Latinoamericano de Periodismo
José Martí, auspiciado por la agencia Prensa Latina,
en protesta por la prisión y condena de disidentes cubanos.
En aquella ocasión, el escritor chileno dijo al diario La Segunda,
de su país, que "no podía aceptar un premio periodístico,
que es a la libertad de expresión, cuando entre los 78 disidentes
encarcelados por 30 años en Cuba se encuentran numerosos escritores
y unos 20 periodistas".
Fue a raíz de un ensayo periodístico titulado "Un
héroe americano", que cuenta "un caso flagrante de
imperialismo estadounidense en algunos países latinoamericanos",
según palabras del narrador.
"El desierto" está precedida por una dura reflexión
de Nietzsche, extraída de "El nacimiento de la tragedia":
"Desde hoy, en cada alegría exuberante se oirá
un trasfondo de terror".
-¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
-Fue una larga búsqueda, con muchos momentos de desaliento,
hace tres años hasta pensé en abandonarla. Fue cuando
decidí desarrollar el personaje de Laura y allí encontré
el camino. Esta es una novela de ideas, contra corriente y deliberadamente
antilight. Aquí no hay ni vestigio de realismo mágico.
Pero tampoco de coquetería cultural, erudición de librería
ni dandismo de escritores describiéndose a sí mismos.
La verdad es que ni siquiera sé si estamos preparados para
esto en nuestros países.
-¿Por qué la dictadura es el tema de la obra?
-Mi generación, que padeció la dictadura chilena,
se ha enfrentado a este cuestionamiento de los lectores que preguntan
siempre: ¿cuándo van a escribir la gran novela de la
dictadura? Para los que vivimos la dictadura de Pinochet dentro de
Chile aquél fue un drama personal. Yo sentí la necesidad
de hacer una novela que fuera fiel a la historia, pero a su vez, que
fuera universal. Hay novelas que se pierden al contar la historia
de la dictadura en forma mimética. Yo quería que mi
novela fuera alegórica, simbólica, siguiendo el modelo
de las tragedias griegas.
-¿Forma parte de alguna capilla literaria?
-No formo parte de capilla alguna ni en España ni en Chile.
Soy más bien un individualista antigregario. Por supuesto,
tengo algunos amigos entre escritores, pero los escojo por su calidad
humana y no por su desempeño profesional.
-¿Cuáles son para usted los escritores hispanoamericanos
más relevantes?
-Jorge Edwards me parece el escritor de su generación que permanece
más vital y creativo, como se ve en su última espléndida
novela, "El inútil de la familia". Luego, Tomás
Eloy Martínez con "El cantor de tango" casi llega
a la altura de su mítica "Santa Evita". En mi generación
hay varios, la mayoría de ellos son argentinos. El libro de
Rodrigo Fresán "Los jardines de Kensington" me pareció
un libro brillante, aunque estoy sesgado porque soy anglófilo.
Y "La burla del tiempo", de Mauricio Electorat, es una novela
muy lograda. Entre los narradores más jóvenes me interesa
el argentino Gonzalo Garcés.
-¿Cuál es hoy la realidad de un escritor sudamericano
en España?
-Difícil. España se mira a sí misma y su hegemonía
editorial hace que los últimos gustos que desfilan por la pasarela
editorial de Barcelona pasen por verdades estéticas absolutas.
Como siempre, la única oportunidad de un hispanoamericano es
romper ese canon peninsular, en lugar de plegarse a él. Creo
que Roberto Bolaño lo hizo, hasta cierto punto. Ahora hay decenas
de escritores latinoamericanos viviendo acá e intentando hacerse
oír.
Yo no puedo quejarme. En este corto tiempo en Madrid la prensa más
exigente, como El País, me ha abierto espacios de opinión.
Y espero que cuando este libro aparezca acá también
obtenga su espacio. La gran pregunta es, como siempre, si los españoles
estarán dispuestos a aceptar otro tratamiento estético
sobre nuestros temas sudamericanos de siempre.