Sobre la vastedad de "El Cementerio más hermoso de Chile", de Christian Formoso Babic
Sergio Rodríguez Saavedra
En “Pluma y Pincel”, 20 de mayo de 2010
http://www.plumaypincel.cl/
“Si se puede hablar entonces de una tarea de la poesía –si es todavía posible decir eso- esa tarea es la de cruzar su propia muerte para que las palabras puedan otra vez evocar y hacer cotidiana la concretud a veces terrible de la existencia.” La sentencia es de Raúl Zurita, pero bien contiene una aproximación a esta obra –tan compleja como profunda- que es "El cementerio más hermoso de Chile" ( Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2008.) del puntarenense Christian Formoso Babic. Una obra que urde -desde el motivo universal de la muerte- esa red que atrapa el lenguaje de los otros. Esta obra abierta.
De las líneas posibles, Chile. La composición cultural de los íconos de nuestro país -sus fantasmas- son cuestionados, exorcizados en los textos que componen las secciones del libro desde las primeras lápidas del territorio austral hasta los muertos en vida. Las ánimas son fruto de una brutal dominación, tanto económica como ideológica. Ahora bien, Formoso hace patente que la región de Magallanes a la cual se refiere, es distinta del Chile que conocemos, pero cada peculiaridad, nos vuelve a ratificar que se trata de una obra que en todo momento se hace vestigio y cuestión de la sociedad chilena en su más profunda lectura. Para ello (se) ocupa de toda una suerte de documentación, tanto real como apócrifa, que va dando un sello de verosimilitud a los pasajes más irreales, así como dota de vuelo poético a aquellos que sirvieran de estadística para justificar nuestra historia oficial. Así, leyendas, notificaciones, cartas, registros, crónicas, testimonios, noticias, informes, etcétera forman una intertextualidad rica en resonancias, que sirven para envolvernos en un espacio otro, donde convergen todas las vidas perdidas, porque, sabia y formalmente, la historia es la misma. A partir entonces de un rechazo a la pertenencia, a la idealización de actos fundantes, incluso al decir común, es decir por oposición, hace patente tanto un triste canto propio, como también un himno para todos los desolados del país:
“Bolsa 75
Costilla izquierda, individuo joven 16 a 17 años, bien conserva-
da; vértebras lumbares completas bien conservadas, vértebras to-
rácicas bien conservadas, probablemente del mismo individuo.”
(Pág. 58)
Y si de diálogos se trata, nuestra propia tradición poética: Mistral, Neruda y Cardenal en la cosmogonía; el Rolando Cárdenas de “El invierno en la provincia” y Juan Pablo Riveros en su albergar étnico; el Alexis Figueroa de las “Vírgenes del sol inn cabaret”, cuando trabaja ese corpus referencial y desnudo que es el reality show social. Cuya violencia no puede dejar de violentarnos.
(…) Carlitos debe ir repitiendo lo que
el cabro le diga a la vieja, y cuando lleguen los tiras
y cuando la vieja eche a la calle al hijo a cachetazos
y cuando le diga la hija que la deje entrar, y cuando se
sepa que la hija está preñada del cabro del auto negro
con vidrios polarizados. Carlitos debe decir todo eso
con la oreja pegada a la pared, de frente y detrás
de las cámaras, que van a estar encendidas
no, apagadas.
(Pág. 278)
Por qué no el Zurita de "Canto a su amor desaparecido", cuando Formoso construye la estructura de los muertos y desaparecidos, y esa otra obra ya universal que es "Spoon River Anthology" de Edgar Lee Master, cuando lo coral –porque esta es una composición coral- deja que hablen todas las fosas cuyos nombres depositan huesos del lenguaje sangriento, una sinestesia terrible, que desplazando a Neruda, no viene a hablar por esa bocas muertas, sino a dejarse hablar en ellas, para que se purguen en la palabra los silencios, las reducciones de nuestro propio olvido.
La disposición sobre el lenguaje de Formoso es extraordinaria, desde breves e irónicos textos hasta crónicas alucinantes, verso y prosa, lenguaje arcaico y slang mass media, todo ello articulado sin perder el sentido central de la propuesta. En estos aspectos, entramos ya a comprender que estamos ante un trabajo que implica seriamente un cuestionamiento al hacer poesía, puesto que más allá de las entonaciones estéticas -propias de su composición- la diversidad que nos agobia, supone que toda la heterogénea poesía chilena, puede reunirse con sólo delimitar su espacio geográfico y social, materializando una apertura hacia los lectores de una comprensión, que si bien se erige desde las poéticas más diversas, está también transida de solidaridad. Y aunque la ficción es propia de este imaginario, y estas voces nos pueden volver locos por su afán testimonial, lo cierto es que todas las voces posibles develan la inestabilidad del lenguaje ante el sentido de la vida.
Otra notable diferencia con textos totalizantes, es que estos ambiciosos proyectos, las más de las veces descansan en la estructura misma más que en sus versos, situación que no ocurre en este caso, donde encontraremos poemas de notable factura en todas sus amplísimas secciones, estructura y materia que unidas se superan a sí mismas. No es del caso –o llevaría un buen índice- hacer dicho listado, pero la amplitud del registro la permite sin lugar a dudas.
Si esta obra está abierta para todos es porque parte de respetar todas sus lenguas. Aquí el análisis crítico neocolonial, dialéctico, deconstructivista, psicológico y demás, encuentran un sitio paradigmático. Parodiando a los antiguos filósofos griegos, podemos afirmar que si bien no existe certeza alguna, sí están las probabilidades, y la riqueza de probabilidades que reúnen sus más de trescientas cincuenta páginas nos aseguran encontrar una de las mejores obras escrita en la presente década.
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Sergio Rodríguez Saavedra. Poeta, autor de "Suscrito en la niebla" (1995), "Ciudad Poniente" (2000-2002), "Memorial del Confín de la Tierra" (2003), "Tractatus y Mariposa" (2006), "Militancia Personal" (2008). Dirige la editorial "Santiago Inédito".