Leí con placer y asombro el libro de Camila. En sus líneas se reconoce, con lucidez poco común, la experiencia del dolor psíquico. Así es que voy a citar aquí muchas veces a Camila.
Es simple cuando lo que duele es un riñón. O un pulmón. Es mi riñón; no soy yo. Pero, ¿qué pasa cuando lo que duele sí soy yo? ¿Cuándo mi dolencia es mi pensamiento, mi emoción, mi voluntad?
“Ahí queda todo devastado, hecho una calamidad”. La crisis que viene desde dentro nos expulsa de nosotros mismos. Uno “se busca el cuerpo, lo encuentra intacto, pero ya no lo siente suyo”. Porque lo que se pone en cuestión no es la función de un órgano: es mi identidad. Uno “ya no confía en sus manos, ni en la persona que lava el plato con mis manos”. Lo que era yo, “la memoria que arde en el lóbulo frontal”, el que reconoce, ya no. Ese lóbulo frontal nos hace entonces dolorosamente conscientes.
Uno se queda fuera del tiempo, congelado. “Se sube una montaña sin avanzar; cada paso cae en el mismo trecho”. Y el estigma está a la vuelta de la esquina: “unos dirán, tal vez, que quien quiere, puede; pero nadie, queriendo, puede tanto". Y la vergüenza: “una malformación grotesca que no pasaría inadvertida”.
Entonces, “la angustia empieza a cundir desde las suelas de los zapatos”, siempre “al atardecer”. Y uno se queda solo, “conmigo y sin mí”. Y frágil: afuera es peligroso y “uno quiere llegar a su casa...estar con su perro”. A salvo, pero inmóvil. Uno “ya no se pertenece”. “Le pertenece al insomnio, al desamparo, a la química”.
Entonces, ¿cómo uno se recompone de “haber sido el temblor y las cosas cayendo, al mismo tiempo?” “¿En qué se convierte lo roto?”. Uno quisiera ponerse en la lista de las “cosas que arreglar: pegar la patita del pájaro acrílico”. Ese arreglo que buscamos podemos llamarlo neuroplasticidad. Esa capacidad cognitiva, y en realidad de todo el cuerpo, que tiene un origen innato, y que puede ser invocada siempre que se haya contado con la estimulación y el aprendizaje en un entorno sociocultural concreto. Como esa “maleta vieja con tres tacitas, un vestido, zapatitos de charol”, con la que se puede volver de la infancia.
Es la capacidad de desarrollar estrategias extraordinarias para lidiar con desastres extraordinarios. Ese recomponer (“zurcir la cortina del baño, desempolvar donde no alcanzo”), pasa por cablear nuevos circuitos cerebrales. El lóbulo frontal, y más específicamente la corteza prefrontal, ese pequeño detalle que nos diferencia de las otras especies compañeras, es el sustrato de nuestras funciones ejecutivas, y el CEO de los procesos de neuroplasticidad. Es el asiento de la función reflexiva de la conciencia, esa que se dobla y parece un papel calco, que nos da acceso al conocimiento subjetivo de nuestros procesos mentales. De acá surge nuestra capacidad simbólica, y podemos acceder al espacio del juego mental, de la imaginación y de la visualización, que nos permite conectar los puntos de nuevas maneras. Esos puntos, que son “punto de partida o de vista”.
Desde allí nos damos cuenta y nombramos lo que nos está sucediendo. Damos un paso atrás y desempacamos pensamientos, emociones, sistemas de creencias. Cuando alguien escribe y describe las representaciones de su dolor psíquico, despliega, para su conocimiento y el nuestro, sus imágenes, su “trama y su textura”, esa materia prima para conocer y aceptar las experiencias dolorosas.
Con ese reconocimiento, compenetrado con la vivencia emocional, podemos reconducir el sesgo de interpretación negativo natural del cerebro hacia una visión compasiva de la experiencia que nos aleje de la culpa y la vergüenza. El fortalecimiento de las conexiones entre la corteza prefrontal y la amígdala del sistema límbico es lo que permite esa conversación compasiva. Y repasamos nuestras memorias estableciendo nuevas conexiones, que integren nuestra experiencia dolorosa en una narrativa coherente con nuestra historia vital y nuestra identidad. Y así haremos “un collage, lo colgamos en la pared”, o en un estante de librería, y podemos “mirarlo sin vértigo”.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Presentación del libro “Calamidad” de Camila Fadda.
Los Perros Románticos, 2023, 75 páginas.
Por Jimena Quijada.