.. .. .. .. ..
Y cuando uno escribe un libro, o como yo escribe
libros, uno está más solo aún. Es imposible ser
inteligible, eso no existe. Ser solitario, estar solo, llegar
a ser todavía más solo, más aislado, finalmente uno
cambia de escenario en intervalos cada vez más cortos.
Uno cree que las ciudades son cada vez más grandes. Las ciudades pequeñas ya no bastan, Viena ya no es
suficiente, Londres tampoco es suficiente. Se necesita
otro continente. Uno trata de penetrar aquí y allá, las
lenguas extranjeras. ¿Bruselas, tal vez? ¿tal vez Roma?
Y ahí, uno va por todas partes, uno siempre solo
consigo mismo y con su trabajo cada vez más horrible.
Uno regresa al campo, uno se recluye en su casa,
cierra el portón como yo, a veces uno permanece en
clausura durante días enteros y el único deseo, por otra
parte y el placer cada vez intenso, es el trabajo. Son las
frases, las palabras que las construyen. En el fondo, es
como un juego, uno las arma una sobre la otra, es un
acto músical; y cuando uno llega a cierta altura,
después de cuatro o cinco pisos, uno percibe la
totalidad y desbarata todo de nuevo, como un niño. Pero mientras uno piensa que se ha liberado de ello, vuelve
a formarse un tumor que uno identifica como una
novia, que se forma en alguna parte del cuerpo, y crece
sin cesar. En el fondo, un libro no es sino un tumor
maligno, un tumor canceroso. Se lo extirpa, sabiendo
naturalmente que la metástasis ya ha invadido todo el
cuerpo y que ya no hay salvación posible. Esto se
vuelve naturalmente cada vez más grave y más fuerte
y ya no hay salvación ni vuelta atrás.
La gente antes de mí, mis antepasados, fueron seres
maravillosos.
Estudié música, tenía gran facilidad para tocar
instrumentos, para hacer música, es decir, para
componer. Durante un tiempo, pensé que debería
volverme director de orquesta. Estudié musicología y
los instrumentos uno tras otro. Pero como me resultaba
demasiado fácil lo abandoné todo. Hubiese podido
también ser actor o director de teatro o dramaturgo.
Hubo una época en que esto me sedujo mucho. Era
muy apasionante, actué mucho, sobre todo roles
cómicos, hice la puesta en escena. También frecuenté
una escuela de comercio. Hubo incluso una época en
que pensé que podría ser comerciante, esto me atraía,
desarrollarme en esta dirección, y desde muy temprano
hasta los 17, 18 años, no odié nada tanto como los
libros. Vivía con mi abuelo que escribía y había ahí
una biblioteca gigantesca, y el estar siempre con
libros, el tener siempre que cruzar la biblioteca, todos
los días, bastaban para aterrorizarme. Y
probablemente, ¿Por qué empecé a escribir? ¿Por qué
escribo libros? Por oposición a mí mismo,
súbitamente, porque la resistencia, como ya lo dije, me
importa más que todo. Necesitaba justo esta resistencia
formidable, y por ello escribo prosa. Tal vez es que, a
los 18 años estuve hospitalizado durante un año,
postrado en cama y recibí, lo que creo aún se llama los
últimos sacramentos. Después en el sanatorio postrado
durante meses en las montañas. Era siempre la misma
montaña delante de mí. Era una especie de camastro
con un cobertor gris, con un cobertor grueso, y pasé ahí el otoño y el invierno a pleno aire, día y noche. Por
aburrimiento, no se puede simplemente estar postrado
mirando siempre la misma montaña sin hacer nada
como he dicho, no me podía mover y empecé con la
escritura.
Esta es la verdadera causa y la razón. Y a partir de este
aburrimiento y a fuerza de estar solo, frente a esta
montaña de dos mil metros que se llama Heukareck, y
se yergue sobre Schwarzach. Cuando durante meses y
meses uno mira las mismas cosas, y no cambia nada
porque mira al norte uno o se vuelve loco o se pone a
escribir, yo simplemente tomé el papel y un
lápiz, tomé nota, y por la escritura, superé el odio
contra los libros, contra la escritura, el lápiz y la pluma
y es seguramente ésta la causa de todos los males
contra los cuales me tengo que enfrentar ahora. En el
fondo solo deseo una cosa, que me dejen en paz. Es
mucha pretensión, y con el paso del tiempo, ya no me interesaban los cambios externos. Son siempre los
mismos. Que otros se hagan cargo. A mí, solo me
interesan mis actos, y puedo ser muy egoísta. Cuando
estoy en mi propiedad o en cualquier ciudad, ya sea
Bruselas o Viena o Salzburgo, da igual, es como si a
mi alrededor todo se esfúmese o se volviese todavía
más ridículo de lo que ya es o no es. Esto no tiene para
mi ningún sentido y esto no me lleva a ninguna parte,
y menos aún a mí mismo.
La relación con la filosofía escrita es la más peligrosa,
para mí en particular. A veces, durante horas, días,
semanas doy vueltas sin sentidos. No quiero ningún
contacto, no quiero nada de eso. Por otra parte, los
autores más importantes para mí, son justamente mis
mayores adversarios o enemigos es una defensa
constante justo en contra de quienes nos tienen
cautivados en cuerpo y alma.
Es así: uno debe imaginarse que está en el teatro, con
la primera página uno abre el telón, aparece el título,
(oscuridad) total. Lentamente salen del fondo (del)
escenario, de la oscuridad, palabras que lentamente se
convierten en acontecimientos externos e internos y se
delinean con nitidez, justo por su carácter artificial.
Yo no sé cómo la gente se imagina a un escritor,
(pero) cualquier idea que tenga es falsa, con toda
certeza. Y en lo que me (concierne) yo no soy un escritor, yo soy alguien que escribe. Por otra parte, uno
recibe cartas de Alemania o de otras partes de ciudades
de provincia o más grandes, de (radios) o de cierto
organizadores de eventos. Uno se presenta, uno es
presentado como un poeta trágico, sobrio, y las cosas
van tan lejos, que incluso en los discursos, uno es
presentado como tal, en trabajos (pseudo-científicos).
Entonces dicen: es un autor, un escrito calificado en tal
(o) cual categoría y los libros son (sobrios), los
personajes son sombríos, el paisaje es sombrío.
Entonces el hombre también es sombrío, éste sentado
ahora frente a nosotros. Con este tipo de elogios, no
queda al final nada más que una especie de masa
sombría en traje oscuro. En fin, yo paso de ser un
escritor como se dice “serio”, como Béla Bartok pasa
por ser un escritor serio, y la reputación se extiende en
el fondo es una reputación muy mala. Me siento muy
mal con ello. Por otro lado yo no soy naturalmente un
autor alegre, ni un narrador de historia, yo odio las historias. Yo soy el típico destructor de historias. En
mi trabajo, cuando en alguna parte surgen signos de
que se está formando una historia o si (sea) a lo lejos
que surge detrás de una colina la insinuación de una
historia, la mato de un tiro. Es lo mismo con las frases,
me daría casi placer (matar) por adelantado frases
enteras que amenacen formarse.
