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«No queremos cazar la noche» de Carolina O. Fernández

Por Roger Santiváñez



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UN FRASEO que se aproxima a lo visceral: “Me arranco los ojos / pestañeo sangre” nos presenta el talento personal de Carolina O. Fernández en su libro No queremos cazar la Noche. Con este tono principia su viaje a través de los recuerdos familiares, las calles de París –donde leemos: “Kristeva / Ollé y Verástegui / barricadas en los Campos Elíseos / yo ofrecía cigarillos con mi poncho rojo” es decir, el mundo de la  bohemia intelectual que soñó con la Revolución,  y también la inmersión en un trabajo de lenguaje que consigue versos de lograda belleza: “Sazonar con zumo de añoranza / Sin las golondrinas se acaba el mundo”.

Elemento esencial de este poemario son las composiciones en prosa poética, en la primera de las cuales la identificación es clara: “Soy Nadie” –nos dice la poeta en un sentido semejante al de Emily Dikinson-, para luego descargar con notable maestría: “Algunas noches de luna llena, cuando se iba el mal humor, recostadas sobre el césped, veíamos las estrellas y viajábamos al interior de ellas”; itinerario por un Mar Cordillerano (texto central del conjunto) en el que se halla el “Corazón que graniza sin espinas / para alimentar las aldeas del alba” y “la vulva roja de la verdad incardinada”. Poesía fuerte, directa que nos remueve la conciencia, lo que no es óbice para que nuestra poeta alcance sugerentes estados de intensidad estríctamente lírica: “El vaivén de las olas / envuelve la verdad / que se pierde / en el horizonte” porque su búsqueda es franca, decidida y se yergue contra la Sociedad Establecida.

Asumiendo la tradición de la ruptura –desde el florentino Leon Battista Alberti hasta la Mama Coya Anahuarque- llegamos hasta las prosas signadas sólo por “N” (quiza el “Nadie” de la identificación previa) o alter-ego de la poeta. Lo concreto es aquí Carolina O.Fernández es capaz de componer párrafos de inusitada belleza confesional como este: “fuiste el único que no se burló de mi hablar cajamarquino ni de mis largas y surcadas trenzas, fuiste el único que comprendió mi llanto aquella mañana en que sentí mis piernas húmedas en el mismo bus atosigado al que subimos juntos y te diste cuenta que me sentí talada como un árbol o rota como el bello Cometa de Vientre Gris que murió en mis brazos”. No queremos cazar la noche, notable trabajo poético de Carolina O. Fernández nos lo demuestra por todo lo alto.

Singular poesía que comprobamos de nuevo aquí: “Un día me perdí en la noche / un día nocturno / tan oscuro como la luz”. El manejo del oxímoron, y la dulzura aún para el retrato más íntimo y terrible: “La niña de los ojos rotos” nos persuade de la bondad de este libro, cuyas aristas son múltiples; pero en especial está el énfasis de 0. Fernández para denunciar el abuso contra la mujer: “Eyvi Liset Agreda Marchena 22 años / empleada de service natural de Cajamarca / ironía de dios pater / Eyvi fue quemada una mañana que dios estuvo enfermo/ dios no estaba enfermo / dios arrojó gasolina e incendió la vida de Eyvi” [de paso en sesgo cita vallejiana] y contra todo el Sistema de Oprobio que vivimos bajo el Capitalismo deformado y periférico de nuestros países; en los que –sin embargo- salta la poesía porque “Ellas no querían cazar la noche Anna Sexton / ellas deseaban gozar la noche” sino crear “La insurrección de todos los días”. El notable trabajo poético de Carolina O. Fernández nos lo demuestra por todo lo alto.

Roger Santiváñez
Ovalo Gutiérrez, 12 de Julio de 2019 [Lima Heladia]

 

Solidaridad, sabiduría , complicidad, humor, sanación, río de tierra, mar y aire son huellas profundas en la poesía de Carolina O. Fernández “dudo que usted haya estado conmigo / pero no dudo que usted estuvo en la Habana (…) y se quedó por siempre conmigo / pero no en la Habana / se quedó en el silencio”. Su identidad poética es la irreverencia que provoca en sus lectores una sensación de alegría en su homenaje a Emily Dikinson: “y saludábamos a la vaca Margarita / que rumiaba el rencor del carnicero / en un porongo llevábamos la leche…”; a los NN o a la abuela Cocama: “aún a costa del herir incrustado de añoranza / me enseña que las culebreantes líneas son los ríos”, oh diosa María Liseth a los 80 años me llevaste a esos ríos que cobijaron mi infancia. Como lectora quiero pintar a la abuela Cocama. La poeta Carolina O. Fernández nos agita y conduce, a pesar del dolor, por ese sano humor casi siempre ausente en la poesía peruana.

Gloria Mendoza Borda

 

Interpelada por la realidad oscura y distópica de los feminicidos, la racialización de la pobreza, la discriminación y el acoso, Carolina O. Fernández construye un corpus poético feminista en el que la sororidad, las alianzas entre cuerpos y el ecologismo ambiental se convierten en zonas de resistencia desde las que luchar contra la opresión. Como las iluminaciones profanas de Walter Benjamin, cada uno de los exquisitos poemas que componen este libro estetizan y poetizan la cotideaneidad de un sujeto femenino nómade que se vuelve colectivo en su diálogo con otras voces.

Ana Peluffo



 

 

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«No queremos cazar la noche» de Carolina O. Fernández.
Por Roger Santiváñez, Gloria Mendoza Borda y Ana Peluffo