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Carlos Franz y la invención del romanticismo
Si te vieras con mis ojos, Alfaguara, 2016.
Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa
Por Jorge Edwards
La Segunda, Viernes 29 de Abril de 2016
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Es arriesgado pensar que en el sur de América pudiera existir alguna forma de romanticismo en los primeros tiempos de la independencia. El año 1834, fecha del comienzo cronológico del relato de Carlos Franz, es en Chile un momento de restauración conservadora, de redescubrimiento de aspectos del pasado colonial, de construcción de un entramado institucional moderado, alejado del jacobinismo que predomina en otros países del sur. Son los comienzos del Estado en Forma instalado por el ministro Diego Portales, el terrible hombre "de los hechos", con la ayuda, entre otros, del escriba minucioso, infatigable, de niveles de cultura desconocidos en el resto de la región, Andrés Bello. En la novela de Franz, Portales aparece en escorzo, en sombra, al otro lado de una puerta. Parece un gendarme o un pájaro de mal agüero, pero es una imagen fugaz, casi un guiño para el lector informado.
El texto de Franz tiene una relación más bien remota con la historia: es una fantasía de la historia, una invención romántica imposible, que se desarrolla en paisajes urbanos y naturales imposibles. Pero los personajes, el pintor Johann Moritz Rugendas, el hombre de ciencias Charles Darwin, llegan desde muy lejos, de espacios mentales diferentes, y la tercera, la chilena, Carmen Arriagada, es una criolla apasionada, en cierto modo desesperada, que sueña y aspira a otra cosa. El relato de Carlos Franz, en otras palabras, es un tejido de cabos sueltos, de casos humanos excepcionales. El autor maneja estas situaciones dispares, arriesgadas, abismales, con habilidad, con energía, con manejo sólido del lenguaje y de los ritmos narrativos.
El Rugendas de Franz tiene el romanticismo del viaje, de la aventura, de la exploración infatigable, de la mirada original, originaria, desprejuiciada, aunque sometida, a la vez, a la norma artística tradicional, heredada de una familia de pintores e ilustradores. El Darwin de la novela, en cambio, es un personaje disciplinado, riguroso, en cierto modo puritano: un héroe de la ciencia, del conocimiento de su época. El Beagle, anclado en un rincón de la bahía de Valparaíso, alcanzado en la sombra y en un bote a remos por Darwin y un ayudante, hace las veces de símbolo escondido.
Creo que Si te vieras con mis ojos, como artefacto novelesco, es una contradicción interesante. Es la versión posmoderna de un romanticismo que pudo existir, pero que existió, a lo sumo, de manera fragmentaria, frágil, a pesar y en contra del orden social, legal, político, que en los días de la apertura del relato se volvía dominante. Es el relato de una subversión aislada, hermosa, transitoria, irremisiblemente condenada. Carmen galopa confundida con su cabalgadura, desmelenada, y a pesar de su pasión por Rugendas, o a causa de ella, hace el amor con Darwin, el allegado, el confundido, el inocentón, en una isla flotante. Rugendas y el marido de ella, húsar descaderado, que alcanza niveles de complejidad a partir de una especie de simplicidad estoica, la buscan por las selvas frías del sur del continente. Hay abundancia de encuentros, decepciones, transformaciones.
En uno de sus grandes ensayos, que cito de memoria, Octavio Paz sostenía que en el mundo hispánico, en España y en Hispanoamérica, no hubo un movimiento romántico que pueda compararse con los de Francia, Alemania, Inglaterra. Lo más cercano que hemos tenido nosotros, según Paz, fue el modernismo de fines de nuestro siglo XIX, el de Rubén Darío y sus seguidores. Es decir, si seguimos al pie de la letra a Carlos Franz, otro romanticismo en Valparaíso, posterior en algunas décadas al de esta novela. Pero una obra de ficción no tiene por qué adaptarse a clasificaciones históricas, universitarias, académicas. La lectura sugiere, más bien, un tema diferente. En las páginas de Franz, el choque de la mirada europea, artística, científica, de formación luterana o anglicana, con el mundo sudamericano, es siempre interesante, a veces fascinante. Parece que el erotismo extremo de algunas páginas sólo es posible bajo este verdadero choque de culturas. Dentro de esta visión, lo erótico, la atracción más alta, se encuentra en lo nuevo, en lo desatado, en una forma muy nuestra, o que nosotros hemos inventado, de fiereza, de insolencia, de intransigencia. El masoquismo anda cerca, y se respira en algunas escenas cordilleranas algo muy parecido al canibalismo. En definitiva, Si te vieras con mis ojos es una ambiciosa construcción verbal, una interesante y quizá necesaria aventura de lenguaje.