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Cachetones

Por Carlos Franz
Publicado en La Segunda, 11 de noviembre de 2020




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En la novela "Martín Rivas", de Alberto Blest Gana, hay un personaje ridículo. Agustín venera y envidia la cultura francesa, dominante a mediados del siglo XIX. Para lucir esa preferencia él arruga su nariz ante los defectos chilenos. Agustín dice que en París todo es mejor y, cada dos palabras, intercala una en francés. En suma, Agustín es un cachetón.

El poeta Armando Uribe sostenía que nuestro chilenismo "cachetón" vendría, precisamente, de los vocablos franceses cachet et ton (elegancia y tono) que esos afrancesados empleaban a destajo. El cachetón es un arribista que, entre otras cosas, usa palabras extranjeras para añadirse caché y darse tono.

La cultura francesa ya no predomina en el mundo. Pero los cachetones siguen dominando en Chile. Ahora veneran y envidian la cultura anglosajona. Y pretenden imitarla usando palabras inglesas a costa de sus equivalentes en castellano.

Los anglicismos son una epidemia en Chile. Los usamos a diario en todos los niveles sociales. Por pereza o para darnos caché y tono, decimos mall (centro comercial); online (en linea); link (enlace); delivery (entrega a domicilio); webinar (seminario virtual) y hasta peak (pico).

Encontrar alternativas exige un poco de trabajo, a veces. En Chile decimos "hora peak" porque nos resistimos a llamar "hora pico" al lapso de más congestión vehicular. Pero, si esa expresión nos suena impúdica, ¿qué nos costaría traducirla por "hora punta"?

Nos costaría pues tendríamos que dejar de ser cachetones. Y para una cultura insegura eso es amenazante. El cachetoneo encubre una inseguridad cultural. Quien tiene vergüenza de su idioma o lo ignora, tiene vergüenza de sí mismo o se ignora.

Un presidente de la asociación de agencias de publicidad quiso dignificar esa vergüenza nacional afirmando: "el uso de anglicismos [en la propaganda] da estatus. [...] Cuando tú les pones el inglés a las cosas, se genera un tema en el consumidor de aspiracionalidad [sic]"

Subyugado por esa "aspiracionalidad" (que en buen castellano se llama arribismo) aquel publicista olvidó que la propaganda no sólo refleja el habla y las aspiraciones de una sociedad, también contribuye a moldearlas.

El uso de anglicismos innecesarios es una epidemia global. Pero en Chile, por causa de nuestro ancestral cachetoneo, la tasa de contagio de esa plaga se dispara (quien quiera comprobarlo puede ver "Esto no es un webinar", en el sitio de la Academia Chilena de la Lengua). Nuestras élites políticas, económicas e incluso académicas hacen coffee breaks, en vez de pausas para el café. Nuestros jóvenes encuarentenados postean stories, en lugar de subir historias a Instagram.

Las lenguas evolucionan, se mezclan y cruzan sin cesar. Importar palabras que nos faltan es bueno. Pero desechar las que tenemos para emplear anglicismos y parecer lo que no somos es puro cachetoneo.



 

 

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Cachetones
Por Carlos Franz
Publicado en La Segunda, 11 de noviembre de 2020