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Lo peor y lo mejor
Por Carlos Franz
Publicado en La Segunda. 23 de diciembre de 2020
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"Fue la mejor de las épocas; fue la peor de las épocas". Así comienza «Cuento de dos ciudades», de Charles Dickens. Quizás algún día también nosotros recordaremos este año de la Gran Pandemia con una sabiduría semejante: equilibrada en un balancín.
Fue el peor de los años: la peste desoló nuestras calles. Fue el mejor de los años: el virus desató los nudos del tráfico, lavó las ventanas del cielo y silenció nuestra bullanga. Volvimos a ver las estrellas y escuchamos a los pájaros urbanos que cantaron más bonito (un estudio demostró que el ruido humano los desafina).
Este año fue de lo peor: la epidemia con sus confinamientos nos robó muchas libertades. Pero asimismo este año nos obligó a valorarlas: junto con perder esas libertades, redescubrimos que las amamos. Quienes disfrutamos de la libertad solemos olvidar que ella es como el aire y como los viejos amores: volvemos a sentirlos cuando nos faltan.
Fue el peor de los años. El 2020 transformó algunos de nuestros placeres en pesadillas. Sentirse en casa fue sinónimo de
sentirse prisionero. A menudo, la extensa convivencia con los parientes colmó nuestra paciencia y la de ellos. Incluso quienes viven solos se impacientaron consigo mismos. En la prolongada intimidad del confinamiento supimos de vicios ajenos que habríamos preferido desconocer. Y destapamos defectos propios que escondíamos tanto de los demás como del espejo. Esos sinceramientos obligados mejoraron el saldo de este año: es probable que la 'tasa de verdad' en nuestras vidas haya aumentado.
Este fue el peor año económico desde la Gran Depresión de los años treinta, las amenazas del coronavirus disminuyeron o detuvieron la producción de infinitos bienes y servicios necesarios o suntuarios. Para sobrevivir tuvimos que frenar los motores de nuestra ambición. Muchos negocios colapsaron, millones perdieron sus trabajos. Escondida entre estas maldades
podríamos descubrir una bondad, si sabemos buscarla y apreciarla. La máquina del "progreso" nos arrastra pero aún no nos controla. Todavía somos dueños de nuestro destino. Aún podríamos dirigir mejor nuestro crecimiento desbocado. La moderación forzada de nuestras actividades frenéticas redujo entre un 4% y un 7% la producción de gases con efecto invernadero.
Lo peor del peor de los años: muchos abuelos murieron por la imprudencia de sus nietos. El mejor de los años: muchos nietos jamás olvidarán que la vida es frágil y que por eso es preciosa.
Qué año más absurdo: tuvimos que saludarnos con los codos. ¡Pero en los años normales los usamos para abrirnos sitio a codazos!
Este año 2020 fue tan malo, tan malo, que su maldad se transformó en regalo. Ahora podemos estar casi seguros de que el próximo será mejor.
