Fernando Vallejo
La puta de Babilonia (Planeta Chilena, 2007)
Por Hernán Castellano Girón
Fernando Vallejo (en adelante FV) es un escritor colombiano (Medellín, 1942) nacionalizado mexicano en 2007, autor de novelas muy celebradas en la era del posrealismo mágico (que no debe confundirse con la difunta payasada de Mc Ondo) como La Virgen de los sicarios y El desbarrancadero —que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos en 2003.
FV nos ha sorprendido con este libro por muchos aspectos extraordinarios (extraordinariamente informativos, sería la palabra) sobre las atrocidades cometidas durante su reinado histórico desde su institucionalización por el emperador Constantino en el siglo IV DC, por la iglesia “católica, apostólica y romana”, a la que durante todas y cada una de sus densas 317 páginas, el autor denomina con la metáfora albigense que da nombre al volumen: la Puta de Babilonia o más corto, la Puta.
Durante este fascinante, delirante, a menudo irritante pero siempre interesante texto (en adelante LPB), FV entrega un vasto acopio de antecedentes históricos cruzados, que incluyen también el Islam y por supuesto, el judaísmo, tronco original del sistema religioso, mitémico y de creencias tanto de los seguidores de Cristo como los de Mahoma.
Curioso libro éste, cuya lectura suscita encontrados sentimientos en el lector más objetivo, provocados por la pasión del autor, que muchas veces lo ilumina pero otras tantas lo ciega, bloqueando su propio juicio y por ende el del lector, en el sentido de lograr una tesis histórica valedera.
Es ésta una obra embargada de una suerte de odio profundo que enfrenta al autor con la sociedad humana y muy especialmente las religiones establecidas, actitud que puede ser digna, incluso heroica pero que en este caso, desgraciadamente se pierde en la invectiva banal, a menudo grosera y también gratuita, como veremos.
Algunos párrafos ocultos en el maremágnum de información objetiva mezclada a sartas de invectivas soeces, nos revelarían que el drama de FV proviene de su infancia misérrima en una familia de veinte hermanos dominados por un padre tiránico. Acaso sea ésta la base del desaforado estilo expositivo de FV, pero no de la parte sistemática y racional de su investigación, que merece completo reconocimiento, y que apunta a las raíces históricas de un hecho tan trágico como que casi cuatro quintos de la humanidad estén guiados por religiones donde prima el dogmatismo y que hasta el presente se enfrentan, con resultados previsiblemente cruentos.
Si esta parte histórica es incuestionable, no lo es el desarrollo mismo de LPB y la argumentación del autor, que a cada momento se confunde con la expresión de los fanáticos que él mismo dice combatir y que por lo mismo resultan muy discutibles, por decir lo menos.
Los muchos aspectos notables de LPB, lo convierten en una especie de texto de consulta o catálogo anotado de denuncias no sólo de los crímenes de la Inquisición y la corruptela histórica de la iglesia católica romana, sino también de las otras religiones mencionadas. Denuncia FV la prevaricación (simonía) de papas, cardenales y dignatarios de la iglesia, la barbarie de cruzadas, guerras y guerrillas santas que han continuado hasta nuestros días con la acción nefasta a nivel de la política mundial, de Papas como Pío XII (Pacelli) Juan Pablo II (Wojtyla) y el actual Benedicto XVI (Ratzinger). Especialmente, respecto de Pacelli y Ratzinger, denuncia FV su decidido apoyo a Hitler el primero y de cómo el segundo (y actual Papa) se inició con la ideología nazi, hecho que salió a dominio público al momento de su elección en 2003. La documentación ofrecida por LPB es especialmente rica, por ejemplo con la lista de prelados que apoyaron al nacismo durante su tiempo histórico especialmente durante la Segunda Guerra Mundial.
Sería muy largo reseñar todos los aspectos de investigación histórica que FV va yuxtaponiendo en modo esclarecedor para el lector, algunos poco conocidos como los de los padres que terminaron en la hoguera por tratar de purgar de sus vicios a la jerarquía eclesiástica, como el frate Dolcino en Italia, y precursores de la Reforma como Ian Hus, John Wycliff y luego a los que como Nicolás Copérnico y Galileo Galilei recogieron los cambios ideológicos del Renacimiento dentro del ámbito de la propia fe, y el mismo Giordano Bruno, quemado vivo en Roma por sostener ideas tan “heréticas” como que podría existir vida en otros mundos, mártir y profeta del pensamiento moderno. También dedica FV una parte sustancial de su libro a las fallas históricas y contradicciones que plagan los llamados textos sagrados, sean estos los evangelios oficiales como los apócrifos y los cientos de documentos y sectas que fueron demonizados por desafiar las reglas del poder dominante en Roma y también en Constantinopla / Bizancio.
Un aspecto derivado de su contraste con la filosofía de las religiones judeocristianas, y que resulta también notable, es la defensa que FV hace de los animales, que él justamente considera sus hermanos en la “cadena de la vida” (aunque no menciona exactamente este concepto de origen preplatónico y que fue revitalizado por el movimiento romántico). Algunas páginas de este tema son muy fuertes y explican por qué este escritor donó el monto del Premio Rómulo Gallegos a una sociedad protectora de animales de Venezuela. Ignoramos por qué lo hizo en ese país, posiblemente por ser el país donde se otorga del premio. Esta actitud de FV no es gratuita sino que se remonta a una línea filosófica pitagórico-platónica que se contrapone al antropocentrismo brutal y sin respeto hacia las formas de vida consideradas inferiores, que está en la base filosófica de cristianismo, islamismo y judaísmo. Wikipedia en su biografía de FV nos dice que el escritor ha establecido que a su fallecimiento, sus derechos de autor literarios y cinematográficos deberán ser entregados a sociedades de protección de animales abandonados.
Hasta aquí todo estaría bien, pero el libro, con la primera invectiva inmotivada y fuera de contexto contra Cuba y Fidel Castro en especial —cuyo asesinato textualmente preconiza (262)— empieza a mostrar su real falla: detrás de las impecables denuncias y la impresionante casuística que apoya la tesis del libro (si la tiene) empieza a aflorar una verborrea de insultos, muchos gratuitos como las diatribas anticubanas y las groserías dedicadas al comandante revolucionario, al presidente Hugo Chávez e incluso a Yasser Arafat —a quien trata de “terrorista”— que configuran e impregnan el libro de un estilo vociferante, plagado de sarcasmos idiotas y dichos de palurdo.
Estos desvirtúan en gran medida la eficacia y el nivel general del texto.
Uno se pregunta cuál es la ideología que mueve a FV: ¿es una especie de anarco de derechas, travestido de progresismo? Llama la atención que FV denuncie (y con toda razón) los crímenes que cristianos y musulmanes cometieron contra el pueblo o etnia judía durante casi dos milenios (los primeros) y por más de un milenio (los segundos) pero en LPB no se encuentra una sola denuncia sobre el genocidio del pueblo palestino.
Algunos detalles significativos lo muestran simplemente como un positivista rezagado que lejos de representar ideales libertarios sería un individuo de mente tan estrecha que considera por ejemplo “un verme” al embrión humano (282) (no obstante que la citada biografía de FV lo señala como biólogo), que afirma que las matemáticas son “una ociosidad fea y aburrida” (229) y que considera “el más lúcido [pensador?]” a Lorenzo Valla —un escritor romano del siglo XV— que afirmaba que las mujeres debían ser “propiedad común y debían andar desnudas por la calle” (263).
Una visión tan primaria y burdamente materialista difícilmente podría explicar o ahondar algo en el misterio del universo, y por ende de las religiones. A lo más describir la parte más externa y sanguinaria del corazón humano y sus actos desquiciados en el tiempo.
“Las piedras no son nuestras hermanas, las vacas sí” dice FV (251) mostrando que de la realidad física, metafísica y cuántica realmente sabe poco. Por lo tanto, ignora o desprecia la cristalografía y la gemoterapia como lo hace con la astrología (la ciencia más antigua de la humanidad) y la alquimia.
Su amor por la vaca —sagrada para la civilización hindú— que nos da su leche y su carne martirizada, es genuino y merece todo respeto, pero qué diferencia hay entre este Vallejo y el otro, el de Santiago de Chuco, quien consideraba a las piedras sus hermanas (1) y —como el inolvidable Matto de La Strada de Fellini— era capaz de ver la relación entre el humilde guijarro y la estrella.
Fernando Vallejo se quedó a medio camino, pero es ya algo. Humano, demasiado humano.
Isla Negra, enero 2009. .. .. .. ..
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(1) “las piedras no ofenden; nada / codician. Tan sólo piden / amor a todos, y piden / amor aun a la Nada”. César Vallejo, “Las piedras”, Los heraldos negros.