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La casa hiperconectada de Carlos Cociña
"La casa devastada", Editorial Alquimia, 112 páginas
Por Cristóbal Gaete
Publicado en Suplemento Ku. 18 de febrero de 2018
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El año pasado fue uno de los más significativos para el poeta Carlos Cociña (Concepción, 1950): recibió el reconocimiento a la trayectoria en el Festival de Poesía de La Chascona, fue publicada su antología "Poesía cero" (Descontexto Editores) y el Círculo de Críticos de Arte consideró "La Casa Devastada" (Editorial Alquimia) el mejor libro de poesía del año 2017. En el fallo señalaron: "Es un desafio, una propuesta tremendamente original. La poesía de Cociña es un caso singular y aislado en la tradición de la poética chilena. Un poetizar analítico, renovador del lenguaje y de sus recursos formales, cuyas fuentes hay que pesquisar a menudo más allá de la literatura". Cociña toma los reconocimientos con calma: "Sigo aquí, trabajando. Los reconocimientos son a una obra, no a una persona".
"La Casa Devastada" abre con una urbe que se habita extrañada, para después contrastar con la idealización de la vida del campo, intervenida por los estímulos de la red digital que nos conecta. La propia experiencia de habitante de Cociña se sintetiza así: "Escribí en determinados momentos 'la añoranza de aldea citadina, la añoranza de ciudades campesinas'. He vivido toda mi vida en ciudades, empezando por Concepción. Eso me marcó mucho, porque su espacio es citadino, con industrias, con pescadores, con mineros, una ciudad no quebrada que tenía esos elementos tan propios y tan importantes como la cordillera y el paisaje. Los espacios imaginarios se construyen a partir de los espacios conactos".
— El libro termina un trabajo largo con una escritura cerrada que se puede reconocer a lo largo de su obra. ¿Cuándo da por terminado un texto?
— El mismo texto me lo indica, se vuelve ajena mi propia dirección. No soy propietario del texto, estoy inmerso en él. Por eso me demoro muchos años, porque dejo que el texto comience a elaborar sus propias redes y, cuando ya las empieza a construir, no tengo nada que hacer. No da más el propio texto, no es que sea yo el que no da más, el que desaparezco. En "La Casa Devastada" hay variaciones, porque cuando quería intervenir un texto y no podía, le hacía una especie de comentario.
— En su obra se observan varias disciplinas que habitualmente no están explícitamente presentes en la literatura. ¿Cómo es su relación con el conocimiento?
— Me sorprende y me atrae,y no pretendo imponerle un código de la literatura, sino que recupero los códigos propios de cada una de las disciplinas: la sociologia, la ciencia, etc. Me adapto a lo que el propio código está dando, lo tomo y lo muevo de manera distinta a como se mueve dentro de su propia lógica. Mis referentes son literarios, pero también lo que escucho y lo que leo, por lo tanto, en algún momento puedo tomar algo que escucho en la micro y un texto de ciencias acerca del funcionamiento del cerebro. Cuando uno usa las palabras ellas siempre hacen referencia a algo que
no se puede referir, por eso usamos metáforas al hablar en el lenguaje cotidiano. Como operador, lo que hago es registrarlo y combinarlo de distintas maneras, no inventar nada.
— ¿Para qué sirve internet a un escritor?
— Primero, como información y, segundo, para perderse. Hay miles y miles de personas diciendo cosas aunque sea con "like". Puedes darte cuenta que el espacio que manejas es reducido, dentro del cual el ego puede funcionar con respecto a los que te quieren y dos o tres amigos del barrio. Internet te permite darte cuenta que el barrio es mucho más amplio, aunque sigue siendo barrio. Es interesante, porque ha cambiado la estructura de organización de los relatos, que desde los griegos tienen un comienzo y un fin, eso se empieza a romper sobretodo en el siglo XX con el flujo de conciencia antes del surrealismo. Lo que hace internet es una muestra de eso, puedes tener un horizonte, pero no una meta, siempre te vas desviar y eso es bueno.
— Usted además tiene obras online de libre acceso.
— Subí cosas desde el año 2003 hasta el 2005 y siempre aparecen en internet. Me encontré con un medio muy potente, que estaba cambiando algunas formas de percepción y de acceso a la infonnación. Me interesó trabajar la poesía en un espacio que no fuera necesariamente secuencial, que tiene motores de azar. Tiene que ver con la forma de navegación y que no fuera un sustituto del libro de papel. Lo que hay en internet es otra cosa, ocuparlo
igual sería como que la imprenta haya reproducido manuscritos El libro de papel va a seguir funcionando sin ninguna duda, pero existen otros medios.
— Lo hizo muy adelantado.
— No tenía ninguna conciencia de estar adelantado. Me interesaba lo que estaba trabajando, simplemente fui de los primeros en ocuparlo en América Latina, según lo que me han dicho. Da lo mismo ser el primero, lo fundamental es el entusiasmo y gozar.
— ¿Todavía escribe con la pantalla de la televisión prendida?
— Fue un ejercicio en el que oía fuera de contexto la televisión. En la literatura el que pone el contexto es quien lee o mira y por eso crea la obra. Ahora, uno es responsable de lo que puso ahí y de ciertos códigos mínimos. Si digo mesa, muchos entenderán que significa mesa, pero qué mesa va a ser, seguramente con la que chocó el lector la primera vez.
— Una anécdota de su trayectoria es que Nicanor Parra le sugirió el nombre de su primer libro, "Aguas servidas", de 1981.
— Fue en la casa de Isla Negra, la que tenía hacia el bosque, no hacia el mar, detrás de la casa de Neruda. Había estado varias veces con Parra y le mostré el libro listo. Le conté que iba a publicarlo, él lo leyó y me dijo "no entiendo nada". La mañana siguiente, al desayuno, dijo que era un problema de ritmo en la lectura, que lo había cambiado y le gustaba, pero había una cosa que no le funcionaba: el título. Le pregunté cómo tiene que llamarse y me contestó "Aguas servidas". Eso lo consigné en el colofón del libro. Me emocionó mucho su partida.