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La vida doble que sacudió a Cristian Geisse
Sapolsky de Cristian Geisse. Emecé, 2021, 180 páginas

Por Cristóbal Gaete

Publicado en Suplemento Ku, 20 de junio 2021



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¿Quién no ha visto o se ha reconocido en otro? El tema del doble es el motor de "Sapolsky", nueva novela de Cristian Geisse (1977), donde un errático cesante, Pedro Araniva Pavián, en crisis marital y familiar, se obsesiona con Robert Sapolsky, un científico profesor de ciencias biológicas y de neurología en la Universidad de Stanford que estudió conductas en animales para ayudar a los seres humanos.

Esta novela marca un nuevo destino para Geisse, tras la trilogía de libros de cuentos sobre el diablo que le trajo reconocimientos como el Premio Mejores Obras Literarias (2017) y el del Círculo de Críticos de Arte (2018), y tras "Catechi" (Montacerdos, 2018).

En la novela el protagonista se cruza con una machi que busca un sueño. También escribe mails en un inglés a lo Tarzán dirigidos al científico: son poemas en spanglish que sintetizan las ideas de Sapolsky con el humor que caracteriza la obra del autor de Vicuña. Para Geisse, esta estructura es "la forma fragmentaria del caleidoscopio, que es la que más me gustaría conseguir. Es más parecida, creo yo, a un espejo roto".

¿Porqué elegiste a Sapolsky?
—Me sucedió parecido a como le sucede al protagonista de la novela. Encontrar sus 23 clases en Youtube fue un hallazgo que quizás haya cambiado mi vida. Al verlo fue casi: "Oye, ¿de dónde conozco yo a este gallo?". Digamos que me estaba esperando. Es además un excelente profesor: muy claro, muy entretenido, chistoso incluso. En la clase inicial dice: "Creo que este curso debieran tomarlo todos, más allá de la disciplina a la que estén dedicados". Y yo estoy convencido de aquello. Fue fácil darme cuenta de que era un excelente ser humano.

¿Podrías explicarnos qué estudió Sapolsky?
—Se dedicó a estudiar al estrés buscando la forma de ayudar a sanar varias enfermedades al mismo tiempo. Además, estudió el cerebro tratando de obtener respuestas para ayudar a gente como su padre, cuyo deterioro lo impactó profundamente. Es sincero, amable, generoso. Apenas he tenido contacto con él, un par de mails —cada vez que me ha respondido me ha dejado las patas temblando como lana— y la última vez que le escribí, obtuve una respuesta automática de su correo de Stanfond, diciendo que se va a demorar en responder porque está encerrado escribiendo un libro tratando de dilucidar por qué el mundo es un desastre. No me esperaba menos de él e incluso esa respuesta impersonal me llenó de alegría y esperanza.


LA POESÍA

Insertas poemas en el libro, aparentemente como vehículos del pensamiento de Sapolsky.
—Me cuesta verme como poeta. No sé si le pongo color pero considero la poesía como el más alto y dificil de todos los ejercicios literarios. No es para nada falsa modestia, pero pienso que no me da el cuero. De todas formas sigo experimentado desde otras orillas: últimamente he escrito cuecas, variaciones de cuecas y letras para canciones. También poesía visual: estoy dibujando una lotería elquina en base a la lotería mexicana. Me gustaría que la gente que la juegue haga los gritos —yo voy a aportar con algunos— pero siento que así voy a estar creando una obra colectiva, auténtica, en la que la gente pueda verse y cantarse a sí misma. Un laboratorio del lenguaje, pero también la voz de la tribu, que es más o menos como yo veo la poesía.

Has estado trabajando la estructura fragmentaria en tus últimas novelas. ¿Por qué?
—No puedo dejar de pensar que esa estructura viene muy bien en un mundo donde es fácil entender que el conocimiento, la conciencia, el saber humano está muy lejos de alcanzar una visión total de la realidad. El fragmento me parece más honesto.

El protagonista es el doble de Sapolsky. ¿Hay un doble de Cristian Geisse?
—Se plantea algo parecido en la novela: quizás el narrador sea un doppelgänger (doble siniestro) del escritor. Después de terminado el relato, el autor debe morir, porque muchas veces el doppelgänger anuncia la muerte. El protagonista, Pedro Araniva Pavián, tiene cosas mías, pero no soy yo, ni quiero pensar que es mi doble siniestro. Yo no necesariamente vivo ni opino ni siento como él. Me da miedo esa confusión: la gente, incluso los especialistas siguen confundiendo autor con narrador, a las ideas de la novela con las ideas del escritor.

¿Qué querías provocar tú?
—Quería que el personaje mostrara una visión amena y oscura de la existencia, pero que se entendiera que en el fondo amaba profundamente la vida. Después todo se fue para otro lado, pero quedó cierto tono sombrío. Afortunadamente no necesariamente pienso —y sobre todo siento— tal cual como el protagonista.

Mándale un mensaje en inglés a tus lectores.
—I don't want to say sorry, but sorry for my foquin vicuñean English.

¿Dónde querrías viajar al fin de la pandemia?
—Ya no tengo tantas fantasías con viajar. Al final, este es mi lugar en el mundo. A principios de este año tuve el privilegio de viajar a los fiordos subantárticos. Fue una residencia para artistas llamada Radicantes, de la agrupación Liquenlab de Magallanes. Yo no había salido de Vicuña —ni siquiera a La Serena— en casi exactamente un año. Y en febrero sucedió. Lo considero uno de los grandes premios que me ha dado la vida. Inmerecido, de hecho, pero no dudé en aceptarlo.


 



 

 

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Sapolsky de Cristian Geisse. Emecé, 2021, 180 páginas
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