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Presentación de la novela Paltarrealismo de Cristóbal Gaete en Valpo

Por Marcelo Mellado

 


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En un contexto fatalmente depreciado simbólica y materialmente, lleno de imposturas patéticas y, a nivel de producción de obra, súper improductivo y fatalmente eventista,  surge este trabajo necesario y fundamental. Y esto que voy a decir puede sonar inevitablemente falso, nihilistamente hablando, pero en mi fuero interno lo percibo así: yo siento un gran orgullo por el trabajo que hoy me toca presentar. Mi presentación consiste  tratar de poner en evidencia el modo de funcionamiento de la obra.

Pretendo incorporar esta obra, gratuita y pretenciosamente, a una voluntad de trabajo textual en la que me siento partícipe, espero que al autor le pase lo mismo. Reconozco en él una línea de operatividad textual que nos hermana. Puedo estar siendo un fresco o desarrollando una movida táctico cultural-política algo oportunista, pero que críticamente me parece necesaria hoy en día, para enfrentar la alianza populista con la movida anarco facista, que quiere negociar, inconscientemente, un cupo en la oferta neoliberal.

Y discúlpenme, pero esta vez quiero parecer marxista, no necesariamente leninista, pero quiero, tomando como pretexto la novela Paltarrealismo, plantear algunos derroteros y trazado de límites que tienen que ver con la ocupación de lugares. Es decir, de cómo funciona este texto en un campo literario marcado por la voluntad de canon, incluida la vía de la academia mediocre, y un mercando rancio, tributario de una concepción metafísica del hecho literario (casi todos los grupos de presión cultural son tributarios de ese concepto, centrado en las autorías que buscan obsesivamente al genio creador y disfrutar de la legitimidad que ello implica).

El trabajo de escritura experimentado como operación crítica o de desmontaje de certidumbres de las clases y grupos dominantes, tiene en Paltarrealismo un muy buen operador. Un texto como este que proviene de un sistema editorial otro (para no decir alternativo), y que hermana prácticas territoriales de escritura, viene a refrescar un ambiente tóxico e improductivo, en donde la práctica histérico-conspirativa suele reemplazar la obra, más aún, es la única obra posible.

Tópicos texto narrativo:

A nivel analítico quiero repetir un tópico facilón que dice que toda obra narrativa es, de algún modo, una teoría del texto y que de esa certidumbre podemos reconstruir un plan de obra. La teoría del texto que exhibe el sujeto del enunciado tiene que ver con el diseño textual de un instrumento indagatorio, cuyo efecto es fatalmente crítico; es decir (y ya dijimos que estamos tributando al marxismo) descomponedor de una certificación o de una institución canónica. Lo fascinante es que la estrategia usada u ocupada es de una gran astucia retórica y eso define la efectividad de un operador de escritura de obra, de una buena militancia escritural, por así decir y que practica un correcto o coherente análisis de la situación política del campo literario. Concretamente, la elección de un objeto mediador que tiene potestad narrativo analítica.

Paltarrealismo urde un tramado a partir del giro biográfico, que como dispositivo táctico es complicado, porque está muy a la mano, pero que la mediación “paltona”, esa toma de distancia dudosa con el sujeto, la convierte en un gran efecto narrativo. El biografema de base es el objeto palta, el que también se desarrolla como cita latente que amplifica o expande el objeto palta, dotándolo de una sobresignificación o de redundancia semántica. En este contexto, Paltarrealismo es una estrategia focal o de mirada que fecunda un territorio inoculándole la semilla (cuesco) de la sospecha.

El relato supone una historia de base, con un narrador básico que hilvana una historia en donde el gesto poético clave lo constituye el uso del lexema palta, usado en este caso como morfema, más concretamente como prefijo; falso prefijo, aunque funciona con (in)verosimilitud gramatical, porque el significado morfemático logra convertirse en significado semántico, valga la redundancia: la literatura suele ser una variante de la redundancia. Ese falso prefijo dota al relato de un espesor narrativo epistemológico (disculpar el delirio) enorme, porque al nominar o al referir objetos los pone en otros niveles de discurso, complejizando la trama. Esto ocurre con la denominación, por ejemplo, de “paltón o palturri”, que también funciona como cita clásica latente, ya que hubo una denominación levemente arcaica que llamaba “paltones” en la década de los setenta a los que se vestían en una tienda llamada “Palta”. Es decir, se trata de un signo con rasgos de historicidad clasista. Esto es verificable en otros momentos del relato, como en las áreas tribales del mismo, en que el personaje intenta ocupar el espacio deportivo identificatorio (San Luis de Quillota) u otros de la épica adolescentaria disfuncional, haciendo uso del procedimiento mediador, “palta”.

Territorio y viaje:

El desplazamiento figurativo, ese que produce el efecto metonímico que hace hiper relevante al objeto, tiene un correlato instrumental poético o intertextual, el del viaje indagatorio de la cita clásica.  La salida de un sujeto personaje, nos referimos al motivo del viaje, que sale al camino con el único recurso a que puede acceder ese sujeto, con la única moneda de intercambio posible, la palta Hass. Ese objeto es el todo, es el recurso supremo del relato, su continuidad.

La palta como eje del relato obtura señales que funcionan como dispositivos de registro. El signo objeto palta sobredeterminando el mundo narrado con su ultrarreferencialidad, provoca una distancia inverosímil con el mundo narrado. Por eso el lexema “realismo”, del título “Paltarrealismo” es parte de la paradoja del verosímil que el relato plantea o intenta fundar.

Estamos describiendo el plan de obra, o intentándolo, en donde el signo palta recorre el relato como marca y huella testaruda e implacable. Palta territorial que nomina o clasifica espacios míticos e iniciáticos. Además, la palta como recurso biográfico analítico, que es la señal sobrevivencial de un “pueblo abandonado” y sin resistencia.

Lo importante aquí es que el narrador tiene entre manos, manos manchadas de “palta” (una nueva especie de tinta), una estrategia textual a la que el sujeto del enunciado le puede sacar mucho partido escritural literario. Sin duda, es una flexión dentro del camino textual territorial emprendido que debiera dar muchos más frutos palto verosímiles y verificables en este largor territorial, y, por supuesto, en otras superficies o soportes zonales. “El niño calerano”, textual y extratextual, ya ocupa un lugar clave en el Mercado Cardonal (y cardinal) del relato.



 



 

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