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Cristián Geisse persigue al diablo
Pobres diablos, Cristián Geisse. Emecé, Santiago, 2018. 398 págs.

Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 8 de Julio de 2018


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"¿Qué paso en realidad, Yin? ¿Puedes decírmelo?", pregunta al cielo un profesor de Vicuña una noche alcohólica, pero sobre todo atormentada. Mientras él cae en su miseria, decide intentar lo imposible: rescatar del infierno a Yin Yin, el hijo de Gabriela Mistral que se suicidó a los 17 años. Lo que consigue es invocarlo como un loco para proponerle lo único que puede: "Yo te perdono", le dice con una desesperación que termina de dotar al cuento de un feroz dramatismo. Porque es un cuento, una ficción que su autor, Cristián Geisse (Vicuña, 1977), modeló desde un hecho real que lo marcó: él nació el mismo día en que el hijo de Mistral se quitó vida, el 14 de agosto, aunque 34 años después, y por un tiempo Geisse sintió una conexión con ese joven. Después, vio un camino literario: "Una historia tan turbia e irresuelta es una forma muy potente de descender al infierno", asegura.

En eso ha estado Geisse en los últimos años: buscando al diablo. En la escritura, por cierto. Y el resultado es ahora un libro de 400 páginas, Pobres diablos (Emecé), que recoge cuentos publicados en 2011 y 2013 en pequeñas ediciones, más otro puñado de inéditos: son 18 relatos sobre perdedores y desesperados que, hundidos en el alcohol, drogas fantásticas, vicios varios o la simple convicción de que "el mundo había enloquecido", como dice un personaje, se encuentran de frente con el demonio. A veces, el demonio es un ser al que se llama en la punta de una montaña, otras aparece sin que se lo convoque o también puede ser un delirio oscuro que Geisse sitúa en bares laberínticos de Valparaíso o fogatas rodeadas de viejos de los valles del norte. Los excesos no cesan, pero tampoco el humor.

Editor de la obra de Alfonso Alcalde y figura persistente en los circuitos literarios independientes de provincia, Geisse lanzó en 2016 Ricardo Nixon School (Emecé), una novela que expandía el arco temático de nuestra narrativa con una comedia negra sobre las miserias de un profesor de un colegio subvencionado. "La tradición carnavalesca es importante para mí, su realismo grotesco, su risa y su horror", dice Geisse. Y además de mencionar a Henry Miller, John Fante, Celine y Osvaldo Lamborghini entre sus referentes, cita una escuela local: "El realismo social chileno: Manuel Rojas, José Santos González Vera, Carlos Droguett". Y así es: en Pobres diablos no hay autoficción ni ecos de Bolaño, sino historias directas que retratan las desventuras de la clase popular chilena, especialmente de sus personajes más perdidos, desgraciados y muy pocas veces bien intencionados.

Después de intentar vidas en Valparaíso, Valdivia y Santiago, Geisse está de vuelta en su Vicuña natal y hace clases de Lenguaje en el mismo colegio donde estudió. "No sé si algún día saldré de acá, lo he intentado y no ha resultado. En una de esas le da cierto brillo a lo que hago y a cómo lo hago", dice Geisse. Y quizás sea cierto: varios de los cuentos de Pobres diablos están ambientados sobre el fondo de los valles secos del Norte Chico y las leyendas de ese paisaje se traspasan a los textos dándoles un carácter misterioso y ancestral. "Me he criado en un espacio semi rural. No estoy seguro de que sea necesariamente salvaje. Pero quizás sí hay cierta brutalidad, cierta fuerza y desnudez en las inteligencias y en las sensibilidades que se forman en ambientes como estos, cierta sencillez -que no es lo mismo que la simplicidad, siguiendo a la Gabriela- que me atrae de una manera poco calculada. En todo caso, mi retrato, si puede considerarse algo así, no es nada amable", dice Geisse desde Vicuña.

Estos relatos están hilados por la idea del diablo. ¿El demonio fue apareciendo naturalmente?
— De chico escuchaba historias sobre el diablo. Tremendo personaje. La reacción que una historia sobre el diablo provoca en un niño es un hecho estético maravilloso. Las posibilidades de su representación, las connotaciones culturales, éticas, espirituales que tiene su figura, también. La idea de que es nuestro más hermoso y terrible enemigo imaginario me tiraba de las patas. No fue en principio deliberado, pero en algún momento me vi escribiendo sostenidamente sobre el tema y con seis cuentos sobre él. Aquí hay algo, me dije. Y me quedaba cuerda; simplemente seguí y lo tomé como un pie forzado, como una posibilidad para elaborar un proyecto literario consistente.

Ahora, más que lo demoniaco, a estos cuentos los unen personajes desesperados, desahuciados. Literalmente malditos, a veces. ¿Por qué ellos?
— No sé, quizás yo sea como esos perros que se revuelcan en la mierda; una forma de que el resto de los perros no los molesten, una manera de conocer el corazón del ser humano, el corazón podrido de algunos y no sentir tanto temor frente a su espectáculo. De alguna manera, Dostoievsky es importante en esto. Creo que a todos nos toca en algún momento acercarnos a ese tipo de personajes. La intensidad de sus tragedias, el agujero negro en el que caen tiene una fuerza gravitacional importante para todos.

¿Se encontró con muchos de esos desesperados?
— Claro que me he topado con muchos de ellos. Hay que entender que todos somos potencialmente malos, o que en cualquier momento la desgracia y la miseria puede tocar la puerta de nuestras casas, estoy parafraseando a Marlon Brando. Yo he caído en pozos oscuros, he conocido de cerca a gente maleada y pedida, he escuchado casos horribles, tristes y a veces hasta luminosos. Uno tiene que escribir de lo que conoce, dice Chéjov. No creo que la ficción sea del todo inoperante en la realidad, como propone una definición con la que me encontré hace poco. Hay ficción en el libro, claramente, pero creo que de cierta forma esas ficciones me han ayudado a vivir, digamos por ejemplo, juzgando sin tanta severidad, entendiendo cosas que no hubiese entendido de otra forma.

¿Cómo llegó al cuento de Yin Yin? ¿Qué cree que simboliza en la literatura y la cultura chilena?
— Yo no sé si simboliza algo para la literatura o la cultura chilena. Para mí, es una extraña novela negra, realmente oscura, cargada de horror cósmico, pero también de una terrible humanidad. En algún momento, yo quise hacer una novela sobre el asunto, pero no sé si hubiese tenido estómago para seguir escarbando en una herida tan profunda, ni en lo que me pareció una manera abyecta de chupar de la teta de la Gabriela. Ninguno de los involucrados murió en paz, a causa del hecho. A mí me gustaría que pudieran estar en paz, todos ellos. A pesar de su fama y lugar central en nuestra cultura, uno no puede olvidar que fueron gente. Su tragedia me merece el máximo respeto y compasión.



 

 

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Pobres diablos, Cristián Geisse. Emecé, Santiago, 2018. 398 págs.
Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 8 de Julio de 2018