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Cristian Geisse, autor de culto
Presentación de Ñache (Bordelibre ediciones). Furia del libro, viernes 11 de diciembre de 2015.
Por Gastón Carrasco Aguilar
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De un tiempo a esta parte, cuando me preguntan sobre qué autores hay que leer, o qué obras podría recomendar, suelo invocar el nombre de Cristián Geisse. Quien pregunta manifesta cierta estupefacción o ceño fruncido al escuchar mi respuesta. Y por supuesto, la formulación siguiente es: ¿quién demonios es Cristian Geisse?
Insisto en pronunciar varias veces su nombre, un tanto como mantra, un tanto como al joker: tres veces para verlo bailar al fondo de la sala de clases. Desde la publicación de En el regazo de Belcebú por Perro de puerto ediciones, su nombre ha salido a la palestra en conversaciones varias, públicas y privadas, sobre las “nuevas voces” de la narrativa chilena. Casi como un mito urbano, el libro recorre ciertas bibliotecas o estantes esperando a sus lectores. Dicho libro llegó por casualidad a mis manos y he intentado que llegue a otras, ya no por casualidad o azar, sino por directa mala intención de lector entusiasmado por la obra.
¿Dónde encuentro sus libros? Difícil tarea si no se es parte o se conoce un tanto el circuito editorial independiente. Su segundo conjunto de cuentos, esquivo también, El infierno de los payasos, no sufre mejor destino: cuesta verlo en los escaparates. Aunque lo tengo, por mano de su autor, me he dado a la tarea de rastrearlo en librerías con nefastos resultados. ¿Y sus libros de poesía? Quizá con la misma esquiva naturaleza de su narrativa, los libros de H.H. Ochoa o Fernando Navarro Geisse han sido puestos en pocas estanterías soslayando o eludiendo las primeras filas, el sitial de los recomendados, o el ventanal radiante de Metales Pesados o Qué Leo.
Y es quizá esa resistencia al lugar de protagonismo lo que hace de Cristián Geisse un autor “oculto”, o de culto. Pienso en otros iniciados en las temáticas mefistotélicas como Hugo Correa o Liborio Brieba que, sin suerte, no han logrado un sitial en el sagrado canon chileno. Podría pensarse que el hecho de escribir sobre el diablo podría dar algo de suerte a estos autores, efímera, mínima, pero suerte al fin y al cabo, pero no. Pues si algo podemos entender del funcionamiento demoníaco de las cosas es que el diablo siempre gana, mientras ríe, socarronamente. Quien sabe más por viejo que por diablo logra eternamente embaucarnos. Nos tiene atrapados en sus garras mucho antes siquiera de pensar en el pacto.
Al llegar Ñache a mis manos, publicación a cargo de Bordelibre ediciones, veo con entusiasmo dos de los cuentos más logrados de En el regazo de Belcebú: “¿Has visto un dios morir?” y “Marambio”. Ambos textos, en cierto sentido, son la antesala o el marco que permite leer el cuento inédito: “El gallo negro”. Para entrar al mundo de Geisse es preciso dejar de lado la CNI de la razón y dejarse permear por ese halo de fantasía, pesadilla y pesimismo de la narrativa Geisse Navarriana. El ñache, protagonista de los tres cuentos, droga colectiva que nos permite compartir alucinaciones, nos lleva a otros estados de la conciencia, dejándonos atrapados sin saber dónde empieza y termina la hebra de la realidad.
He ahí el punto vital de este proyecto narrativo. Si nos preguntamos dónde poder situar a Geisse en el espectro representacional de la narrativa no sabríamos, a ciencia cierta, dónde demonios ponerlo. Sus cuentos no son realistas al punto de representar en el texto el funcionamiento de la realidad, pero tampoco suspende las reglas de lo real para poder rotularlo como literatura “fantástica”. Justamente nos deja en ese limbo representacional donde empieza y termina la hebra de la realidad. Su literatura es una caluga de ñache disuelta y tragada por el lector como la más viscosa yema de huevo.
La “memoria”, siempre deformada, como nos dice el autor, es esa especie de sueño o pesadilla que se apodera de uno hasta el punto de cuestionarlo todo. Y es en esa indeterminación donde el sujeto se ve envuelto, o se ve empujado más bien, a entrar en la lógica del pacto. Como el protagonista de “El gallo de oro”, quien no sabe cómo, cuándo ni dónde volver a sí mismo, viéndose forzado a establecer una alianza eterna con el diablo. El recursivo destino lo tiene suspendido en su(s) deseo(s).
En la dedicatoria del libro que llegó a mis manos, junto a la carta del diablo del tarot, Geisse espera que el diablo también me dé días y noches de extrañas satisfacciones, y de un tiempo a esta parte, parece que algo de eso ha entrado en mi vida. Leer parte de la trilogía de 6 cuentos que propone nuestro luciferino amigo es entrar al pacto sin saber bien qué nos depara la lectura de los siguientes textos. Nos encontramos en un punto de no retorno, donde Ñache, el libro, funciona como una caluga de profundo odio que nos incita a seguir consumiendo libros de este autor quien, fondeado en los cerros de Vicuña, baja cada cierto tiempo a hacer desmanes, sacrificar animales y quemar nuestros huertos.
Cristián Geisse, nombre que repito y espero recuerden a la hora más oscura de la noche, no es tan solo un traficante o dealer de sus obras, sino también el más famélico de sus consumidores. Su profunda conciencia del proyecto escritural lo tiene metido hasta las patas en la más sombría y sugestiva de las propuestas narrativas de nuestro insípido presente. Quizá el diablo ponga estas palabras en mi boca, pero Cristián Geisse es el narrador vivo más interesante de los últimos años (junto a Cristóbal Gaete y Daniel Hidalgo, debo pelearle al diablo). Parece ser que la camada porteña supera con creces y con calle a los jóvenes narradores de la capital, que con todo el aparataje cultural, editorial y periodístico con el que cuentan no logran sustentar sus proyectos. Para ellos las vitrinas, para Geisse nuestro respeto y nuestro culto.
