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Claudio Giaconi, un escritor invisible
Edición de Gonzalo Contreras. Santiago: Etnika / Pequeño Dios Editores, 2010. 598 p.

Por Pía Gutiérrez D.
Pontificia Universidad Católica de Chile
En Anales de Literatura Chilena N° 16

 


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Este grueso volumen recupera el peso de la ausencia de Claudio Giaconi. En él, el escritor Gonzalo Contreras se encarga, en su rol de editor, de proponernos un recorrido por gran parte de la obra de este autor de la generación del 50 en Chile. La compilación permite un paseo por la narrativa publicada; por el ensayo sobre Gogol impreso en 1960 bajo el título de Un hombre en la trampa; por la poesía de Claudio Giaconi recuperada en los libros El derrumbe de Occidente (1985) y Etc. (2006); y, finalmente, por parte de sus artículos de prensa, sobre todo por aquellos referidos a la literatura chilena y a la polémica entablada entre la generación del 50 y Jorge Iván Hübner luego de la publicación de su artículo “¿Juventud en crisis?”, el 10 de marzo de 1959 en el Diario Ilustrado.

Este trazado guía a quien lee para reconstruir la imagen de quien dibuja la letra, perdiéndose en sus obsesiones formales, humanas e intelectuales. Si bien Giaconi deja de existir hace sólo un par de años, en el 2007, mientras se llevaba a cabo el proceso de edición de este texto, sus obras estaban mayoritariamente perdidas de las librerías chilenas y, en consecuencia, del imaginario de nuestro país para muchos lectores, restando visibilidad a la mirada crítica sobre esta voz que inaugura un movimiento fundamental para el pensamiento y arte de nuestro presente. Este trabajo cobra, por lo tanto, importancia no sólo por permitirnos recuperar libros perdidos de Giaconi, sino sobre todo por hacer hincapié en la necesidad que tenemos de centrar la mirada en este intelectual para reflexionar sobre un momento en que el movimiento cultural de nuestro país bulle gracias a la crisis del arte como expresión del sujeto y sus problemáticas más profundas. Son esas discusiones las que determinan gran parte del camino que la literatura adopta a partir de la segunda mitad del siglo XX y, sin duda, del estado del arte actual en cuanto movimiento que dialoga con sus precedentes locales y globales. La publicación del 2010 logra reposicionar a Giaconi y a sus temáticas fundamentales en la biblioteca chilena y en ese ejercicio desgrana una red de escritores, críticos y lecturas que van desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Este mapa relacional es una riqueza que no siempre la edición tiene como principal objetivo pero que amplifica la lectura de los textos de Claudio Giaconi y el dossier crítico que acompaña la publicación.

Pienso entonces en el hombre público, ese que pareció estar dormido pero que realmente deambuló repensando su literatura, apropiándose de lecturas y experiencias para regresar con el peso de la poesía. Es esa fuerza restrospectiva que podemos leer en la recopilación completa que aquí se nos ofrece pues, por ejemplo, Giaconi incorpora al final de su libro Etc. el poema “Rosa vespertina” como una mirada irónica sobre la propia trayectoria del autor y el devenir de su poética creacional:

La Fuente de Juvencia ya se bajó de la mitología
y sus cápsulas están al alcance de todos los bolsillos.
Por minúscula que seas Santa Rosa Vespertina te llaman
tus fieles que sólo ahora reparan en ti mea culpa por no
percatarse de ti durante las horas de tu vida fugaz
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (294)

El poema retoma la imagen de la ‘rosa’ de Valle-Inclán con una sutil ironía, nos lleva al minuto de ingreso de la modernidad europea y a la insistencia del autor español en El pasajero sobre la efímera existencia de la rosa como una clave de sus propias preocupaciones artísticas, asimismo ataca la postura del escritor español como observador de la “rosa estética”, que Valle-Inclán describe como algo que “sella el enigma del pasado y se abre en el cielo estático del Paracleto” (La lámpara maravillosa). En ese gesto de Giaconi está inscrito su rechazo a la generación del 98 española, a la institución de la poesía para proponer una nueva forma de escritura que nace del conflicto existencial de la juventud, vulgarizada en el poema, y que intenta utópicamente ligar nuevos modos de producción que abran la literatura a nuevas esferas de la experiencia. Giaconi y su generación viven un mundo que desacraliza la literatura, que la lleva a dialogar en Nueva York con la velocidad de la experiencia global en el interior de cada individuo en paralelo a sus confusiones vitales más parecidas a la de los personajes de la novela rusa de fines XIX que a la herencia de los modernistas españoles. Que Giaconi publique este poema luego de un largo silencio nos hace reflexionar sobre la visión que el propio artista tiene en retrospectiva de su generación y de la invisibilidad que se le ha otorgado en el campo cultural chileno, de cómo el propio proyecto tomó caminos inesperados, un espejo crítico que remece incitando a una reflexión del presente.

Gonzalo Contreras percibe, sin duda, esta imagen de Giaconi e insiste en dibujarlo como aquel que inquieta con la escritura de La difícil juventud, al ser esta una profunda expresión de la crisis de su época. Pareciera ser, según leemos en el contexto de la recopilación, que frente a semejante alboroto del campo cultural luego de la pronta publicación de un nuevo breve relato y de su gran ensayo, Giaconi no podría sino optar por el silencio como máxima expresión del gesto literario. Esta imagen ronda sobre él de forma ambigua, pues, como bien expresa Contreras en la “Presentación” del volumen, parece ser que el perfecto escritor es aquel que no publica, pues ese silencio “da que hablar durante toda su vida”, ya que “sin desearlo se vuelve motivo de entrevistas, crónicas, artículos y especulaciones varias […] La figura fantasmal de su silencio lo seguirá donde vaya; será su contradicción por excelencia. La escritura o la vida, al decir de Semprún.” (23). Bajo su propio mito, Claudio Giaconi mira su reflejo en el espejo del tiempo y lo que encuentra ahí es también la rosa en clave de Valle-Inclán, una rosa en su crepúsculo que regresa a deambular a los alrededores del Parque Forestal congregando a un círculo de nuevos poetas que merodean el departamento en que habita para percatarse de una vez por todas de la importancia de esta voz que es heredera de un halo maldito.

Gonzalo Contreras nos introduce a los textos de Giaconi con la siguiente cita de Kafka: “También soy escritor cuando no escribo; y un escritor que no escribe es, en verdad, una quimera que provoca la locura” (9). Desde este indicio se despliega el título de la antología: Claudio Giaconi un escritor invisible, que convoca el mito sobre un hombre que siembra la disputa en una literatura que busca superar la mirada criollista para abrirse al mundo y a los cuestionamientos más profundos del hombre, dejando la intención social de la literatura de un lado y el extremo esteticismo de otro, para enunciar que:

El hombre no debía llegar a la belleza ya purificado; caso contrario sería esteta y no artista […] éramos otra cosa, no se sabía claramente qué pero éramos algo distinto en todo caso, más pujantes, más vitales, más briosos, menos finos por finura misma, menos refinados por el refinamiento mismo; queríamos hacer algo de nuestra literatura y con nuestra literatura.” (563)

Estas obras reunidas han sido publicadas gracias al financiamiento del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, otorgado durante el concurso del año 2008. El volumen cuenta con una “Presentación” del editor, Gonzalo Contreras, quien recupera las discusiones en torno a la figura de Giaconi y a la parte más importante de su obra: su narrativa. Esta primera sección permite a los lectores comprender la relevancia de Claudio Giaconi en la escena nacional y posicionarlo en cuanto a su relación con otros autores de la generación del 50, como Jorge Edwards o Enrique Lihn. Es esta una escritura que construye la imagen de una época por medio de citas de otros artículos sobre Giaconi y de estudios académicos –como el de Eduardo Godoy sobre la generación de los 50 (1993), sin duda el trabajo más acucioso sobre ese movimiento– para completarlas con las descripciones, no exentas de pasión, sobre el autor en cuestión. De este modo, en las primeras páginas el lector puede hacerse una idea del espíritu de este escritor errante, de su obra y de los diversos movimientos que su figura cobrará a lo largo de los años en la escena chilena. Contreras revela en estas líneas la importancia de Nueva York como matriz cultural durante el siglo XX, la importancia de la urbe al permitir que varios autores, artistas y críticos de esa generación se encontraran, deslumbraran y escribieran bajo la influencia de una ciudad que aparentemente no duerme y que recibe a los inmigrantes del mundo para convertirse en foco de las literaturas nacionales. Las palabras de Contreras dan un tono de homenaje a esta publicación reivindicando el silencio de Claudio Giaconi tras su muerte:

Con Giaconi desaparece un rara avis: el escritor contestatario, el que mantiene una actitud crítica ante la sociedad y los hombres. Pero también muere un maestro, un amigo entrañable. Con Giaconi muere un estilo y una ética, la de un hombre que supo mantener su libertad contra viento y marea (40).

Así, Contreras propone un lente desde el que se enfocará el resto del volumen, inscribiéndose él mismo en una rama mítica de la literatura chilena. En parte, quizás, como heredero de los principios de quien intenta visibilizar por su don invisible.

Se explica en el volumen que se han tomado las primeras ediciones de los textos para incluirlas en esta recopilación salvo por El sueño de Amadeo (1959), que corresponde a una versión corregida por el autor con posterioridad. Este dato permite comprender las primeras lecturas hechas y sin duda en complemento con la recepción de los textos –muchos de ellos dispuestos en el sitio www.memoriachilena.cl de la DIBAM– permite hacerse un panorama del movimiento del que es precursora la escritura de Giaconi.

La siguiente sección se denomina “Cuento”, y está conformada por los relatos que formaban parte de La difícil juventud (Santiago: Ediciones Renovación, 1954), El sueño de Amadeo (Santiago: Editorial Universitaria, 1959) y diversos relatos recuperados de fuentes diversas que el autor escribió durante su periodo en Nueva York, agrupados aquí bajo el título de Relatos neoyorquinos.

El apartado de Poesía, recupera los trabajos más recientes del autor, aquellos que lo sacan del silencio de años apropiándose de las formas de un nuevo género. A pesar de que Contreras insiste en la anterior existencia de este formato en la creación de Giaconi, parece ser en relación al corpus total que se nos entrega que el creador utiliza sobre todo la poesía de modo reflexivo e irónico, en una etapa mucho más madura de su trayectoria escritural. La sección se conforma por: El derrumbe de Occidente. Poemas y contrapoemas (Nueva York/Concepción: Editorial Maitén, 1985) y Etc. (Santiago: Calabaza del Diablo, 2006).

La tercera parte de la publicación es, a mi parecer, uno de los grandes valores del volumen, pues nos permite ir más allá de los textos de carácter ficcional de Giaconi e introducirnos al mundo de sus reflexiones y lecturas, a sus influencias filosóficas y a sus modelos literarios. Encontramos aquí la parte más extensa del volumen consagrada al completo ensayo Un hombre en la Trampa (Santiago: Zig-Zag, 1960), sobre Nicolái Gogol: su vida, sus obras y su situación en Rusia y el mundo son descritas en este trabajo. Es este un detallado escrito que logra instalar a Giaconi no sólo como un escritor sino que como un pensador de su época y del arte, se demuestra el acucioso carácter, las enciclopédicas lecturas y la compleja trama que forma sobre un momento cultural.

Cada uno de los apartados hasta aquí mencionados cuenta con un valor agregado, que consiste en el adjunto de imágenes de las tapas de las primeras ediciones de los textos recopilados. Esto documenta mejor el historial del autor y da cuenta de un archivo que se abre a la memoria colectiva de nuestro país.

Como indiqué al inicio de esta reseña, una cuarta parte de la obra del autor es considerada; esta corresponde a sus artículos de prensa. Lamentablemente sólo vemos una parcial parte de estos; sería quizás importante poder rastrear temáticas diversas en las publicaciones de prensa del Giaconi, precisamente si se piensa en su rol de intelectual en un campo global. Se entiende esta acotación, pues probablemente por motivos de extensión podría haberse complicado la impresión de un volumen, que ya es de grandes dimensiones, entorpeciendo la circulación de este trabajo.

Como cierre de la edición encontramos un dossier crítico que recupera trabajos de Jorge Edwards, Gonzalo Contreras, Kurt Folch y Ricardo Gelcic sobre la obra y figura del escritor. Asimismo, incorpora el texto “Una experiencia literaria” de Giaconi, una especie de testimonio y manifiesto del autor sobre su escritura y su rol en nuestra sociedad. Si bien no estamos frente a una edición crítica, este dossier es de mucha utilidad pues proporciona elementos a un público académico para emprender nuevas reflexiones sobre el trabajo de Giaconi y la generación del 50. Al mismo tiempo, estos textos podrían abrir, en el caso de un lector más diverso, el interés por creadores contemporáneos al escritor central de esta publicación y de sus influencias literarias.

Luego de la lectura de este importante trabajo de recopilación, no puedo sino pensar en la, quizás ya excesivamente citada, figura del flanneûr que Benjamin describe a propósito de Baudelaire como un símil del recorrido que traza Giaconi:

La calle conduce al flâneur a un tiempo desaparecido. Para él, todas las calles descienden, si no hasta las madres, en todo caso sí hasta un pasado que puede ser tanto más fascinante cuanto no es su propio pasado privado […]

La embriaguez anamnética con la que el flâneur marcha por la ciudad no sólo se nutre de lo que a este se le presenta sensible ante los ojos, sino que a menudo se apropia del mero saber, incluso de los datos muertos, como de algo experimentado y vivido.

(Benjamin, Libro de los pasajes 424)

Giaconi es, de algún modo, el que deambula por el mundo y que da cuenta en sus textos de la experiencia de otros paseantes como él. Es aquel que expresa en ese relato el saber de las urbes, el desalojo de un mito y la experiencia vital de escribir. Contreras logra recuperar enormemente esta figura recordándonos que en algunas ocasiones el silencio fue derrotado por este escritor para delimitar asuntos pertinentes a un grupo de artistas que removían el campo cultural a mediados del siglo XX en nuestro país. Y que hoy regresa en sus discusiones para ayudarnos a comprender el devenir del arte actual.



 



 

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