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MAIPO: PÚBLICO Y SECRETO

Prólogo
Chena, antología de
poetas contemporáneos del Maipo


Cristián Gómez O.


A la vez parte de nuestra literatura pero al mismo tiempo ajena a ella, la obra escrita por los autores del Maipo -oriundos de allí o moradores asimilados a él- es un ejemplo de cómo se puede integrar un todo y al mismo tiempo ser ignorado, intencionalmente o no, ese es otro cuento, por ese todo al que se cree y se quiere pertenecer.

No se me ocurre otra aproximación a esta antología variopinta que ha ideado y llevado a buen puerto el celebérrimo de Yuri Pérez. Desde la reformulación de un discurso fúnebre y surrealista como el de Boris Calderón, hasta los esbozos de una poética que nos presenta Úrsula Starke, este libro recorre los diversos tonos de poetas disímiles entre sí, pero que en su diversidad no son más que un reflejo de los conflictos y las efervescencias que han cruzado, a veces a sangre y fuego, a ese conjunto mayor con el que establecen relaciones de identificación y -tal vez- de diferencia, como es la poesía chilena.

Así, por ejemplo, podemos leer los textos de Boris Calderón como un trasunto de la experiencia rokhiana, pero modulada a través de una asimilación surrealista -ira y ensueño en una sola voz- que no pudo, no supo o no quiso ir más allá de los límites de un hermetismo que, paradójicamente, termina en un tono confesional, dramáticamente confesional en el texto hasta ahora inédito y potentísimo que aquí nos da a conocer el antologador. La posibilidad de esgrimir la poesía como un museo anti-edípico, es -al parecer- uno de los elementos que mueven el escribir de Calderón. Más allá de la anécdota luctuosa de la temprana muerte de su madre, pero con ella en mente, pensamos que aquí el autor hace su apuesta poética tratando de buscar asidero en la figura del exorcismo, catarsis o ablución de la carga que implicaría (para el autor/sujeto de la enunciación que deambula por la poesía de Calderón) la necesidad de cumplir con el mandato rimbaudiano: yo soy otro. Este afán de travestismo, palabra cara a tantos hoy en día, resulta en un tono que se apodera por completo de la obra de Calderón. Esa por lo menos pareciera ser la explicación más plausible para su permanente afán tanático, su canto a la muerte que se va metamorfoseando bajo el denominativo de distintas figuras que, al cabo, son una y la misma: la más amada, la inmortal, muerta mía, amante mía, novia muerta(1) . Esta disolución, en realidad, para nosotros tiene más que ver con la posibilidad de reinventar una identidad desde la escritura, antes que con alguna clase de simbología que sería difícil de desentrañar, por el momento, en este prólogo. Pero si "el poeta tiene en sus manos un secreto que comunicar" -como dice Leonardo Sanhueza acerca de Rosamel del Valle-, en el caso de Calderón la entrega de ese secreto es una y otra vez postergada, para darle paso en su lugar a una dialéctica agónica -valga aquí el pleonasmo- donde el objeto en disputa es, como decíamos, un punto de hablada que le permita enunciar al poeta ese conflicto, catarsis y ablución, que mencionábamos anteriormente.

Otro tanto ocurre con la feliz inclusión de los textos de Jorge Jobet, que por filiaciones cronológicas debiera haber formado parte de una generación del '38 en cuyos listados no figura en ni una parte: ajeno a cualquier sombra de surrealismo, tampoco se le puede relacionar ni con los angurrientos de aquella época -aunque sí escribió el prólogo de El impedido, de Juan Godoy(2) - ni menos con la corriente antipoética que a poco andar inauguraría Nicanor Parra a partir de mediados de los ´50. Jobet responde, más bien, si hemos de guiarnos por la fecha de publicación de sus libros, a una rara avis en el contexto de la generación del cincuenta, puesto que aquí también ha quedado, al menos para las historias literarias, al margen de las corrientes principales, i.e., el larismo teillieriano, la sospecha ejercida por Lihn en su particular traducción del ejercicio antipoético, que en el fondo es una readecuación del mismo, y la recuperación desde un siglo XX cristiano y existencialista de los metros clásicos efectuada por Miguel Arteche. Los procedimientos de Jobet se inclinan, por su parte, hacia la concreción de una imagen que si bien no desconoce la independencia propia del lenguaje, tampoco se deja llevar por ésta: así la referencialidad es siempre un cable a tierra que le permite al poeta establecer una comunicación con su eventual lector. Si en El descubridor maravillado(3) , Jobet hacía gala de una especie de panteísmo -"Los objetos se confunden en la conciencia, y el mundo entero adquiere un mágico rubor de campana inconmovible. En todo mi jardín se hace presente la poesía"(4) -, en la que el hablante parecía leer la realidad o los signos de ella que ante sus ojos se presentaban a través de un conjunto de imágenes más o menos sancionadas por la tradición (el mar, la amistad, el ser, la infancia, la libertad, etc.) , paulatinamente se nota el cambio hacia una poesía, ya en su última etapa creativa, si no contingente, abiertamente imbricada con la realidad que lo circunda. Para mayores antecedentes ahí tenemos poemas como "Para mejorar su imagen" o "Movimientos locales":

"Los paros acordados por las bases
los sindicatos revoltosos,
el peligro de la cesantía,
el examen fenomenal de este peligro
me obligaron a escucharme y devolverme
la fe de mis agostos"

Llama la atención, por último, su paso sin pena ni gloria por las antologías oficiales y no tan oficiales de Chile, salvo algún Anuario del PEN Club de 1983, rodeado de nombres ilustremente prescindibles. Pero son muchas las cosas que llaman la atención en Chile, especialmente cuando se trata de cómo leer poesía.

Mario Ferrero, en cambio, se forjó un nombre a costa de sus importantes trabajos ensayísticos y recopilatorios antes que descansando en su poesía. Como prologuista de este libro del que no soy responsable (la frase le pertenece a Enrique Lihn, a propósito de alguna lejana antología de dispar suerte en las postrimerías de la dictadura), no tengo por qué compartir necesariamente la(s) elección(es) hecha(s) por Pérez. Y este disenso es incluso deseable. Salvo por composiciones como "Secreto" y "Fin de fiesta", que manifiestamente trasuntan un tono más desenfadado que el resto de lo escrito por Ferrero, quien fluctúa entre una herencia surrealista y el ejercicio de una ékfrasis que no alcanzan a cuajar como conjunto, no descubrimos en este autor otro motivo para su inclusión aquí que el registro y el archivo(6). Razones, en cualquier caso, no menores.

La que constituye, por llamarla así, la segunda parte del libro, reúne a los autores contemporáneos de la cuenca del Maipo: Yuri Pérez, Antonio Silva, Úrsula Starke. Marginalidad de género y urbana, performatividad que desnaturaliza la disputa de las identidades, estos poetas, cada uno en tonalidades totalmente diferentes, ha sabido desplegar la experiencia de la neo-vanguardia ochentera, capitalizando lo avanzado por ésta pero aggiornándolo al contexto de un país que vive la post-dictadura en el ambiente de una democracia establecida en lo formal pero aún precaria en una diversidad de aspectos sociales y culturales. De acuerdo a lo planteado por Oscar Galindo en torno a la poesía de los ochenta,

"En el terreno escritural se abre espacio una nueva escena de experimentación poética que sólo tenía antecedentes en la primera vanguardia. El rasgo más visible es que nos enfrentamos a una escritura que explora en las relaciones entre lenguaje y poder, en la noción de texto como espacio abierto y proteiforme. Revisar los modos de producción textual puede ser un ejercicio notable para comprender las transformaciones que se han producido en la poesía chilena de las últimas décadas. Se trata de una operación semiótica de expansión de los códigos expresivos de la lírica cuyos antecedentes se encuentran en la primera vanguardia, en el pop art y en la poesía concreta, así como en el intento de fusión de distintas prácticas artísticas (poesía y plástica como la más visible); pero al mismo tiempo supone una operación política en la medida en que se introducen nuevos parámetros dialógicos, al "injertarse" con otras disciplinas desbordándolas"(7).

Pero, en convivencia con los autores aún plenamente vigentes del ochenta, los autores posteriores a ellos han dado muestras de mayor apego al poema como forma expresiva en lugar de la obra total, subrayando que -si bien temáticamente no difieren mucho de quienes los precedieran- su urgencia pasa no por cambiar o agotar la literatura, sino antes bien por indagar en sus verdaderas posibilidades(8). Nada nuevo, eso es cierto, ya Baudelaire señalaba hace un par de años que "La Poesía no puede, so pena de muerte o decadencia, asimilarse a la ciencia o a la moral; no tiene por objeto la Verdad, sino Ella misma"(9). El nuevo matiz, entonces, pasará porque esta indagatoria se detenga en los factores que hoy en día condicionan el mensaje poético, si es que todavía se puede seguir hablando de alguna clase de mensaje. A saber: para Yuri Pérez, por ejemplo, el tema tiene que ver con el entramado económico sobre el cual y a partir del cual se puede hablar de la constitución de un discurso que si bien se interroga por la composición misma de ese discurso, lo hace en la medida en que éste es capaz de incluir "a plenitud" -las comillas son un resguardo para no olvidar la opacidad inherente de la palabra- los referentes como parte esencial del poema(10). En el caso de Antonio Silva, los manidos tópicos del género, como por ejemplo el ya conocido travestismo del hablante a través de la feminización de la voz y sus versiones indígenas, no agotan en absoluto el despliegue manierista y exquisito de la poética de este autor. Incluso a ratos la poesía de Silva se asemeja a una versión violentamente marginal y marica de la poesía lárica, una especie de guardián homosexual del mito provinciano, en la medida en que el hablante de una comuna semi-urbana y proletaria puede ser todavía provinciano/a. La constitución del sujeto a partir -o más bien: a pesar- de la lógica neoliberal -caldo de cultivo, como veíamos, para la poética de Pérez-, difícilmente puede ser mejor retratada que en la precariedad laboral y contingente que anota(11) este verso de Antonio Silva:

"yo dibujo el mapa de Chile en la soledad de una garita"

El texto recién citado se condice con la elocuencia de nombrar esta nueva y vieja geografía con un neologismo como matria(11), inmejorable corolario para una antología como ésta que, aun cuando pueda parecer para algunos algo así como una invención a la medida de su antologador, lo que hace en realidad es poner de manifiesto, como decíamos al principio de estas líneas, la visibilidad y la invisibilidad de ciertas zonas de nuestra poesía, el juego de la presencia y de la ausencia que, como un permanente vaivén de inclusión y de exclusión, de canonización y olvido, nos recorre. ¿Qué irá a pasar con Úrsula Starke, que imagina que imagina? ¿Con esos sus poemas llenos de paralelismos y anáforas y ritmo y muletillas? Como de lo último de lo que quiero dármelas es de agorero, sólo puedo suponer que la suerte de sus poemas -y la de todos los poetas de este libro- está, al menos por ahora, ligada a esta misma lógica de ir y venir por los centros y por los márgenes de nuestra ciudad tan virtual como letrada, tan moderna y excluyente como añorada y tercermundista.

Coralville, Junio-Julio del 2006

 

 

NOTAS

(1) El subtítulo en la portada de El libro de los adioses, segundo texto publicado de Calderón, era el de "Elegías", como para corroborar lo que decimos más arriba. Por si esto no bastara, en la primera página interior, se reitera y amplía este subtítulo, pasando a ser ahora "Elegías a una mujer muerta". La metamorfosis del símbolo, como puede verse, comienza con el inicio mismo del volumen y sus marcas paratextuales. La capacidad de Calderón para lograr las más diversas significaciones a partir de la metáfora de "la mujer muerta", es, de por sí, elocuente.

(2) Godoy, Juan. El impedido. Editorial Quenac. Stgo., Chile. 1968.

(3) Jobet, Jorge. El descubridor maravillado. Nascimento, Stgo., Chile, 1957. Cabe subrayar que este libro fue, hasta donde sabemos, el primero publicado por el autor.

(4) Jobet, Jorge. "Presencia del ser", en El descubridor maravillado. Op. cit., p. XI

(5) Jobet, Jorge. "Movimientos locales", en Primer lenguaje de la tribu. Ediciones Mar del Plata, col Agua pesada. Stgo., Chile. 1991, pp. 31-32.

(6) Cuando estaba preparando este prólogo, una conversación con Germán Carrasco me llamó la atención sobre un punto en específico, referente a la inclusión -como síntoma, como señal- de Mario Ferrero. Sabido es el apego de este autor por la causa de los derechos humanos, especialmente cuando ésta se vio más afligida en tiempos de la dictadura. Germán no dudó en tratar de panfletero al susodicho poeta, adjetivo que quiso ser no tan despectivo como una descripción del quehacer de Ferrero, especialmente en los últimos tiempos. Agregaba Germán que su inclusión por parte de Pérez de seguro no era inocente, que se trataba de una especie de guiño para hacer referencia a una actitud, a una dirección que están siguiendo -que estarían siguiendo, porque todo esto nace a partir sólo de una conversación- los poetas de hoy, quienes, despojados de todo histrionismo, no estarían sino siguiendo y persistiendo en una poética de la denuncia, una poética de total desencanto y profundamente crítica de la realidad -en los ropajes de la exageración de Hdez. Montecinos, en la reflexión de Claudio Gaete, las tribus urbanas de Diego Ramírez, la ternura y la violencia de Felipe Ruiz-, que en su repetición de ciertos gestos trasnochados parecieran revivir el ambiente y la atmósfera de cierto mundo underground en el tiempo de los milicos, underground alejado de la política partidista, pero lleno de significación política. Dejo esto aquí a modo de apunte a desarrollar, puesto que de todas maneras me parece decidor el que nosotros -me refiero a Héctor Figueroa, a David Bustos y el mismo Carrasco más el suscrito, entre otros- también disfrutáramos leyendo textos marcadamente militantes, poesía si se quiere de ocasión, como Para matar este tiempo, de Esteban Navarro, pero que de cualquier modo revelaba el hecho de que tal vez las condiciones, ciertas condiciones, no hubieran cambiado tanto entre la dictadura y la democracia. Por último, creo elocuente también el que, en estos días en que vivimos el cuarto mandato concertacionista, Navarro esté por publicar Para matar este tiempo II, lo cual no creo que se pueda adjudicar en exclusiva al inconformismo del autor.

(7) Galindo, Oscar. "La tradición vanguardista en la poesía chilena de los últimos tiempos", Crítica Hispánica, Vol. XXVIII, n°1, 2006. Dossier "Después del centenario: Asedios a Pablo Neruda y la poesía chilena contemporánea", Christopher Travis y Cristián Gómez (eds.). Department of Modern Languages, Duquesne University, Pittsburg, USA. Enrique Lihn, refiriéndose a los modos textuales de esta misma época, señala lo siguiente: "El neovanguardismo desgramaticaliza para apoyar, en la impertinencia sintáctica, sus efectos de transgresión de lo real y de lo imaginario, postulando, pues, un cierto absolutismo del lenguaje como productor, en sí mismo, de referentes", en Lihn, Enrique. El circo en llamas. Lom, col. Texto sobre texto. Stgo., Chile. 1997.

(8) Un estudio acabado de las más recientes generaciones poéticas puede encontrarlo el lector en los estudios de Espinosa, Patricia, "La poesía chilena en el período 1987-2005" y Rodríguez M., Claudia, "Poesía mapuche actual: repertorios en coexistencia e interferencia", Crítica Hispánica, Vol. XXVIII, n°1, 2006. Dossier "Después del centenario: Asedios a Pablo Neruda y la poesía chilena contemporánea", Christopher Travis y Cristián Gómez (eds.)

(9) Citado por Anguita, Eduardo. Anguitología. Selección, prólogo y notas de Andrés Morales. Editorial Universitaria, col. Premios Nacionales de Literatura. Stgo., Chile. 1999.

(10) Un análisis más detallado de la obra de Yuri Pérez se puede encontrar en http://epigrafeparaunlibrocondenado.blogspot.com/2006/01/sobre-el-yuri.html. Allí se plantea, a propósito de Cumbia (La Cáfila, Valparaíso, 2003), lo siguiente: "No se tratará, como mucho de lo que se escribió en tiempos de la dictadura, de una poesía abierta u obviamente política (esa que no sirvió como panfleto ni quedó como poesía, según el decir sabio de Floridor Pérez), pero sí hay una recuperación del entramado público y ciudadano como parte esencial del mundo del poeta. Y es que el autor de Cumbia abre el compás del concepto político para que este albergue preocupaciones que van un poco más allá de lo que usualmente se entiende por política -gente de terno y corbata dedicada a pasearse por el edificio de Valparaíso en pos de asuntos partidistas-, entrando ahora debajo de ese paraguas asuntos tan cotidianos como el robo del bazar de la esquina, las disquisiciones del mirón desocupado, las ferias libres, el recuerdo de los años de infancia que, elípticamente, hacen referencia al hecho de haber sido criado bajo la atmósfera y la bota militar. Por tanto el mundo de la pobla, tradicionalmente metonimia del verdadero Chile y espacio de lo marginal (o tal vez de lo genuinamente popular), donde lo político era simplemente sinónimo de lo contestatario, adquiere ahora ribetes políticamente más activos, en el cual lo contingente y coyuntural acota nuevas fronteras de comprensión (de la) política. Lo sustantivo, entonces, de este cambio, radica en una mezcla ambigua (y adúltera, no puedo resistir el adjetivo) donde la farmacopea, la siquiatrización y la dimensión local y menos galante de lo político cobran realidad. Según Waldo Rojas, "Una ciudad, ya se sabe, no es un espacio neutro ni un puro continente; está hecha tanto o más de palabras, de signos, señas y trayectos, que de materiales de construcción". El trabajo de Pérez, en consecuencia, transita por el afán de refundar o de reinventar un espacio posible, uno donde su palabra pueda fundar sus propias reglas de funcionamiento interno, aunque sin descuidar ese otro polo del circuito como es el lector: ergo, el poeta hace lo suyo presentándonos un mundo que sólo es posible al interior de Cumbia (y de los otros volúmenes del autor), pero del cual el lector en ningún caso podría sentirse ajeno (…)Lo que peculiariza la poesía de Pérez no es la simple aparición de estos lugares y objetos, es la tonalidad dolorida, resentida e imprecatoria, pero no sólo eso: al ya mentado anacronismo de su poesía anterior (cfr. Miguel Naranjo, "Prólogo" de Pérez, Antología registrada), hay que sumarle la irrupción de un paisaje contingente o de última hora, esas ferias libres cuyo rasgo distintivo es el aire lumpenesco y marginal adquirido como una consecuencia o un subproducto del oleaje neoliberal, oleaje que es un efecto de los últimos quince o veinte años de una economía marcada por ese signo. En este sentido, precisamente el poema titulado "Feria libre" es el que más luces nos entrega a la hora de retratar con fidelidad estos ámbitos. Mecheros (proveedores de las ferias gracias al hurto en supermercados), ladrones de poca monta, cesantes rematando sus propios enseres, economía de salvataje, economía simbólica del poema que escribe (o dibuja) el texto (o mapa) citadino por medio de su propia re-invención. La precariedad de lo dibujado es la precariedad del mismo trazo que dibuja: el poeta enumera, no hilvana un discurso, simplemente se dedica a registrar lo visto. Poesía de la pobreza que exige una pobreza de las formas (que aquí, paradójicamente, se hace riqueza)".

(11) Y también, valga la pena recordarlo, denuncia. Es digno de destacar el que, dentro de una probable estética gay (¿existe? ¿se la puede identificar claramente? ¿hay una sola o hay varias de ellas conviviendo al mismo tiempo y compartiendo/disputando un mismo espacio?), los textos de Antonio Silva no se circunscriben a ocupar el margen concedido desde arriba, una rebeldía si no auspiciada, sí permitida dentro de rangos admisibles para el statu quo. El sujeto neoliberal gay, i.e., soltero, con o sin poder de compra -con en la sociedad postindustrial europea y norteamericana, muchas veces sin en la sociedad proletariamente posmoderna y latinoamericana, donde el panorama se hace más enrevesado por la multiplicidad infinita de actores que en ella se cruzan-, sexualmente activo y reconocido, al lograr su acomodo en el capitalismo contemporáneo, no ha logrado más que un premio de consuelo y otra forma de "guettización" -eso por lo menos planteaba, hace más de quince años, Néstor Perlongher-, funcional al mismo sistema que hasta hace poco tiempo atrás y que bajo condiciones políticas (pero no económicas) distintas, hacía de su más abierto rechazo una de sus estrategias de concientización. Por el contrario: Silva despliega su resistencia -palabra por lo demás incómoda en estos días- no sólo en lo referente al deseo, o si se quiere: es un sujeto deseante no sólo a nivel sexual, sino que también la economía de los sentidos y de la supervivencia, están y siguen presentes en su poesía: ventanas tapiadas con cholguán (¿hay una palabra más chilena que ésta?) forman parte imprescindible de este operático decorado cordillerano, del cual se forma parte por imposición y no por voluntad propia. Lo que quiero señalar, entonces, es el lugar único de Silva en esta hipotética estética gay: no se limita a una cosmética ni a la invención de un sujeto políticamente correcto -ya parte del mainstream, una especie de Yerko Puchento o Pulento pero no opulento de nuestra literatura-, sino que sus textos siguen configurando una imagen problemática incluso para sí misma: ecos teillierianos en un principio, desautorización de las identidades y teatralización de los espacios a posteriori, Antonio Silva no se conforma con una asimilación fácil, ni con "la demanda gay de reconocimiento social (que) le parecía una solución demasiado cómoda y, a fin de cuentas, recelable. Un asunto de mercado: a cada minoría su góndola. (…)El alquiler de un espacio institucional o ghéttico no pasaba de ser un consuelo y los permisos de casamiento con alguien del mismo sexo, peticionados ante las autoridades, una claudicación ñoña", Christian Ferrer y Osvaldo Baigorria, "Perlongher prosaico", en Perlongher, Néstor. Prosa plebeya. Ensayos 1980-1992. Ediciones Colihue, col. Puñalas, ensayos de punta. Argentina, 1997. En una perspectiva semejante se mueve Donald Morton cuando señala que "While it originally represented itself as a staunch and implacable enemy of mainstream bourgeois life, Queer Theory is now recognized as nothing but an ideological maneuver to enable the assimilation of those on the sexual margins to the free market (…) it was nothing but a tool for assimilating queers to the new pos-national capitalist workforce, the kind of workforce required by capitalism in its current global and transnational phase". Citado por Christian Gunderman, "Perlongher, el neobarroso y sus homosexualoidades anti-neoliberales", en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año XXIX, n° 58, Latinoamericana Editores, Lima-Hanover, 2do. semestre 2003, pp. 131-156.

(12) Según lo declarado por el propio Silva, "Matria" iba a ser el título de su próximo libro, del cual estos poemas forman parte. Con posterioridad, sin embargo, el autor cambiaría el inicial "Matria" por el actual "Anómalo".


 

 

 

 

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Maipo: Público y secreto.
Prólogo. "Chena, antología de poetas contemporáneos del Maipo".
Por Cristián Gómez Olivares.