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Profesor y crítico experto en literatura hispanoamericana:
La perseverancia de Cedomil Goic

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 17 de Febrero de 2013



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Delgado, con una milimétrica barba blanca, Cedomil Goic (Antofagasta, 1928) aparece en el comedor de su casa y pone sobre la mesa los libros que ha publicado en los últimos años: Brevísima relación de la historia de la novela hispanoamericana (2009), Bibliografía de autores chilenos de ascendencia croata (2012) y las recopilaciones de artículos Vicente Huidobro. Vida y obra y Estudios de poesía , editadas hace unos meses por Lom.

Desde que, el año 2008, dejó de hacer clases en la Universidad Católica, trabajo no le falta y sigue colaborando en proyectos de investigación, como el de la historia crítica de la literatura chilena que están realizando Grínor Rojo, Luis Iñigo Madrigal y Naín Nómez.

Habla entusiasmado de la Biblioteca de Escritores Chilenos, desde la Conquista hasta el siglo XX, que prepara Santillana con el respaldo de la Academia Chilena de la Lengua. Ediciones empastadas, con notas y estudios, algunas de hasta mil páginas. Goic lamenta, sin embargo, la lentitud con la que avanzan las cosas por obstáculos de financiamiento. "Presenté el proyecto hace cuatro años a la Academia y yo estoy cada vez con menor aptitud para hacer trabajos. Cumplo 85 ahora", advierte.

No se le notan, en todo caso. Mantiene su lucidez intacta y hasta muestra cierta ironía al hablar de sí mismo, de sus logros y de las controversias que ha enfrentado en la vida.


Arquitecto arrepentido

Pocos saben que antes de interesarse en la crítica, Cedomil Goic cursó dos años en Arquitectura, donde hizo amistad con Juan Egenau. Convencido de estudiar letras, le comunicó la decisión a su padre (un contador que le escribía los discursos a los dirigentes de la Defensa Nacional Yugoslava, durante la Segunda Guerra). "¿Por qué no estudias Derecho?", le preguntó. Cedomil respondió: "O estudio esto o no estudio". Ingresó entonces al Instituto Pedagógico, donde fue alumno de Ricardo Latcham, Antonio Doddis, Rodolfo Oroz y Mariano Latorre, la figura de esos años.

Cuando llegó la hora de la tesis, Goic decidió hacerla sobre Vicente Huidobro. Se lo comentó a Mariano Latorre, pero este le dijo: "Huidobro no domina el lenguaje". Goic no le hizo caso. Latcham aceptó dirigir su investigación, pero entonces fue designado embajador en Montevideo. "Tuve que hacer la tesis sin director", recuerda Goic. En el examen le fue estupendo. Por iniciativa de sus examinadores, Guillermo Feliú Cruz publicó La poesía de Vicente Huidobro (1956) en las Ediciones de los Anales de la Universidad de Chile.

Recién titulado, Cedomil Goic pasó a ser ayudante de Juan Uribe Echevarría y debió enseñar -pese a sus protestas- el curso de Siglo XVIII español (Leandro Fernández de Moratín, Ramón de la Cruz...). Pronto fue llevado como catedrático al nuevo Pedagógico de la Universidad de Chile, de Valparaíso, fundado en 1955. Más tarde, Félix Martínez Bonati lo invitó a enseñar literatura chilena e hispanoamericana en Santiago. Estuvo viajando entre la capital y el puerto por largo tiempo. Entre sus alumnos de esos años recuerda a Grínor Rojo, Óscar Hahn, Nelson Osorio, Luis Iñigo Madrigal, José Promis, Leopoldo Sáez y Federico Schopf.

Invitado con frecuencia a universidades extranjeras, en 1973 visitó la Universidad de Quebec y luego la de Michigan, donde le ofrecieron un puesto que no aceptó. A su regreso al país siguió haciendo clases en la Universidad de Chile, pero no tardó en comprender que las condiciones habían cambiado.

—Yo ofrecía un curso en el doctorado y llega un día un profesor joven, llorando. Me pasa una hoja que dice "El Director", pero no lleva nombre, ni firma, donde se me indica que no puedo ofrecer un "nuevo curso". Estaba comenzando el semestre y ya había anunciado el curso, así que le puse, entre paréntesis, "continuación". Es decir, no estaba haciendo algo "nuevo". Al día siguiente, el papel que había puesto en la cartelera académica apareció rasgado.

Sus colegas, encabezados por Antonio Doddis y Hugo Montes, intercedieron por él ante el decano. Goic les agradeció, pero decidió irse a Michigan con toda su familia. No regresaría hasta 1997, después de ser nombrado profesor emérito tras una brillante carrera académica en Estados Unidos.


Su contribución al canon

Luego de hacer su licenciatura en la obra poética de Huidobro, Cedomil Goic decidió realizar su tesis doctoral en la novela chilena, abarcando desde José Victorino Lastarria hasta Mariano Latorre. Cuando presentó el texto a Universitaria, el editor Carlos Orellana le pidió acercarlo hasta el presente. Incorporó entonces los capítulos dedicados a Hijo de ladrón, La última niebla y Coronación. De Manuel Rojas y María Luisa Bombal había publicado monografías académicas, pero de José Donoso no había escrito nada. Así nació La novela chilena actual. Los mitos degradados (1968), ensayo que en sus seis ediciones ha llegado a convertirse en un verdadero canon de la narrativa chilena, a pesar de las críticas iniciales de Alone por el abuso en el texto de la palabra "estructura" (en la segunda edición, Goic redujo su empleo).


A 45 años de su publicación, ¿agregaría o sacaría alguna de las novelas consideradas en ese ensayo?
—Cualquiera puede decir que la de Donoso no era su mejor novela, pero en ese momento no había escrito más. Eso cambió cuando publiqué en 1972 Historia de la novela hispanoamericana. Es evidente que El obsceno pájaro de la noche tiene mayor relieve que Coronación, que igual es interesante para ser primera novela. La mejor primera novela aparte de La última niebla.

¿Qué lectura lo decidió a formular su teoría de las generaciones?
—Varias. Evidentemente, fue decisivo el ensayo "En torno a Galileo", en el que Ortega y Gasset habla del método de las generaciones. Él dice que hay que encontrar una figura epónima. Yo tomo a Rubén Darío, que nace en 1867. Cuento siete años para allá, siete para acá, luego 15, y se organiza la cadena. Tomo esta red, la aplico sobre la realidad y me funciona perfectamente. Me sale, por ejemplo, la generación del 72. ¿Qué querían? ¿Que saliera la del 73? Creo que la teoría es válida hasta hoy.

A Bolaño lo clasifica en la generación del 87 junto con Fuguet, Collyer, Contreras. Sin embargo, él los criticó públicamente.
—En este caso hay que prestar valor a este desentendimiento, a esta discrepancia con sus compañeros de generación. El hombre está formado en México y en España, tiene otros contactos, otras lecturas. Pero tanto McOndo, de Fuguet, como el infrarrealismo de Bolaño, significan un alejamiento del realismo mágico anterior. Habría que hacer una lectura cuidadosa para ver si Fuguet, Collyer y otros no andan tan lejos del infrarrealismo.

La generación que estaría hoy en plena vigencia es la de 2002: Volpi, Gamboa, Costamagna. ¿Qué los vincula?
—El rasgo que me parece más saliente, y que Volpi representa tal vez mejor que otros, es el uso de un lenguaje que no concede nada al particularismo regional. Volpi escribe sin giros mexicanos, su mundo narrativo está animado con una lengua directa, sin matices poéticos o pseudopoéticos.

En su reciente libro sobre Huidobro usted insiste que no dejó escuela, pero que explica la poesía chilena del presente. ¿Dónde ve su marca?
—Algunos estudiosos como René de Costa piensan que en 1925 el creacionismo desapareció en la obra de Huidobro, que los libros Automne régulier , Tout à coup y los posteriores no tienen nada que ver con él. Se equivoca. El creacionismo experimenta a lo largo de la vida de Huidobro una serie de fases. Los libros del año 25 están escritos conscientemente en contra de Breton y del surrealismo, son una réplica a la poesía del inconsciente, a la que contrapone el consciente creador. Huidobro exacerba en ellos la violencia y el alejamiento de las imágenes de toda realidad convencional. Eso impacta en el surrealismo chileno, en Braulio Arenas, en la Mandrágora. Todos ellos son amigos de Breton y hacen una poesía que libera el inconsciente, pero que también se contamina de la autociencia huidobriana.

¿De qué forma influyó en Parra?
—En Ver y palpar y El ciudadano del olvido, libros de 1941, los últimos que publicó Huidobro, él mismo expresa que se trata de una nueva poesía no cantante sino parlante, o sea que se acerca a la lengua hablada; entonces usa expresiones corrientes, como "hasta luego", u otras frases estereotipadas, pero luego las modifica para alejarlas de la representación convencional. Es un anticipo de la llamada poesía conversacional, hablada o de la vida cotidiana que practicaron los españoles, y que practicó en cierta medida la antipoesía de Parra. En ese sentido hay supuestos muy importantes de la obra de Huidobro que condicionan el desarrollo de la poesía hasta el presente.


Duras críticas a los estudios culturales

Comparado con su trabajo o con el de Félix Martínez Bonati, pareciera que la crítica chilena académica ya no tiene la repercusión internacional de antes. ¿Le falta peso?
—Lo que pasa es que ha evolucionado hacia el multiculturalismo, los estudios culturales y cierta crítica americana. La fuente informativa más rica de esas tendencias son las revistas literarias. Si uno lee Anales de Literatura Chilena, Revista Chilena de Literatura y otras publicaciones académicas se da cuenta de eso inmediatamente. Incluso hay mecanismos imitativos que de repente ponen nervioso, como eso de hacer títulos con tres verbos: "Romper, destruir y no sé qué".

¿Cuál es su aprensión hacia los estudios culturales?
—Al terminar mi carrera en Michigan, en 1997, lo hice al comienzo de un cuadro que no ha hecho más que desarrollarse: la aparición de los estudios culturales. A tal extremo, que en mi último año el jefe del departamento de Romance Languages de la Universidad de Michigan era un historiador. ¡Alguien que tenía un doctorado en historia! Yo les dije a mis colegas: "Ustedes están jugando con una pistola y creen que en el peor de los casos se van a dar un tiro en un pie, pero la tienen puesta en la sien. ¿Creen ustedes que en el departamento de ciencias políticas o en el de sociología va a haber un literato como jefe? No sé que haya habido jamás, ni lo habrá seguramente". En Chile se produce el mismo fenómeno.

¿Qué le parece que en los colegios la asignatura que antes se llamaba Literatura Española o Castellano hoy se llame Lenguaje y comunicación?
—El hecho que desaparezca la palabra literatura es un desastre. Lenguaje y comunicación es casi redundante, señala un énfasis estrictamente lingüístico, margina la literatura y la convierte en un discurso más. Eso no me parece apropiado desde un punto de vista formativo ni desde ningún punto de vista. Hay que pensar que "literatura" es, en cierta manera, la traducción del griego grammatiké .

¿Qué responsabilidad le caben al estructuralismo y otras orientaciones teóricas de raíz lingüística en este desplazamiento de la literatura?
—El fenómeno estuvo condicionado por el hecho de que tradicionalmente la existencia del texto literario y su estudio exclusivo aparecía ignorando la existencia de múltiples otros textos y reclamando cierta singularidad. Los estudios literarios fueron desplazados por el estudio de los nuevos textos a los que se orientó la lingüística y la teoría de los textos. Se abolió el texto literario y el conocimiento de la poética y de la retórica en favor de otros textos "no literarios". Se desplazó el relieve de la poética y de la retórica y de los géneros literarios, poesía, narrativa y drama, en favor del estudio de otros géneros no-literarios y se ignoró la semiótica literaria y de la poesía. Bastaba con agregar la epístola, el ensayo, la biografía, las memorias, el testimonio y otros géneros al estudio de las letras.

¿El proyecto de constituir una ciencia literaria sigue vigente o está desahuciado?
—Creo que sigue vigente, y que es un proyecto irrenunciable.


Libro en homenaje

Literatura a ciencia cierta: Homenaje a Cedomil Goic (2011) se titula el volumen publicado por Juan de la Cuesta-Hispanic Monographs, en Newark, Delaware. En sus 416 páginas reúne 21 ensayos de crítica literaria dedicados al profesor que formó, en Chile y el extranjero, a tantas generaciones de investigadores y docentes. El libro tiene origen en un simposio en su honor realizado el año 1997 en el Departamento de Lenguas y Literaturas Románicas de la Universidad de Michigan, Ann Arbor.

Entre los colaboradores del libro figuran Leopoldo M. Bernucci, Macarena Areco, Lilianet Brintrup, Sarissa Carneiro, Iván Carrasco, Ana María Cuneo, Santiago Daydi-Tolson, Cristián Montes, Mauricio Ostria González y Tamara R. Williams. El volumen contiene una cronología de la trayectoria de Goic y una bibliografía que abarca (hasta el año 2009) 14 libros propios, tres compilaciones, ocho ediciones de obras literarias y 126 artículos.



 

 

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