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Lo que quedó entre esas dos derrotas
(o algunas instantáneas sobre BUTTERFLY de Cristián Gómez Olivares)
Por Claudio Dobal
Publicado en http://www.nexoartesyculturas.com/ 27 de Abril de 2017
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Ecos. Recuerdo que de la última vez que escuché a Cristián Gómez Olivares leyendo sus poemas me quedó resonando la imagen del final de uno de ellos: la de un padre derrotado por una enfermedad que no para de avanzar, de un padre sentado en lo que yo imaginé como una silla de rueda sin saber muy bien qué hacer frente a todo eso, y que al final de todo intenta prenderse un cigarrillo con un encendedor (o con un fósforo, no recuerdo) que se transforma en la única luz que lo ilumina antes de que acabe el último verso. No recuerdo más que esa imagen, porque para cuando quise darme cuenta, salir del eco que en serio me había dejado clavado en la silla, e ir a conseguir el libro que contenía ese poema para volver a leerlo, el libro ya se había agotado. Así que a partir de ahí, de esa primera impresión, toda mi apreciación y comentarios (que fueron muchos) sobre ese poema y esa lectura fue, para bien o mal, producto o producción de ese acto mismo de recordar. De recordar esa imagen, además, en la voz de su mismo autor, de ese que la había escrito y descrito en el papel y que, en este caso singular, vino a ser, a mi entender, la cadencia que actuó la letra de manera precisa, y le hizo justicia al clima de lo que el texto estaba relatando. Y así, entonces hoy ya no recuerdo sino esa imagen y la sensación de estar escuchando algo que no se homologaba del todo al ritmo, a las formas, y a las representaciones que se habían estado poniendo en juego a lo largo de todos esos días del Festival de Poesía Latinoamericana Bahía Blanca . Eso es lo que recuerdo. Y con esos recuerdos, que tal vez funcionaron como prejuicios, es que ingresé la semana pasada a leer BUTTERFLY, el último libro de Cristián Gómez Olivares, publicado por la editorial bahiense Colectivo Semilla y que Romina Arena y Fran Rovira van a presentar en el Ciclotímico de este sábado, a las 20:00 horas en Factor C Espacio de encuentro.
Preguntas. Después de leerlo individualmente, en solitario, intentando recuperar la voz de Gómez Olivares, surgió la posibilidad y llevé algunos de los poemas de BUTTERFLY a una de las escuelas en las que trabajo, para charlar sobre ellos con algunos alumnos. Alumnos grandes, de quinto, con muchas ganas de leer, pero todavía con esa imagen romántica de la poesía. Llevar algunos de estos poemas, algunos de los más cortos tal vez, y ver qué preguntas salían a partir de ellos. Y sumar yo, que hace rato ya me alejé del ideal romántico, también mis preguntas, por supuesto, y juntos, entre todos, porque de eso se trata dar clases, empezar a revisar de qué iba este libro. Y así pensamos en cómo hablar de una experiencia individual, cómo describir un espacio puntual y a la vez atravesar la vivencia de todos. En cómo crear un montón, una parva de imágenes distintas y a la vez también proponer una revisión sobre la actividad de crear esas mismas imágenes, muchas veces mentirosas. ¿Cómo hacerlo y a su vez dar cuenta de una orquestación precisa del lenguaje, del ritmo, de la estructuración casi maquinal de cada uno de los poemas? ¿Cómo destrozar, de acá en más, cualquier metáfora o imagen poética que se atreva, siquiera, a pensar en usar a la mariposa como tópico? Todas preguntas, claro, que el libro de Gómez Olivares responde. A su manera, sí, de forma práctica, sin alardes teóricos, y sin dejar interpretaciones únicas. De acuerdo, claro, pero todas preguntas que el libro sí, al final, también responde.
Relatos. Y tal vez por aquellos recuerdos/prejuicios, y estas preguntas/respuestas es que el poemario en cuestión me resultó un tanto distinto a lo que yo podría esperar del mismo. Es cierto que el libro presenta situaciones e imágenes potentes, de esas que quedan haciendo eco en la cabeza. Pero en este libro las imágenes creadas son muchas, muchísimas, (y creo que a eso hace referencia también la tapa ilustrada por Luciana Lamas) y, además, responden a orbes diferentes que no están jerarquizados: así, la cuestión familiar, personal del yo, se confunde en la expresión de modos de vida, de hechos reconocibles o incluso de lugares comunes al y del resto. De espacios de convivencia, de simultaneidad en donde lo público y lo privado, la ciudad y la naturaleza, las historias y la Historia, desdibujan todos sus límites preestablecidos. Así, también, las imágenes se presentan en comparaciones/oposiciones que les agregan perspectiva; o incluso se les borra la singularidad, para que así refieran a lo que, tal vez, todos imaginamos, pero que al evitar nombrarlo, permite la posibilidad de que en ese silencio el lector incluya mucho más. Que sume, que complete los espacios vacíos. Pero mientras esto sucede, BUTTERFLY también da cuenta de un recorrido espacial, a medio camino entre lo turístico, lo familiar y lo laboral. De un mapa que nombra Cracovia, Chernobyl, Portugal o Canadá, y distingue a cada uno en una imagen, una postal minúscula tomada al azar en el gatillar de un obturador, en un detalle de ese cuadro inmenso, en ese punctum, si me permiten, que los rescata y resignifica del resto. Lugares que se presentan, también, siempre desde esa sensación de quien sabe que su patria está en aquel acento que dicen perdido, y en ese estar y ver como un extranjero su lugar de residencia. Lugares e imágenes que se dibujan, finalmente, desde la certeza de que hay cuestiones, como los sonidos por ejemplo, que en una imagen cualquiera siempre van a quedar irremediablemente afuera.
Voces. Por último, el libro termina con una traducción. Digo, además de que, al interior, el recorrido incluye reescrituras de, por ejemplo, Luis Guzmán, o referencias a Gonzalo Millán, por nombrar los más relevantes, el libro culmina, una vez que se le terminó el rollo, con un poema del libro Lustra de Ezra Pound que antes aparece en un epígrafe (yo resistí la tormenta / yo derroté mi exilio). Y leyendo esa versión, esta otra forma de apropiarse y hacerlo nuevo, es que uno, como mis alumnos o como yo, no puede dejar de pensar que eso, al final, está ahí por algo. Que se trata de es un revés, una volea, o algo así, con la que Gómez Olivares llama la atención del lector, y le quiere decir algo. Tal vez, reconocerse como traductor. Quizás, dejar las herramientas necesarias para recuperar el texto completo de aquel epígrafe central. O a lo mejor, esa traducción esté allí para proponerle una vuelta al lector, una señal que le indique la posibilidad de leer, ahora a contrapelo, su propio BUTTERFLY. De volver a leer, repito, revisando la precisión de las formas, las voces de los otros, las historias de exilio, las advertencias a la juventud, los lugares vividos desde la intimidad, los acontecimientos Históricos vistos a lo lejos, o las prácticas artísticas que fueron apareciendo, juntas con tantas otras, a lo largo de los poemas. De volver a leer, porque eso también es lo que tiene ese poemario, una multiplicidad de lecturas, haciendo caso al pedido de escuchar esa “derrota” final, esa misma “derrota” escrita en el epígrafe, que ahora, pienso, tiene otro sabor, otra presencia, otro significado muy pero muy distinto, a aquella que me resonaba en la cabeza cuando empecé a escribir esta reseña que aquí mismo termina.