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El gran salto al posmodernismo en Nosocomium de Christ Gutiérrez-Rodríguez

Por Elena Van Povedskaya



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Abro la primera página de la novela Nosocomium, de Christ Gutiérrez-Rodríguez, y me veo metida de lleno en un auténtico Big Bang. ¿Dónde estoy? ¿Qué ocurre? Un estruendo, un resplandor en medio de la oscuridad, un caos total... Estoy apabullada, cegada por los destellos de luces, ensordecida por los ruidos, gritos y aullidos, me siento como en medio de una feroz batalla, me noto impotente, confusa, desesperada, presa de una enorme fuerza que me arrastra no se sabe a dónde. A pesar de todo este pandemónium, reconozco enseguida el estilo del autor. "Es inconfundible", digo, admirada, para mis adentros.

Este estallido inicial, como si de un auténtico Bing Bang se tratara, se expande creando un nuevo universo, un espacio que, primero inmenso e inescrutable, se reduce rápidamente a una habitación de hospital, ese nosocomium que da el nombre a la novela. Más tarde vuelve a expandirse, extendiéndose al espacio hospitalario en su totalidad, con sus entrañas y recovecos, a toda la ciudad de Lima a vista de pájaro, y  se abre, finalmente, hacia más allá de las razones y las estrellas, más allá de la vida y la muerte...

Junto con el espacio se crea también el tiempo. Un tiempo de ritmo roto, como si un corazón latiera convulsamente. Ese ritmo sube y baja, se ralentiza y se acelera, se detiene y arranca de nuevo... Me atemoriza la idea de que pueda parar. Y cuando para definitivamente, no acabo de creerlo. Aunque, tal vez, nada acaba, sino empieza...
El espacio-tiempo de la novela se despliega entre lo duro y lo tierno, lo melancólico y lo eufórico, lo cotidiano y lo extraordinario, lo banal y lo extravagante, lo sensiblero y lo trágico, lo ingenuo y lo retorcido, lo superfluo y lo profundo...

Trato de evitar clasificar esta novela, ya que realizar un análisis literario no es mi intención de ninguna manera. Sin embargo, me gustaría detenerme en dos aspectos que pueden considerarse como clasificatorios. Y me detengo en ellos porque me sirven para hablar de las características destacadas de la novela.

En primer lugar, considero que esta novela se enmarca perfectamente en la corriente del posmodernismo literario. ¿Por qué? Por los elementos mágicos y absurdos que abundan en la novela, por la ironía de los personajes que muchas veces se transforma en sarcasmo y humor negro; por la discontinuidad temporal de la narración: los fragmentos que se corresponden con el presente de la novela incurren como flashes, en forma de videoclips, mientras que la descripción de los tiempos pasados exhibe cierta fluidez de un documental artístico. Todos estos planos temporales se combinan y se sustituyen sin atenerse a los imperativos de la flecha del tiempo pero, a la vez, crean ese singular dinamismo de la novela.

También se perciben las características posmodernistas en la forma de borrarse las fronteras entre el arte de masas y el arte de élite. Se ve, por ejemplo, en la alternancia de citas poéticas de César Vallejo, por un lado, y de extractos de canciones románticas, coplas y boleros por otro. De esta manera, se crea una especie de intertextualidad en la que, para mi asombro, los textos de esferas artísticas tan diferentes discurren en paralelo, se complementan y hablan, en distintos niveles y con distintos medios, de lo mismo, de los mismos sentimientos y vivencias.

El segundo aspecto que voy a mencionar aquí es el evidente psicologismo de la novela. Pero no voy a detenerme en el análisis de los estados emocionales de los personajes, ni en sus experiencias y pasiones. Más importante y más interesante para mí es destacar dos temas psicológicos que fueron tratados en la novela y llamaron mi atención, a saber: la dureza del hecho de ser diferente al entorno y el problema de la comunicación/incomunicación. El ser humano que está creando inteligencia artificial cada vez más inteligente, con frecuencia no llega a comprender sus propias emociones y sentimientos, y ni mucho menos, las de otras personas. La soledad involuntaria que se vive cuando uno está rodeado de multitudes, es especialmente dolorosa. Por eso cuando dos personas, por muy diferentes que sean, se perciben en la misma onda, una fuerte atracción suele surgir entre ellas.

Los personajes que habitan el espacio-tiempo de la novela parece que tienen su vida propia, no son marionetas del autor, quien "simplemente" crea un universo para que ellos lo habiten. Ellos mismos deciden qué hacen y cuándo lo hacen, qué son y cómo son. Y ellos mismos toman la decisión de dar un salto, su último salto. ¿O su primer vuelo? Como si este impulso final diera sentido a una vida que, tal vez, había estado algo vacía.

He hablado de la novela y, hasta ahora, no he dicho nada o casi nada de su autor...  Crear y poner en funcionamiento un universo, poblarlo con personajes que viven y actúan como seres libres e independientes... ¿No denota esto un gran talento y una madurez artística del autor? ¡Claro que sí! Yo, personalmente, estoy convencida de esto.

 

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Elena Van Povedskaya: Doctora en Psicología y en Filología por la Universidad Estatal Pedagógica de Moscú, Rusia. Profesora, psicóloga y traductora de la Universidad Santiago de Compostela, España.



 

 

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