Huneeus y los rebeldes sin causa
Por Andrés Gómez Bravo
La Tercera Cultura, sábado 30 de Agosto de 2008
Miembro de una familia de la élite, Cristián Huneeus (1937 - 1985) es un caso atípico en la literatura chilena. Coetáneo de José Donoso, opositor a Allende y Pinochet, dirigió el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile, pero en 1975 se retiró para cultivar paltas. En un predio en Cabildo escribió "El rincón de los niños", su novela más ambiciosa, que hace una parodia de su generación y que ahora es reeditada.
Les gustaba vestirse bien. Solían dejarse ver con las chicas más bellas. Iban al Teatro Municipal, el Club de Jazz y "llevaban a las niñas a bailar al Bier Hall, en los bajos del cine Rex, para impresionarlas con el espectáculo de la bohemia", cuenta Cristian Huneeus en El rincón de los niños, novela que retrata con humor e ironía a su generación: los jóvenes burgueses de los 50. Aquellos que iban al Club de Polo, subían a Farellones y pasaban los veranos en Zapallar o en los fundos familiares: "Oh, juventud divino tesoro cuando es con plata".
Miembro de una familia de la élite, Huneeus es un caso atípico en la literatura chilena. Un escritor que se rebeló contra su destino familiar y mantuvo relaciones conflictivas con su clase, que fue opositor a Allende y Pinochet, y cultivó la contradicción y la duda. Cuentista promesa en los 50, coetáneo de José Donoso, integró el taller literario dirigido por Fernando Alegría, y una década más tarde se sumía en un largo silencio creativo. Fundador y director del Departamento de Estudios Humanísticos de la U. de Chile, donde reclutó a Nicanor Parra, Enrique Lihn y Ronald Kay, renunció en 1975 para dedicarse al cultivo de paltas.
En Cabildo, en un predio cerca de La Ligua, escribió El rincón de los niños, novela generacional donde vuelve sobre su juventud, parodia a su grupo social y -con variados recursos-bucea en sus dudas y su identidad.
Publicada en 1980, fue "leída por un puñado de escritores y académicos, y acto seguido guardada en las bibliotecas, tras recibir dos comentarios que hablaban de una novela 'experimental, hermética, pretenciosa, ilegible'", relata Carlos Labbé en el prólogo a una nueva edición.
Con el sello de Sangría editora, la publicación supone el rescate de un libro fantasma: la obra más madura y ambiciosa de Huneeus y, al mismo tiempo, una novela atrevida, descarada y mordaz. Una rareza en la narrativa chilena.
La ropa sucia
Nacido en Viña del Mar en 1937, criado en el fundo familiar en La Granja y educado en el Saint George, en 1956 Huneeus recaló en el Instituto Pedagógico, luego de pasar por la Escuela Militar y hacer un año de arquitectura en la UC. Renunciaba a los negocios por la literatura, pero en avenida Macul no las vería fáciles.
"Más de una vez me he preguntado por qué escogí el camino de la ruptura y no otro. Eramos pocos en el Pedagógico, los jóvenes de colegio particular. Pero yo no era el único. Y no todos tomaron la cosa en la misma forma. Mauricio Wacquez, el escritor más fino de los que salieron de esa
hornada, no se pronunciaba. Sergio Ortega, el futuro músico, demostraba una 'reaccionaria' preferencia por Brahms. Patricio Guzmán, el cineasta, abría la boca lo menos que podía. Otros, como Julio Retamal, Carlos Morand, Luchito Vargas, Antonio Bombal o Gonzalo Izquierdo, se afirmaron en sus convicciones de derecha. Algunos, como Federico Schopf en esos días, o Renato Espoz, se interesaban en la Democracia Cristiana (...) En cuanto a mí, ¿qué habrá sido?", se pregunta en sus memorias Autobiografía por encargo.
Esa duda parece atravesar El rincón de los niños. La novela es narrada por un diplomático chileno que recibe los manuscritos de una novela inconclusa de su amigo Gaspar Ruiz, alter ego de Huneeus. Fechados en 1956, los relatos de Gaspar Ruiz narran las aventuras de un grupo de amigos: jovencitos pitucos que viven en una fiesta perpetua, yendo a la piscina, a la playa o a "un fundo relativamente alejado nada más que por dos días y sin otro objeto aparente que echarse unas siestas, tomar whisky, jugarse unas partiditas de ajedrez y hacerle los puntos a la empleada".
Insolentes y arrogantes, van a prostíbulos, persiguen chiquillas en el campo y cortejan a las niñas bien, pero deciden que "las cabritas del Villa María, el Sagrado Corazón, las Monjas Inglesas y las Ursulinas eran unas cartuchonas y que estaban bien para los petimetres del San Ignacio pero no para tipos emancipados como ellos, ex alumnos de colegios ingleses y norteamericanos, progresistas, deportivos y democráticos".
La novela transita del lenguaje seudo académico al habla de la calle, animada de un humor corrosivo y a ratos desopilante. "Cuando Cristian nos leyó El rincón... a sus amigos, Adriana Valdés hizo el comentario más exacto. La novela era la ruptura de un parto de clase. Algo agrego yo como lavar en la calle la ropa sucia",
recordaba Enrique Lihn.
Hasta esa fecha Huneeus era autor de tres libros -Cuentos de cámara (1960), Las dos caras de Jano (1962) y La casa en Algarrobo (1968)- donde incluye postales familiares y sociales. Pero acá es otro: trae la experiencia de su doctorado en Cambridge en los 6o, su lectura de DH Lawrence, su separación de la fotógrafa Paz Errázuriz, el paso por el Depto. de Estudios Humanísticos y sus contradicciones. Viene de vuelta: marxista hasta fines de los 6o, Huneeus se opuso a la UP y se convirtió en un liberal, pero no apoyó a Pinochet.
"Me empecé a ver a mí mismo como una persona eternamente cambiante. Entonces, El rincón de los niños es un libro que está hecho a partir de la noción de cambio, de la historia, y tiene una gran dinámica. Esta forma me permitió expresar una pluralidad de sentimientos, de sensaciones y emociones", contó entonces.
"El narrador del que usa y abusa
Cristian en su madurez, se 'goza' en empelotar la vulgaridad, el burdo materialismo, la grosería y la mala fe de la 'gente de bien', aunque su discurso literario no se resuelva nunca en sermones", como agregó Enrique Lihn en 1985, a la muerte de Huneeus. "No son tanto las historias cuanto la desvergüenza de ese narrador lo que tiene que haberle chocado a los afectados, existentes o no".
"Momio" para unos y desclasado para otros, había dado con una voz que le permitía jugar con sus máscaras. Y llevó el juego más allá: en 1983 publicó El verano del ganadero, una novelita porno firmada por Gaspar Ruiz. Fue el último experimento del escritor que descubrió su vocación en la Escuela Militar. "La persona de la que hablo la logré en la escritura", cuenta en sus memorias. "Y hasta hoy, más escribo cuando más siento que me pierdo. Por ello es natural que lo que hago participe de la búsqueda y la exploración, del experimento".